Los humanos somos capaces de convertir a la sexualidad en una actividad sobrecargada de dificultades artificiales.
En
una publicación anterior (1) les decía textualmente: «La sexualidad humana es muy sencilla pero se torna difícil y hasta imposible de entender si
insistimos con que los humanos tenemos libre albedrío.»
Luego de este enunciado, el artículo continúa
fundamentando los porqués del libre albedrío y sus efectos secundarios
indeseables, pero recién ahora intentaré dar cuenta de por qué la sexualidad
humana es tan sencilla.
Es sencilla porque es igual, aunque no
idéntica, a la de los demás mamíferos.
No es idéntica porque todas las especies
tienen rasgos identificatorios que justifican su «aislamiento reproductivo»
(2), esto es, que el único tipo de semen que fecunda a las hembras es el
producido por el macho de su misma especie.
Es sencilla porque cuando las mujeres están
cursando un periodo de fertilidad, aumenta su deseo sexual y claramente buscan
a un hombre que las fecunde.
Ese hombre difícilmente eluda la invitación
femenina porque su propio cuerpo está preparado para que el deseo sexual
aumente hasta niveles incontrolables y en muy poco tiempo (minutos, horas,
quizá dos días) estará descargando su semen en la vagina de la mujer en estado
de fertilidad.
Y esta es toda la sexualidad humana. No hay
más nada que esto.
Ahora bien, para quienes desean complicarla,
dramatizarla, tragedizarla, existen infinitas formas, recursos, historias para
tomar ejemplo.
Las fantasías sobre el libre albedrío nos
llevan a tener ideas de propiedad entre los fornicantes. Por algún motivo, uno,
otra o ambos, se creen con derechos sobre quien fecundó o fue fecundada.
Este único capricho cultural es capaz de
volver algo tan pacífico en un caos, en rituales aparatosos, en vinculaciones
patrimoniales, en alianzas políticas, en fiestas, viajes, compras, regalos.
Toneles de saliva en conversaciones.
(Este es el Artículo Nº 1.634)
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12 comentarios:
Es difícil evaluar si la cultura es una bendición o una desgracia. Lo cierto es que el humano es un ser cultural. Algunos aspectos de la cultura los hemos complicado en demasía y sufrimos las consecuencias.
Soy un partidario de la simpleza, aunque me confieso capaz de disfrutar las sobrecargas barrocas.
Cada uno y a su vez la humanidad, tendrá que continuar evaluándose.
Algo tan pacífico y placentero como es el vínculo sexual, puede tender al amor más sublime o al odio más disparatado.
La sexualidad humana no es idéntica a la de otros mamíferos. No sólo porque comparte el aislamiento reproductivo que tienen las demás especies. También lo es porque, según Darwin, somos una especie más evolucionada. Parecería que la evolución complica las cosas. Es paradojal, porque la evolución surge a partir de la necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias. El humano ha sido muy capaz de adaptarse, pero eso no significa que lo haya hecho feliz y aromoniosamente. El camino evolutivo es intrincado. Con el tema de la sexualdidad no nos ha sido fácil.
Como mujer me resulta difícil opinar sobre su planteo. Me niego a ser considerada una hembra dentro de la cual el macho que se sienta convocado descargará su semen. Hay algo del orden de lo humano que me impide verlo de esa manera. Y no me arrepiento por ello.
Creo que las palabras que elegimos para decir las cosas, cambian el significado de lo que queremos decir. En lugar de usar la palabra hembra, convocado y descarga de semen, podemos hablar de mujer, enamorada y hacer el amor. Entonces nos quedaría así: La mujer se enamora de un hombre al que desea. Este se siente atraído por ella y quiere hacerle el amor, tocarla, acariciarla, besarla, tener un hijo con ella.
La verdad ignoro si curso períodos de fertilidad. Todavía no se me retiró la menstruación pero el llamado de la selva no se hace oir.
Una de las cosas que más complica el matrimonio es el motivo por el que fue creado: conservación y reproducción de patrimonio.
Admito que soy una mujer en estado de fertilidad permanente.
La clase de biología donde dijeron que el deseo sexual del hombre aumenta hasta niveles incontrolables, fue justo el día que mi marido faltó porque se hizo la rabona conmigo.
En ese entonces éramos novios y nuestros deseos sexuales eran incontrolables.
Hombres y mujeres nos hemos impuesto una cantidad de derechos y deberes que giran en torno a la sexualidad humana. Los humanos legislamos, normatizamos. Es uno de los caminos que encontramos para organizarnos.
Vivir la poesía, el encanto y la ilusión de entrar a una iglesia con el vestido de novia, del brazo del padre, mientras suena el Ave María y el novio espera junto al altar, es algo que no puede describirse con palabras.
Fuimos capaces de crear un momento tan hermoso como ese. Lo llenamos de símbolos, de flores, lágrimas, anillos. Es un ritual maravilloso. Lamento haberlo vivido sólo como espectadora.
Creo que te entiendo Silvia. A veces podemos cerrar los ojos y poner en pausa las dificultades, la falta de certeza, las miserias, los autoengaños, y vivir algo tan maravilloso como lo que tú describes. Me parece bien poner la pausa, siempre y cuando seamos concientes de que es eso, una pausa de la realidad, un momento mágico, casi surrealista.
Luego la realidad es más compleja, pero no por eso menos bella. La realidad no es tan fulgurante, existe el dolor, la incomprensión, la desilusión, el desaliento. Pero encontrarse con otro y tener ganas de construir algo juntos, es algo mucho más grande, certero y profundo, que ese cuento de hadas.
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