viernes, 8 de junio de 2012

(Texto irónico)



Para vivir en tu verdad personal, debes mantenerte en pie de lucha contra quienes opinan algo diferente y quieren insinuártelo.

¿Quieres redecorar tu entorno afectivo? Quizá ya lo sepas pero te lo contaré a mi modo: si constataras que no soy 100% novedoso para ti, quizá algo puedas aprovechar.

A la redecoración que me refiero no es la arquitectónica sino la del campo de las sensaciones, las emociones, los sentimientos.

Comencemos con una noción general: la realidad, la verdad, lo indiscutible, es una farsa, pero no cualquier farsa: es la farsa aprobada por la mayoría.

En otras palabras: la verdad en cada época y cultura es la farsa más popular.

Esta es la noción número uno. Si no la aceptaras, estás viviendo en el lugar equivocado. Convendría que te mudaras a otra cultura donde puedas compartir las creencias más populares. De no hacerlo estarás participando de un ecosistema impropio para tu organismo. Eventualmente podría llegar a ser tóxico.

Existen pequeños desajustes que tu puedes controlar incorporando algunas prácticas muy sencillas, que no requieren estudio, memorización ni ensayo.

Siempre debes predisponer a tu interlocutor (familiar, amigo, amante ocasional) para que no se le ocurra contrariarte.

Por ejemplo, tus comunicaciones deben comenzar con un «¡¿Dime si no tengo razón?!», «¡Tienes que reconocer que...!», «¡La única interpretación posible es...!».

En otras palabras: para poder redecorar tu entorno afectivo debes tener las ideas firmes, no andar con vacilaciones: tus aseveraciones deben ser inapelables. Tu rostro debe advertir sobre la furia destructiva de la que serías capaz si alguien te contradijera, opinara algo diferente o no te cree con fidelidad perruna.

Si tú sintieras que todo el mundo está en tu contra, que te atacan, que quieren perjudicarte, rechaza drásticamente a quien opine que estás paranoico. No, no, no, ¡nadie tiene derecho a contrariarte!

(Este es el Artículo Nº 1.596)

11 comentarios:

Leticia dijo...

La foto que eligió está buenasa!!!
El pajarito se pone por encima de la prohibición, se posa y se sujeta en ella para recuperar fuerzas y continuar volando.

Margarita dijo...

De acuerdo con usted. Todos tienen derecho a contrariarnos. Cada cual tiene su propia verdad, digna de ser defendida.

Anónimo dijo...

Mi peor interlocutora es mi esposa. Imposible dialogar con ella. Cuando discrepa pone una cara que da miedo. Entonces, desgraciadamente, tengo que buscar otros interlocutores.

Norton dijo...

Las personas que quieren imponernos sus ideas, su ideología, sus sentimientos y deseos, adoptan una actitud violatoria de los derechos humanos.

Carolina dijo...

A mí me gustan las propuestas de Fernando porque son sólo eso, propuestas, invitaciones a pensar y a discrepar a través de los comentarios.

Marcos dijo...

Hasta las decisiones del Juez se pueden apelar. Es tonto que nosotros nos pongamos en una actitud tal, que nuestras aseveraciones sean inapelables.

Evangelina dijo...

Para redecorar nuestro entorno afectivo, nada mejor que el amor. El amor implica respeto. Intenta no enfadarse, mantener la mansedumbre, aplacar la ira propia y la del otro. Para practicarlo necesitamos estar en paz y armonía con nosotros mismos.

Luis dijo...

A veces confundimos la fidelidad perruna con el amor. Ese tipo de fidelidad que implica bajar la cabeza, no lleva a otra cosa que al desamor o la bronca contenida; bronca que está en peligro de estallar a través de la violencia, ya sea hacia el otro o hacia nosotros mismos. Muchas de las enfermedades llamadas psicosomáticas, podrían tener ese origen.

Magdalena dijo...

Por lo que dice Luis es tan importante intentar poner nuestros sentimientos en palabras, sobre todo cuando son sentimientos que nos llenan de ira. Para poder hacerlo, si es posible, tenemos que estar serenos, buscar el momento adecuado. De lo contrario aparece la depresión, la violencia, las enfermedades psicosomáticas.

Gabriela dijo...

Era muy común en las civilizaciones mesoamericanas el juego de pelota. Los mayas lo realizaban con una pelota de caucho que sólo podía ser impulsada por los muslos, las nalgas o los brazos. Consistía en pasar la pelota por un aro de piedra que estaba muy alto. Se enfrentaban dos equipos. Y del resultado dependía la vida o la muerte. No está claro si eran sacrificados los vencedores o los perdedores. Los que opinan que se les cortaba la cabeza a los ganadores, se basan en las creencias mayas, donde el valor del honor está por encima del valor de la vida. Era un juego ritual; la sangre del decapitado era regada sobre la tierra para fertilizarla.
Todo esto viene a cuento por lo que plantea Mieres acerca de que ¨la verdad en cada época y cultura es la farsa más popular¨.

Amaranto dijo...

Le temo a las ironías xq nunca sé qué va en serio y qué en broma.