En un artículo publicado hace unos meses con el título Consuelo con secuelas les comentaba que la costumbre de acariciar a un niño que llora diciéndole «¡Pobrecito mi niño!» puede instalar en él la creencia en que «ser pobre atrae algún tipo de consuelo amoroso».
El razonamiento terminaba comentando que ésta puede ser una causa de la pobreza patológica de algunas personas.
Esta hipótesis en manos de algunas filosofías de la curación puede hacer creer que lo mejor es evitar consolar a un ser querido diciéndole «¡pobrecito!».
Incorporar la rutina de evitar decir o hacer ciertas cosas es una forma de utilizar un recursos muy sencillo que todos sabemos manejar y que se llama «represión».
La represión psíquica es tan sencilla y económica como la represión policial o militar para resolver algunos problemas (personales o colectivos respectivamente).
De hecho es lo que hace la naturaleza a su modo: cuando algo nos hace mal sufrimos intensos malestares. Sus anuncios son algo violentos, agresivos, desconsiderados.
En un intento por copiar los métodos de nuestra Jefa Suprema (la Naturaleza), los humanos hacemos algo similar: cuando alguna conducta es impropia para los intereses de la sociedad, entonces la prohibimos y le asociamos algún tipo de castigo para los incumplidores.
El psicoanálisis es más impopular porque es más considerado. En vez de reprimir y castigar las conductas impropias, les busca las causas y se pone a trabajar con cada paciente para encontrar otra forma de ser más eficiente para sí mismo y para los demás.
Y repito: el psicoanálisis es impopular porque es más considerado. Esto lo reafirmo porque los humanos somos drásticos para con los errores ajenos aunque decimos y creemos ser tolerantes, justos y equilibrados.
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11 comentarios:
Cuando me robaron el auto (que apareció a pocas cuadras porque felizmente siempre tiene muy poca nafta), deseé matar al desgraciado. Por suerte para ambos, no sé quién es.
Muchas personas piensan que el psicoanálisis lo justifica todo. Desde mi punto de vista esa postura es equivocada. Lo que sucede simplemente, es que la función del psicoanálisis no pasa por justificar o no justicar; de lo que se trata es de comprender.
Encontrar un poco de consideración es un motivo suficiente como para comenzar el análisis. Voy a pensarlo.
Estoy utilizando la represión con demasiada frecuencia. Soy una olla a presión!
El psicoanálisis se aparta de las leyes de la Naturaleza porque no reprime con castigos.
No me quiero sentir culpable pero tengo que reconocer mis errores. Eso es muy difícil.
Ayer me frené a tiempo y no le dije "pobrecita" a mi nena cuando se raspó la rodilla. Lo que espero es que no haya captado la cara que puse.
Acá la represión policial debe ser carísima, porque todo es un viva la pepa!
Reconozco que soy un poco salvaje, lo que pasa es que estaba harta de que me preguntaran por puro formulismo "¿cómo estás?" , por eso ahora respondo: "¡qué te importa!"
Tengo un consejo para Selva. Como una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, ella puede hacer como yo, que todos los días digo frente al espejo que estoy bien.
Ya voy por la repetición 749 ¡me falta menos de un año!
Dicen que los primeros psicoanalistas eran como los maestros pre-valerianos; te golpeaban con una regla en la yema de los dedos y hasta el mismo Freud usaba su abano encendido con fines represivos.
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