Usamos las novelas escritas o filmadas para procesar, resolver, aliviar las pasiones que nos angustian. Por esto los escritores y directores también son profesionales de la salud mental.
Es posible afirmar que las poderosas pasiones humanas (amor, odio, ambición, codicia, celos, envidia) siempre fueron estudiadas, tratadas, definidas por los grandes dramaturgos y novelistas, hasta que apareció Sigmund Freud (1856-1939), inventor del psicoanálisis, quien según he propuesto en otros artículos (1), es probable que también haya sido un novelista pero que por error su obra terminó siendo mejor reconocida como ciencia que como arte, aunque insisto en que era un gran escritor.
En realidad Freud lo que hizo fue aplicar un estilo tan particular a su creación, que a partir de él se formó una nueva rama del árbol descriptivo de las pasiones humanas.
El gran tronco literario no se detuvo, continúa creciendo con el agregado de nuevos autores que, justo es reconocerlo, prácticamente no agregan nada novedoso.
Me atrevería a decir que las novedades se terminaron con William Shakespeare (1564-1616) (imagen). A partir de él, casi todo lo escrito gira en torno a los mismo temas con alteraciones en la forma de redactar, con la inclusión de algunas anécdotas interesantes para el lector, ... pero las pasiones humanas siguen siendo material privilegiado de la literatura, con o sin los aportes freudianos.
Y al hablar de creación literaria estamos reconociendo el predominio de la ficción, de lo fantaseado, del «como sí».
También es posible proponer a esta altura que los imparables motores, móviles, resortes del acontecer humano son tratados, entendidos, pensados poniéndolos en el lugar de personajes, de semejantes inventados cuyas vicisitudes, peripecias, éxitos y fracasos vivimos como propias.
En suma: los humanos procesamos (intentamos solucionar) la mayoría de nuestras emociones personales poniéndonos en el lugar de personajes imaginarios, inventados, inexistentes.
(1) Todo tiempo pasado tenía un futuro
Freud y Drácula
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12 comentarios:
Qué lo parió! el pintor que hizo ese babero.
Lo que me queda claro es que Freud fue un pionero. Seguro que fue el único hombre que nació 17 años después de haber muerto.
Algunos de mis mejores amigos son escritores a los que sólo conocí a través de sus letras.
Los personajes de una novela nos ayudan a pensar, a organizar nuestros sentimientos e ideas. Comparamos su derrotero con el nuestro, confrontamos con ellos, nos ponemos de su lado o nos convertimos en enemigos. Nos inspiran piedad, ternura, admiración, enojo... Si a la lectura le sumamos el ejercicio de la escritura, el entrenamiento en cuanto a la organización del pensamiento y la búsqueda de la belleza, son más intensos.
La escritura, la literatura, el cine, y si vamos al caso, toda actividad artística o intelectual, es terapeútica y enriquecedora. Refuerza nuestros recursos para vivir y encontrar la alegría... o aliviar la pena.
A veces los personajes imaginarios son más reales que los existentes. De eso me doy cuenta después; después cuando dejo de verlos y ellos dejan de hablarme.
Bueno, tanto como profesionales de la salud mental yo no diría.
Ellos por lo general no hacen daño.
La ira está en mi sangre y cuando se me escapa hace destrozos.
El psicoanálisis es un arte; por eso hace bien.
Nolo, sos un bestia, pero igual, seguí participando.
Del árbol de las pasiones humanas, la rama de Freud es la más sensual.
Y cómo es una rama sensual, Corina?
Ah...! Una rama sensual es gris y lisa. Se extiende delgada haciéndole encajes al cielo. Sostiene sus hojas en un suspiro y permite que el viento las deje volar.
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