domingo, 26 de junio de 2011

Lo que se aprende en un congreso

Con Mauricio fuimos compañeros de facultad. Aunque él era un año mayor que yo, estaba dos años atrasado en la carrera porque había tenido que trabajar para ayudar a sus padres.

Cuando él hablaba en las asambleas estudiantiles me hacía volar al Medioevo, imaginándome a los juglares que provocaban suspiros a las mujeres-niñas que habían nacido con matrimonios concertados pero a quienes sus espíritus libres permitían disfrutar de amores clandestinos.

Por presión de sus padres nos casamos cuando el embarazo de Camila cursaba el segundo mes.

Nos fuimos a vivir a un apartamento precioso que ellos habían comprado con mil sacrificios para vivir de su renta.

Un par de semanas posteriores a nuestro regreso de la brevísima luna de miel, a mí me surgió la posibilidad de ir a un congreso que no me lo podía perder para iniciar la colección de certificados que enriquecieran mi currículum.

La despedida por una semana fue con lágrimas y abundante sexo. Casi una segunda luna de miel.

Cuando llegamos con una amiga al mismo hotel donde se realizaba el evento (Quito - Ecuador) comenzaron mis problemas al tomar el ascensor que nos llevaba a la habitación.

Cuando miré al señor que cargaba las valijas, literalmente se me aflojaron las rodillas, tragué saliva y sentí una insólita contracción en el ano.

Ni me animé a hablarlo con mi amiga pero el hecho es que este señor supo hacer las cosas, abrió una habitación vacía para que hiciéramos el amor, fue la primera y última vez que sentí todo lo que sentí, ni me acordé del embarazo, apenas visualicé a Mauricio y eso fue todo.

El hombre, un verdadero caballero, seguramente experto en pasajeras impulsivas, siguió tratándome los cinco días restantes como si nada hubiera ocurrido.

Esta conducta inesperada de mi cuerpo se explica por un sinsentido. Cuando yo no sabía si era heterosexual o lesbiana, prometí que si algún día encontraba un varón con los mismos ojos de mi profesora de música me acostaría con él pasara lo que pasara.

Cuento todo esto porque recién esta mañana entendí por qué me puse tan furiosa con Mauricio cuando me comentó que quizá fuera a un congreso.

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8 comentarios:

Beatriz dijo...

En los congresos una está tan contenta de encontrarse con gente que hace tiempo no veía, que la actividad científica inevitablemente queda en un segundo plano.

Lola dijo...

El problema de Ecuador es el calor...

Marita dijo...

Ay! callesé que mi marido se llama Mauricio y ahora tiene un congreso de odontología!

Gabriela dijo...

Hablando de juglares que hacen suspirar... parece que Silvio Rodríguez viene a Uruguay justo el día de mi cumpleaños :)

Líber dijo...

Para que un matrimonio concertado salga bien, no hay que apurar las negociaciones.

Luis dijo...

El hombre que cargaba con las valijas; qué buena metáfora!

Ma. Eugenia dijo...

La profesora de música era donante?

la osita dijo...

Con el osito también nos conocimos en la facu y vamos juntos a todos los congresos.