miércoles, 6 de junio de 2012

La envidia y la homosexualidad



La envidia tiene semejanzas con la homosexualidad en tanto ambas condiciones avergüenzan a quienes las poseen y causan variados problemas sociales.

A un armario empotrado le llamamos clóset o placar. Es bastante conocida la expresión «salir del clóset» para definir la acción por la que una persona homosexual decide publicar su opción.

Supongo que esta forma de decirlo deriva de que la persona con esa particularidad sabe que la sociedad acepta de buen grado a los heterosexuales que algún día se casarán con alguien del sexo opuesto y gestarán hijos para alegría de la especie, de los propios cónyuges y de los abuelos.

Asimismo siente que la homosexualidad es rechazada por una mayoría y solo aceptada por los demás homosexuales o por quienes gustan mostrarse como liberales.

Los homosexuales que no ocultan su preferencia, ya saben que lo menos malo es asumir la propia condición, aceptarse, tratar de organizar la vida con esa realidad y, sobre todo, hacer el menor escándalo posible en un vano intento de disimular las mortificantes dudas, inseguridades y angustia que acompañan esta decisión crucial (compartir la información, aceptarse, «salir del clóset»).

Esta introducción sirve para comentarles que algo similar deberíamos hacer con la envidia (1).

La furia contenida y mal disimulada que sentimos contra quien parece tan feliz con su familia, con su cuerpo, con su trabajo, es moralmente comparable a la opción sexual que anula la posibilidad de procrear.

Por otra parte, las dificultades que tienen los homosexuales para publicar su forma de desear, parece menor a la que tienen los envidiosos que en muchos casos ni siquiera se dan cuenta que lo son.

No se acostumbra decirle al «envidiado» cuanto lo envidiamos. El malestar que produce su bienestar sólo alienta la muda esperanza de que le vaya mal, con o sin nuestra ayuda.

 
(Este es el Artículo Nº 1.594)

12 comentarios:

Evangelina dijo...

Habría que envidiar de una forma muy grosera para desear que al envidiado le vaya mal.

Andrea dijo...

Sospecho que aún los que al envidiar, no pareciéramos desear que a la persona envidiada le vaya mal, sentimos cierto alivio cuando eso les pasa. Es como si largáramos el aire y dijéramos ¨puff¨, al fin. Parece que sacáramos la siguiente conclusión: en realidad él/ella, no es tanto mejor que yo, como pensaba...

Alicia dijo...

Pensando lo que dice Andrea, creo que ese ¨puff¨de expulsar el aire, tiene que ver con lo de ¨reventar de envidia¨. Cuando a la persona envidiada le va mal, podemos soltar un poco de aire: por un tiempito más no vamos a reventar.

Jacinto dijo...

Es mucho más fácil darse cuenta de que uno es homosexual, a darse cuenta que uno envidia. Muchos homosexuales somos envidiosos, pero esto último no lo queremos saber.

Enrique dijo...

¿Cuál es la forma de desear del envidioso? Desea como todo el mundo, desea lo que no tiene o cree no tener. Quizás lo que haga la diferencia sea que en ese no tener, se asienta disminuído, inferiorizado frente a los demás.

Marcos dijo...

Me pregunto si el envidioso desea cosas que no tiene o cosas que no es.

Alicia dijo...

El envidioso no se pregunta demasiado acerca de su envidia. En primer lugar porque muchas veces la ignora, en segundo lugar porque si lo hiciera descubriría aspectos de si mismo que quizás no quiera conocer.

Yoel dijo...

Lo que somos y lo que tenemos está muy interrelacionado. A veces es muy difícil de separar.

Carolina dijo...

Algún tonto podría pensar que está comparando la homosexualidad con la envidia, Doc.

Mª Eugenia dijo...

¿Y qué hay de malo en que se puedan comparar, si hacerlo nos ayuda a pensar?

Lautaro dijo...

La envidia está en todas partes.
Todos podemos sentirnos comparados.

Margarita dijo...

Estoy de acuerdo con la propuesta de Mieres: sacar la envidia del closet. Pero sacarla con una actitud reflexiva y honesta, me refiero a que sacarla descargándola impulsivamente, nos hará sentir peor.