Para vivir en tu verdad personal, debes mantenerte en pie de
lucha contra quienes opinan algo diferente y quieren insinuártelo.
¿Quieres redecorar tu entorno afectivo? Quizá
ya lo sepas pero te lo contaré a mi modo: si constataras que no soy 100%
novedoso para ti, quizá algo puedas aprovechar.
A la redecoración que me refiero no es la
arquitectónica sino la del campo de las sensaciones, las emociones, los
sentimientos.
Comencemos con una noción general: la
realidad, la verdad, lo indiscutible, es una farsa, pero no cualquier farsa: es
la farsa aprobada por la mayoría.
En otras palabras: la verdad en cada época y
cultura es la farsa más popular.
Esta es la noción número uno. Si no la
aceptaras, estás viviendo en el lugar equivocado. Convendría que te mudaras a
otra cultura donde puedas compartir las creencias más populares. De no hacerlo
estarás participando de un ecosistema impropio para tu organismo. Eventualmente
podría llegar a ser tóxico.
Existen pequeños desajustes que tu puedes
controlar incorporando algunas prácticas muy sencillas, que no requieren
estudio, memorización ni ensayo.
Siempre debes predisponer a tu interlocutor
(familiar, amigo, amante ocasional) para que no se le ocurra contrariarte.
Por ejemplo, tus comunicaciones deben comenzar
con un «¡¿Dime si no
tengo razón?!», «¡Tienes que reconocer que...!», «¡La única interpretación
posible es...!».
En otras
palabras: para poder redecorar tu entorno afectivo debes tener las ideas
firmes, no andar con vacilaciones: tus aseveraciones deben ser inapelables. Tu
rostro debe advertir sobre la furia destructiva de la que serías capaz si
alguien te contradijera, opinara algo diferente o no te cree con fidelidad
perruna.
Si tú
sintieras que todo el mundo está en tu contra, que te atacan, que quieren
perjudicarte, rechaza drásticamente a quien opine que estás paranoico. No, no,
no, ¡nadie tiene derecho a contrariarte!
(Este es el
Artículo Nº 1.596)
11 comentarios:
La foto que eligió está buenasa!!!
El pajarito se pone por encima de la prohibición, se posa y se sujeta en ella para recuperar fuerzas y continuar volando.
De acuerdo con usted. Todos tienen derecho a contrariarnos. Cada cual tiene su propia verdad, digna de ser defendida.
Mi peor interlocutora es mi esposa. Imposible dialogar con ella. Cuando discrepa pone una cara que da miedo. Entonces, desgraciadamente, tengo que buscar otros interlocutores.
Las personas que quieren imponernos sus ideas, su ideología, sus sentimientos y deseos, adoptan una actitud violatoria de los derechos humanos.
A mí me gustan las propuestas de Fernando porque son sólo eso, propuestas, invitaciones a pensar y a discrepar a través de los comentarios.
Hasta las decisiones del Juez se pueden apelar. Es tonto que nosotros nos pongamos en una actitud tal, que nuestras aseveraciones sean inapelables.
Para redecorar nuestro entorno afectivo, nada mejor que el amor. El amor implica respeto. Intenta no enfadarse, mantener la mansedumbre, aplacar la ira propia y la del otro. Para practicarlo necesitamos estar en paz y armonía con nosotros mismos.
A veces confundimos la fidelidad perruna con el amor. Ese tipo de fidelidad que implica bajar la cabeza, no lleva a otra cosa que al desamor o la bronca contenida; bronca que está en peligro de estallar a través de la violencia, ya sea hacia el otro o hacia nosotros mismos. Muchas de las enfermedades llamadas psicosomáticas, podrían tener ese origen.
Por lo que dice Luis es tan importante intentar poner nuestros sentimientos en palabras, sobre todo cuando son sentimientos que nos llenan de ira. Para poder hacerlo, si es posible, tenemos que estar serenos, buscar el momento adecuado. De lo contrario aparece la depresión, la violencia, las enfermedades psicosomáticas.
Era muy común en las civilizaciones mesoamericanas el juego de pelota. Los mayas lo realizaban con una pelota de caucho que sólo podía ser impulsada por los muslos, las nalgas o los brazos. Consistía en pasar la pelota por un aro de piedra que estaba muy alto. Se enfrentaban dos equipos. Y del resultado dependía la vida o la muerte. No está claro si eran sacrificados los vencedores o los perdedores. Los que opinan que se les cortaba la cabeza a los ganadores, se basan en las creencias mayas, donde el valor del honor está por encima del valor de la vida. Era un juego ritual; la sangre del decapitado era regada sobre la tierra para fertilizarla.
Todo esto viene a cuento por lo que plantea Mieres acerca de que ¨la verdad en cada época y cultura es la farsa más popular¨.
Le temo a las ironías xq nunca sé qué va en serio y qué en broma.
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