Irina es hija de una mujer que tuvo sexo con alguien que después abandonó porque no le gustaban los hombres.
El padre de Irina fue un marino ruso, alto, musculoso y dotado de mucha gracia para hablar y bailar con sus compañeros de tripulación.
La mujer lo conoció en un bar de la zona portuaria al que concurrió buscando un amor fugaz que la dejara embarazada.
Con ingenio, sagacidad y también astucia económica, pudo disfrutar de la vida centrada casi por entero en la niña cuyos rasgos físicos informaban sobre el exotismo genético.
Esta mujer soñaba con tener un hijo que aprendiera lo que para ella fue imposible: las matemáticas. Durante el embarazo anhelaba ser madre de un científico, una ingeniera, un docente de física, una Madame Curie.
Sin embargo algo le decía que eso no sería así porque cuando escuchaba música, la niña se movía permanentemente dentro del útero. Quizá llegaría a ser violinista, cantante.
La pequeña sufría por no conocer al padre. Aunque tenía un excelente rendimiento escolar, su mente no paraba de generar preguntas para que la madre le describiera cómo era aquel marino. Las respuestas eran cada vez más imaginativas porque lo cierto es que apenas recordaba su silueta graciosa, el peso aplastante cuando lo tuvo sobre ella, el olor a alcohol y una tierna violencia que casi la aparta del lesbianismo.
La niña demostró habilidad para el baile y un desmesurado afán de protagonismo. La ambición artística de la pequeña la convirtió en poco tiempo en una excelente patinadora sobre hielo.
Para sobresalir de sus compañeros creó una técnica jamás vista antes: practicaba complejas y arriesgadas rutinas sin mirar, avanzaba a gran velocidad sólo de espaldas. Los más riesgosos desplazamientos los hacía retrocediendo.
Como profesora de baile trasmite su técnica explicándoles a los alumnos que en una pista de competencia, da lo mismo mirar hacia adelante para calcular la distancia a recorrer que mirar hacia atrás para calcular la distancia ya recorrida.
Irina fue ovacionada en grandes escenarios y la madre es feliz con el talento de su hija para la geometría.
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13 comentarios:
La cagó con el final trunco Doc, pero le juro que lo demás es poesía pura.
A veces pienso si no tendré hijos por ahí, de mujeres que me hayan usado como semental.
Es muy difícil usar la palabra feliz al final de un cuento y que quede bien.
A veces la única manera de avanzar a gran velocidad es yendo de espaldas.
Sólo retrocedo para tomar impulso.
Lo cierto es que quien busca matemática, la puede encontrar en cualquier parte.
El azul del vestido de la patinadora, es justo el que toma la noche antes de caer.
Espero que para la chica no sea un mal presagio.
Qué pelotuda la madre,
en lugar de disfrutar el baile
sueña con la geometría...
Qué raro, quién lo diría!
Algunos disfrutan el baile
y otros la geometría.
De mi pasión por desplazarme retrocediendo, lo único que he ganado ha sido volver a la infancia.
Las rutinas se hacen sin mirar. Se barre arriba de los pies de la abuela, se cocina hablando por teléfono, se hace el amor ordenando la agenda del lunes.
Después de la película "Castillos de Hielo", todo el mundo sabe que ser patinadora sobre hielo sin mirar, no es nada del otro mundo.
El problema de ser petisa es que nunca podés sobresalir hacia arriba; la única que te queda es los costados.
Sí, hay personas que tienen un afán de protagonismo desmesurado. Por ej, conozco un tipo que en su afán por ser fogozo, usaba condón solar.
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