Los maestros y los médicos simplifican sus tareas presionando a los padres y a los pacientes.
La medicina preventiva es antipática (1) para
muchas personas porque nos acusa de que no nos sabemos cuidar.
La medicina preventiva tiene algo de parecido
a lo que hacen los maestros de escuela cuando convocan a los padres para
pedirles algunos cambios en la enseñanza hogareña, especialmente en temas de
conducta, para que el niño tenga un comportamiento más juicioso en la clase,
para que preste atención a lo que el maestro dice, para que, en definitiva, el
maestro gane el mismo salario a cambio de un menor esfuerzo, lo cual significa
que el maestro obtiene un aumento de salario tan solo presionando a los padres
para que domestiquen mejor a sus hijos-alumnos.
Los padres con mayor predisposición a suponer
que crearon a sus hijos gracias a la maravillosa habilidad de la que están
dotados, se sienten responsables del defecto
de fabricación del que son acusados por el maestro, y es a partir de entonces
que comienzan a presionar a su vez a los niños para que no les hagan pasar
vergüenza y, si el chico no obedece adecuadamente, entonces será denunciado ante un
psiquíatra o un psicólogo quienes deberán encargarse de disciplinar al pequeño
(con medicamentos o terapia), para que no haga pasar vergüenza a los padres
aunque en definitiva sea para que el maestro trabaje menos.
Retomo el comentario sobre la medicina
preventiva, sólo para agregar que los médicos tienen mil veces más dificultades
en curar una enfermedad que en pregonar angustiantes recomendaciones, asustando
a los pacientes con que deben cuidar la ingesta de azúcar, de grasas, de comida
chatarra, de golosinas, de bebidas gasificadas, de carnes rojas, de bebidas
alcohólicas y el extenso listado de fantasmas que pueblan su hipocondríaca
imaginación.
(Este es el
Artículo Nº 1.630)
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10 comentarios:
Es más difícil curar una enfermedad que intentar prevenirla. Pero ojo! A veces creemos estar previniendo una enfermedad y no lo estamos haciendo, porque todavía desconocemos lo suficiente sobre esa enfermedad, como para poder prevenirla.
No olvidemos que también sucede que maestros y médicos nos alertan a veces, de dificultades que los padres no veíamos en nuestros hijos, sea por falta de información o sea porque las negamos.
Saber cuidarse se puede sumar a las tareas imposibles. Podemos cuidarnos sí, pero nunca con total efectividad. Primero porque no sabemos lo suficiente y segundo, porque no podemos preveer los imponderables, los accidentes, los cataclismos.
Creo que lo mejor que hice de niño, fue no perstarle demasiado atención a los maestros.
Como maestra le digo que son muchos los padres que no se sienten responsables por las dificultades de sus hijos. Los defienden ante situaciones indefendibles. No los preparan para vivir en el mundo que les tocó vivir. Los justifican y sobreprotegen.
Mi madre no quería que la hiciera pasar vergüenza y me pellizcaba finito por abajo de la mesa, cada vez que metía la pata o me hacía el vivo. Yo no entendía por qué no le divertían mis picardías, pero ahora la comprendo. Es difícil ser padre.
Los maestros que no saben conducirse frente a los ¨niños problema¨, deberían hacer algo: revisar su vocación, revisar sus aptitudes, formarse adecuadamente, soportar su impotencia.
Cuando los médicos nos prohiben todo, nos enferman aún más de lo que estábamos. Los médicos tienen que entrenar sus orejas y dar consejos cuando uno se los pide.
A veces pienso que lo lógico sería que todos los médicos fueran hipocondríacos. Conviviendo todos los días con las enfermedades ajenas más las propias, sería natural. Sin embargo veo que muchos médicos fuman, toman demasiado alcohol, no cuidan su dieta, no hacen ejercicio... Es difícil de entender.
Los maestros trabajan menos cuando no se preocupan por sus alumnos. Si se interesan, si se preocupan, ya empiezan a trabajar más. Es bastante fácil llenar el ojo y cumplir con la currícula. Distenderse y hacer la vista gorda también.
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