jueves, 26 de julio de 2012

Señor, ¡líbranos de los libros!



Los libros son fetiches usados por quienes prefieren la televisión y los deportes populares, pero se avergüenzan por ello.

La realidad tiene dos caras o, mejor dicho, el cerebro humano percibe que la realidad tiene dos caras o, mejor dicho, el cerebro humano percibe que la realidad tiene dos caras pero tiende a eliminar una de las dos para solo ver una cara.

En suma: la realidad no tiene ninguna cara, pero el cerebro percibe dos de las cuales, a una la ignora.

Pondré un ejemplo: Fulano es una buena persona, pero es un ignorante.

Fulano, con toda seguridad es una persona complejísima, que ni un grupo interdisciplinario (psicólogos, sociólogos, médicos, religiosos) podría llegar a conocer plenamente. De más está decir que Fulano mismo, no se conoce,  pero quienes creemos conocerlo, decimos que es bueno e ignorante. Es como decir que un avión para doscientos pasajeros consta de cuatro motores y una cantidad de ruedas de goma negra.

Por esta característica cerebral de considerar que conociendo una parte lo conocemos todo (metonimia) (1) es que existen los fetiches: Ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos (2).

Si bien no me estoy ciñendo estrictamente a los significados académicos de «metonimia» y «fetiche», cuento con vuestra flexibilidad intelectual para que pensemos lo siguiente:

En la actualidad ¿A quién le importan realmente los libros? Respuestas tentativas: a los escritores, a las editoriales, a los libreros, a unos pocos lectores y a nadie más.

En la actualidad ¿A quiénes les importan los libros como fetiche elegante y prestigioso? Respuesta breve: a casi todos los no mencionados.

En suma: Los libros son fetiches usados por quienes prefieren los programas de televisión con mayor audiencia y los deportes populares, pero se avergüenzan de ello.

   
(Este es el Artículo Nº 1.640)

10 comentarios:

Natalia C. dijo...

jajajaj!!! Muy bueno. ¿Sabe que tiene razón? Pero tengo que hacer un alegato a favor de los bibliotecarios, a nosotros también nos importan los libros, vengan en el formato que vengan.

Andrés dijo...

Lo que dice Natalia es cierto, pero hay excepciones... Tengo un amigo bibliotecario, (aclaro que no es bibliotecólogo) al que no le importan nada los libros. Es más le fastidian. Pero se llena la boca diciendo que es bibliotecario. Accedió a ese puesto de trabajo gracias al favor que le hizo un amigo.

Sebastián dijo...

El fetiche libro a veces da buenos resultados. Yo quería una novia intelectual, no sé por qué. Entonces me iba siempre a la biblioteca por si las moscas. Ahí conocí a Dalia. Un bomboncito de lentes con unos rulos maravillosos y una cola esculpida en mármol.

Silvio dijo...

Me importan un carajo los libros, me apasiona el fútbol y nunca me pierdo a Tinelli. Para mí el libro no es un fetiche. El libro llevado abajo del brazo me genera desconfianza.

Antonio dijo...

Para algunos, una persona que anda con libros ya nos da un signo de credibilidad. De pronto el tipo lo único que quiere es reciclar el papel. La metonimia instantánea nos lleva a cometer grandes errores. Aunque a veces, a partir de una suposición falsa se hacen grandes amistades.

Clarisa dijo...

La realidad tiene dos caras. Nosotros vemos sólo una, porque la otra nos da la espada. Aunque en realidad la realidad tiene una sóla cara pero nosotros somos ciegos para verla. En suma: la realidad no tiene ninguna cara. La realidad es como un fantasma deforme.

Lautaro dijo...

Fulano es una mala persona, pero sabe un montón. Con toda seguridad es una persona muy simple, que ni siquiera se da cuenta que lo es. Podríamos poner a su disposición todo un equipo interdisciplinario que diría: fulano es una persona muy compleja, parece simple, pero eso es sólo una fachada. Es como decir que una silla cuenta con aire acondicionado, alas y bayestas en los apoya brazos.

Gastón dijo...

Conozco a Fulano y les puedo decir que no es una persona mala. En realidad no es ni mala ni buena. Es una persona. Los que no la conocen gastan saliva en elucubraciones.

Anónimo dijo...

Las Biblias poseen poderes sobrenaturales. Yo tengo una siempre en la mesa de luz. Todos los días la abro en una página cualquiera y obtengo mi guía para ese día. Gracias a mi Biblia nunca me equivoco. Actúo de manera sabia. Cuando ella duerme a mi lado, sobre la fría mesa de luz, piensa. Ella busca lo que va a decirme a la mañana. Cuando la abro ella dialoga conmigo, me aconseja. Es más que un libro de cabecera, es la palabra de Dios que día a día se me revela.

Rodrigo dijo...

Cada uno de mis libros es una metonimia. Un libro de Galeano es una metonimia de Galeano, un libro de Borges es una metonimia de Borges. Y así con cada uno de mis libros.
Aunque tengo un problema: los libros de Freud no son una metonimia de Freud. No sé qué son. Parece que en sus páginas hablara el diablo.