Una mayoría cree que los profesionales deberían tomar las decisiones
políticas, sin recordar que los profesionales solo conocen partes aisladas de
la realidad.
Los pueblos primitivos creían en que los
dioses eran los encargados de la lluvia, del trueno, de los vientos.
Otros estaban encargados de la fertilidad de
la tierra, del ganado y de los mismos seres humanos.
La medicina era algo diferente a la actual, en
tanto los componentes mágicos, la idealización y la superstición eran más
espontáneos, sinceros, ingenuos. Nuestra medicina sigue apoyándose fuertemente
en la sugestión, la idealización y la «aparatología mágica», pero ningún contemporáneo aceptaría que, ante la
enfermedad, nuestro cerebro piensa, siente y razona como hace mil años.
La mayoría
de las personas actuales creen con fervor que los técnicos, expertos y
profesionales, saben.
En algunos
casos, especialmente preocupantes, esas ingenuas personas creen que los
técnicos, expertos y profesionales, no solamente conocen hasta el último
detalle de lo que refiere a su título habilitante (licenciatura, doctorado,
maestría), sino que lo saben todo, es decir, geografía, botánica, política
internacional, arte culinario, ufología (1), etc., etc..
Es bastante
conocido un cuento hindú donde se dice que seis ciegos quisieron saber qué era
un elefante, y no pudieron saberlo porque el que tocó el cuerpo pensó que era
una pared rugosa, el que tocó una pata pensó que un elefante es un árbol, el
que tocó la trompa pensó que un elefante es una víbora, y así siguieron
opinando los ciegos.
Los profesionales
también integran ese prejuicio según el cual ellos mismos sabe de todo, como
pensaron los cieguitos al suponer que un elefante no es más que eso que
palparon (piel, pata, trompa).
Los políticos
son las personas más idóneas para tomar resoluciones generales porque, si bien
no saben nada de nada, al «elefante» (la realidad) lo ven completo.
(Este es el
Artículo Nº 1.613)
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9 comentarios:
Cierto que algunos políticos saben ver la realidad de manera global y contextualizada. De todos modos ellos no escapan de lo que nos toca a todos: percibimos sólo lo que somos capaces de percibir.
Estoy de acuerdo con Evaristo. Cuando estoy deprimida, sigo viendo la realidad de manera global, pero con signo negativo. Todo me parece desesperanzador, terrible, todo me asusta, tengo miedo. Creo que nada tiene arreglo.
¿Se imaginan las concluiones a las que puede llegar un político deprimido?
A veces los políticos perciben la realidad desde el ojo de su partido. Quieren llegar al poder para aplicar todas sus maravillosas ideas, darle satisfacción a su deseo narcisita de logro (no digo esto de modo peyorativo), se cierran ante las propuestas del partido opositor. De este modo contribuyen a la parcialización de la realidad, tan característica de nuestra cultura; cultura en la que ellos -al igual que todos- están incertos.
Los políticos que se consideran ¨todólogos¨, lo dicen con humor. Esos no son peligrosos, saben que en realidad no es así. Sin embargo puede que hayan otros que sí se lo crean.
En Uruguay tuvimos un Presidente médico. Médico especializado en oncología. Desde mi punto de vista ese hombre en la presidencia era un cáncer, pero es sólo un punto de vista. Lo cierto es que este hombre no podía separar su ser Presidente de su ser Médico. Eso fue una suerte, porque de lo contrario se habría vuelto loco. Aunque es probable que no sea humanamente posible escindirse de esa manera.
El vetó toda posibilidad de legalizar el aborto y lanzó la campaña de cesación del tabaquismo. A sus ideas como médico, se sumaban sus creencias religiosas. Con esas particularidades personales quiso imponerse ante el Parlamento.
Complicado.
Siempre buscamos a alguien en donde depositar el supuesto saber. En el fondo sabemos que nadie sabe mucho, pero esto nos llena de angustia, por lo tanto los ciudadanos tomamos una medida sanitaria inteligente: creer que hay algún otro que posee el saber.
¿Qué haría yo si no confiara en mi médico? Varias veces he desconfiado y sigo desconfiando. Me doy el beneficio de la duda, pero apuesto a él. De lo contrario me sentiría parada sobre la nada, y aunque adoro el mar, también necesito pisar tierra firme. Aunque esa tierra, sea firme sólo ante nuestros ojos.
Hablando de saber, si nos referimos a saber sobre nosotros mismos, en cierto modo, cada uno de nosotros es el que más sabe sobre si mismo. Esto nos puede llevar a engaños, porque tampoco es del todo cierto que sepamos mucho sobre nosostros mismos. Creo en la existencia del inconsciente y por lo tanto admito una buena dosis de ignorancia sobre mi mismo.
Por qué eso de ¨cieguitos¨. Acabo de escuchar este artículo y esa palabra me resonó mal. Soy ciego, no cieguito. No se apenen por mí, no crean que soy pequeñito y preciso protección. Me las arreglo; distinto que la mayoría de ustedes, pero con eficacia.
Conocí un veterinario que se quedó obsesionado con la pata de un elefante. La palpaba día y noche. Cada vez le encontraba algo nuevo, alguna rugosidad o alguna pequeña superficie suave y lisa que se le había pasado por alto. De este modo fue que nunca conoció al elefante. Pero conocía como a la palma de su mano, la pata del elefante.
Con el tiempo decidió escribir un ensayo: ¨La pata del elefante, sus vicisitudes y congruencias¨. Nadie leyó el ensayo, salvo su santísima madre. Este hecho cambió la vida del veterinario. De allí en más decidió cambiar de rumbos.
Viajó a África y se adentró en la Selva del Congo.
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