viernes, 11 de diciembre de 2009

Vivir o ser vivido

Todos le tememos a la muerte.

Quizá el temor se nos presenta como el miedo a las pérdidas (del amor, de la salud, del bienestar).

Con esta aclaración podría decir que todos le tenemos miedo al dolor porque éste es el que realmente conocemos, el que no querríamos (volver a) padecer y el que nos hace acordar que somos mortales.

¿Qué hacemos para defendernos de este temor?

Implementamos estrategias para evitar el dolor de las pérdidas (del bienestar y en última instancia de la vida).

Algunas estrategias son:

— cuidamos mucho la salud física (dietas, medicinas, controles);

— quitamos de nuestra mente todos los temas que podría atraer la mala suerte (evitamos hablar de enfermedades, de fracasos, de tragedias);

— (por el contrario), tratamos de hablar de temas angustiantes en un intento de conjurar (anular) eso de lo que tanto hablamos (enfermedades, fracasos, tragedias).

En una palabra: el temor nos recuerda que somos débiles. Para compensar esta horrible sensación, nuestra mente construye el sentimiento de omnipotencia.

Gracias a este sentimiento podemos suponer dos cosas:

— que realmente somos omnipotentes y que tenemos controlada nuestra vida. De esta forma nos mostramos orgullosos, arrogantes, nos llevamos el mundo por delante. Casi podemos sentirnos inmortales.

— que realmente es posible ser omnipotente pero que por algún defecto propio no podemos serlo. Esto nos deprime y hasta podemos sentirnos al borde de la muerte siempre.

En suma: tanto la euforia como la depresión son consecuencias de un error básico según el cual creemos posible controlar la vida, que vivimos porque queremos, que vivir es un acto de voluntad, una tarea, un ejercicio.

Conclusión: los seres vivos no vivimos sino que somos vividos. La vida es un fenómeno natural del que somos espectadores pero no actores.

●●●

10 comentarios:

Florencia dijo...

¡Se me prendió la lamparita! Lo que atrae la mala suerte en casa son los informativos.

José Gervasio dijo...

Un buen antídoto contra esa desagradable sensación de ser débil, se logra siendo MAGNÁNIMO. De esa manera logras descentrarte de ti mismo y sentirte fuerte porque tienes un buen concepto de ti mismo.

Manuela dijo...

No entiendo porqué tú dices que la euforia y la depesión son consecuencias de sentir que podemos controlar nuestra vida. ¿Prometes extenderte en este tema en otra ocasión?

Anahí dijo...

Me parece que la fe religiosa aporta ese sentimiento de omnipotencia del cual ud habla. Por eso la religión puede ser muy peligrosa.

la retórica dijo...

¿Cómo le podemos llamar a eso que nos obliga a levantarnos todos los días aunque tengamos ganas de cerrar los ojos para siempre?
Ya sé, instinto de conservación ¿no?

Anónimo dijo...

No pido ser omnipotente, no estoy reclamando parecerme a Super Man. Me alcanza con ser un man digno de algún respeto.

Raquel dijo...

Superman está con los puños cerrados. Eso es signo de que no está en actitud de dar (salvo que sea dar un puñetazo)

CHECHU dijo...

LA MUERTE ES MI HOGAR

Martín dijo...

Tengo unas tías viejas que se pasan hablando de tragedias y enfermedades. Ellas conjurarán la angustia pero a mí me tienen las pelotas llenas.

Rosana dijo...

Como mujer a veces me gusta sentirme débil y tener un hombre bien grande y fuerte que me proteja. Ya sé que eso es un resto prehistórico y es una pena que siga obrando en mí, porque la verdad es que ese hermoso hombre grandote, necesita de mi fortaleza tanto como yo de la suya.