domingo, 15 de julio de 2012

Amor por señas


Con Rebeca tuvimos un amor apasionado, a pesar de su marido o gracias a su marido.

Me enteré de su dirección porque la seguí varias veces y al llamar a su apartamento para que alguien le abriera la puerta, supe que vivía en el piso 24, igual que yo en mi edificio, ubicado a unas diez manzanas.

Rebeca es ese tipo de mujer que además de ser hermosa, sabe que lo es. Su marido, sin embargo, es común y corriente.

Cierta vez que la vi caminando más despacio, le dije todo lo que pensaba y deseaba de ella, usando la más absoluta claridad y como si se tratara de un discurso que yo había pronunciado mil veces.

Ella, notoriamente impresionada por mi aspecto y mi facilidad de palabra, no me contestó ni me miró cuando tocó el timbre de su apartamento para que le abrieran y rápidamente perderse en el largo y oscuro corredor de su edificio.

Utilizando un telescopio, comencé a observar sus movimientos pues, felizmente, yo veía todo lo que ocurría en las habitaciones exteriores y en la azotea, donde ella salía a tomar sol y a tender la ropa que lavaba.

Comencé a darme cuenta que las prendas que colgaba incluían un mensaje de respuesta a mi abordaje. De izquierda a derecha, como quien lee, colgaba un sostén rosado de encaje, luego una diminuta bombachita haciendo juego, un baby-doll muy glamoroso y, separados por un largo espacio, un calzoncillo y un par de medias masculinas.

Corrí a colgar de mi cuerda un pantalón deportivo que hablara de mi estado físico, una camisa blanca que informaba de mi pulcritud, y separado por un largo espacio, un pañuelo masculino para que ella supiera que yo estaba libre para amarla.

Al día siguiente, su información fue más audaz, provocativa: colgó tres pequeñas bombachitas, un par de medias de dama y ninguna ropa masculina.

En respuesta, colgué mis cinco calzoncillos para que supiera que yo estaba dispuesto a todo y que nada me detendría.

El diálogo continuó hasta que el viernes colgué ropa proponiéndole seguirla nuevamente para concretar un encuentro. Así lo hice.

Cuando me vio, apartó la mirada con un gesto de disgusto. Pero enseguida me miró con picardía, corrió a colgarse de mi cuello y puso un muslo entre mis piernas, enardeciéndonos aún más.

(Este es el Artículo Nº 1.629)

12 comentarios:

Mary Poppins dijo...

Me súper-recontra-encantó su cuento.
Súpercalifragilísticoespialidoso.

Amanda dijo...

Cuando subo a la azotea cuelgo: tres pantaloncitos de bebé, diez pares de escarpines, un gorrito de lana con pom-pon, cinco camisetitas de algodón. En la otra cuerda cuelgo dos vaqueros; el mío y el de mi esposo.
Son etapas de la vida.

Él dijo...

Olvidé decir que cuando ella salía a tomar sol, yo evitaba quedarme en la azotea de mi edificio. La encandilaba demasiado y eso no le resultaba agradable.

Rebeca dijo...

Él no se quedaba en la azotea porque se quemaba.
Siempre fui muy apasionada.

la vecina del piso 25 dijo...

Qué desilusión!!! Pensé que me miraba a mí.
Tanta ropa que colgué con mensajes que nunca fueron descifrados!
Qué ingrata es la vida...

el portero dijo...

Lo sospechaba... Hace meses que veo a Rebeca distinta, cambiada... Cuando llega del súpermercado a veces se ríe sola. A veces olvida saludarme. Con el esposo está mucho más amable. Es como que perdió el malhumor que la caracterizaba.

Rebeca dijo...

Debo aclarar que cuando él dice que me habló y me dijo todo lo que pensaba y deseaba de mí, yo no escuché nada. No recuerdo en absoluto ese momento. Muchos vecinos se acercan para saludarme porque soy una mujer muy sociable y simpática. Capaz que me dijo algo... pero la verdad no me acuerdo.

Él dijo...

Pero de la ropa sí te acordás, amor. Esos mensajitos eran más que claros. Decí que yo tuve paciencia y esperé a que sacaros los calzoncillos de tu marido.

Rebeca dijo...

JAJAJAJA!!!
Eso sí. Eso es verdad.
Pero nunca registraste cuando colgué una camisetita de bebé.

la dueña de la camisetita de bebé dijo...

Mamá me contó esa historia. Nunca se la creí, aunque cuando papá nos abandonó y no supe más de él, pensé que era adoptada.
Capaz que mi papá no es mi papá.
Capaz que mi papá es ese cretino que cuelga calzoncillos!
Bah... qué más da. Ahora me pasan a buscar mis amigas y salimos a bailar.
La vida es una fiesta.

Luciana dijo...

Cuando el marido es necesario para el amante es porque quiere un triángulo amoroso, no?

Pappo dijo...

Se aprende psicología con esto cuentos raros.