Les contaré un mínimo pasaje de la biografía
de alguien que llamaré Laura para que ningún lector sepa quién es, pues para
ella es muy importante no ser reconocida mientras que para los demás el dato es
irrelevante.
De las tres hermanas ella era la que mejor
cuidaba a sus muñecas. Las otras podían dejarlas olvidadas en el piso, sobre
algún sillón o en la casa de una tía: Laura las cuidaba rigurosamente. Por
ejemplo, la única persona autorizada para darles un beso, (a las muñecas), era
su tío Braulio, porque también era el único que cada tanto traía algunos
regalos (para las muñecas): caramelos, vestiditos, perfumes.
Todos estos regalos eran guardados
cuidadosamente para cuando las muñecas fueran grandes y pudieran disponer de
ellos, ... aunque después comprendió que la ropa les quedarían chicas y más
tarde aún se dio cuenta que las muñecas no crecen.
Un vecino muy afectuoso era el pedíatra de
cabecera de las muñecas.
Cuando ella se sentía mal, esperaba a
mejorarse para llamar al «pedíatra»,
pedirle una consulta y llevar a su muñeca predilecta para que el vecino la
aconsejara sobre unos malestares significativamente similares a los que acababa
de padecer Laura.
El «médico»
la recibía con toda seriedad, se ponía una túnica blanca, la sentaba en su
rodilla y la escuchaba frente a un espejo mientras le acariciaba lentamente los
muslos.
Laura le
contaba con lujo de detalles los síntomas que padecía su muñeca, pero luego de
las primeras frases muy coherentes, comenzaba a contarle las preocupaciones de
la muñeca sobre las pesadillas, el miedo a los ratones, los repentinos
temblores de frío que la despertaban a medianoche, los ruidos de la cama de los
padres, las extrañas sensaciones en sus muslos acariciados.
Estos
juegos casi solitarios de Laura, fueron paulatinamente abandonados hasta que
las amigas comenzaron a tener hijos verdaderos sobre los que ella opinaba con
infinita cantidad de consejos.
Cuando
cumplió 34 años una amiga se animó a preguntarle qué pasaba con ella, si nunca
había pensado en tener hijos, a lo que Laura contestó con vaguedades pero tuvo
que correr al baño para vomitar.
Ella dice
no acordarse, pero es probable que aquel «vecino pedíatra» haya cometido algún
error inconfesable.
(Este es el Artículo Nº 1.591)
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10 comentarios:
Es muy buena la viñeta clínica.
El personaje del médico me resulta muy tierno, a pesar de que sería ¨el malo de la película¨.
Ese hombre que se hacía pasar por médico ¿no tenía consciencia del daño que podía provocarle? Porque sin duda la quería.
Lo más probable que no, Euge. Sus deseos no le permitían razonar con claridad. ¿A quién no le pasa eso?
Ustedes los psicólogos justifican todo. Hasta la pederastia, por Dios! Se están volviendo locos?!!!
No vi que acá nadie justificara nada. Estamos pensando, nada más. En el artículo se habla de ¨error inconfesable¨. Si se considera que es un error, no se lo está justificando. Pero nos negamos a pensar. Catalogamos, diagnosticamos, juzgamos... y nos quedamos ahí.
Pienso que las madres, o quienes cumplan ese rol, erotizan al niño al amamantarlo, mimarlo, higienizarlo. Si esto no fuera así, nuestros pequeños enfermarían gravemente e incluso morirían.
Lo malo no son las caricias, ni la sexualidad. Lo malo es violar la intimidad de manera prepotente. Lo malo es lastimar. No estoy queriendo decir que esté bien lo de las caricias en los muslos. En nuestra cultura eso no entra. Y esa niña creció en nuestra cultura. Evidentemente ese gesto amoroso iba a traerle problemas en el futuro.
El ¨médico¨ estaba jugando un rol paterno, y estaba rompiendo con el tabú del incesto. Ahí está el problema. La niña sentía deseos hacia el padre-médico y este hacia ella, su ¨hija¨-esposa. Pero los satisfacían. Eso está prohibido en nuestra especie.
Laura tuvo que vomitar. Tuvo que sacar afuera lo que no estaba del todo digerido. Una prueba de que no había terminado de procesarlo es que ante la pregunta de por qué no había tenido hijos, ella va y vomita.
Creo que esta viñeta nos puede ayudar a pensar el tabú del incesto. Se menciona a menudo, pero no sé si se trabaja mucho. Habrá que buscar información sobre el tema que nos ayude a pensar. Sin información para tomar como base, creo que me costaría mucho pensarlo yo sola. Es difícil pensar un tabú.
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