domingo, 3 de junio de 2012

Una madre reprimida


Les contaré un mínimo pasaje de la biografía de alguien que llamaré Laura para que ningún lector sepa quién es, pues para ella es muy importante no ser reconocida mientras que para los demás el dato es irrelevante.

De las tres hermanas ella era la que mejor cuidaba a sus muñecas. Las otras podían dejarlas olvidadas en el piso, sobre algún sillón o en la casa de una tía: Laura las cuidaba rigurosamente. Por ejemplo, la única persona autorizada para darles un beso, (a las muñecas), era su tío Braulio, porque también era el único que cada tanto traía algunos regalos (para las muñecas): caramelos, vestiditos, perfumes.

Todos estos regalos eran guardados cuidadosamente para cuando las muñecas fueran grandes y pudieran disponer de ellos, ... aunque después comprendió que la ropa les quedarían chicas y más tarde aún se dio cuenta que las muñecas no crecen.

Un vecino muy afectuoso era el pedíatra de cabecera de las muñecas.

Cuando ella se sentía mal, esperaba a mejorarse para llamar al «pedíatra», pedirle una consulta y llevar a su muñeca predilecta para que el vecino la aconsejara sobre unos malestares significativamente similares a los que acababa de padecer Laura.

El «médico» la recibía con toda seriedad, se ponía una túnica blanca, la sentaba en su rodilla y la escuchaba frente a un espejo mientras le acariciaba lentamente los muslos.

Laura le contaba con lujo de detalles los síntomas que padecía su muñeca, pero luego de las primeras frases muy coherentes, comenzaba a contarle las preocupaciones de la muñeca sobre las pesadillas, el miedo a los ratones, los repentinos temblores de frío que la despertaban a medianoche, los ruidos de la cama de los padres, las extrañas sensaciones en sus muslos acariciados.

Estos juegos casi solitarios de Laura, fueron paulatinamente abandonados hasta que las amigas comenzaron a tener hijos verdaderos sobre los que ella opinaba con infinita cantidad de consejos.

Cuando cumplió 34 años una amiga se animó a preguntarle qué pasaba con ella, si nunca había pensado en tener hijos, a lo que Laura contestó con vaguedades pero tuvo que correr al baño para vomitar.

Ella dice no acordarse, pero es probable que aquel «vecino pedíatra» haya cometido algún error inconfesable.

 (Este es el Artículo Nº 1.591)

10 comentarios:

Alicia dijo...

Es muy buena la viñeta clínica.

Andrea dijo...

El personaje del médico me resulta muy tierno, a pesar de que sería ¨el malo de la película¨.

Mª Eugenia dijo...

Ese hombre que se hacía pasar por médico ¿no tenía consciencia del daño que podía provocarle? Porque sin duda la quería.

Luis dijo...

Lo más probable que no, Euge. Sus deseos no le permitían razonar con claridad. ¿A quién no le pasa eso?

Evangelina dijo...

Ustedes los psicólogos justifican todo. Hasta la pederastia, por Dios! Se están volviendo locos?!!!

Luis dijo...

No vi que acá nadie justificara nada. Estamos pensando, nada más. En el artículo se habla de ¨error inconfesable¨. Si se considera que es un error, no se lo está justificando. Pero nos negamos a pensar. Catalogamos, diagnosticamos, juzgamos... y nos quedamos ahí.

Gabriela dijo...

Pienso que las madres, o quienes cumplan ese rol, erotizan al niño al amamantarlo, mimarlo, higienizarlo. Si esto no fuera así, nuestros pequeños enfermarían gravemente e incluso morirían.
Lo malo no son las caricias, ni la sexualidad. Lo malo es violar la intimidad de manera prepotente. Lo malo es lastimar. No estoy queriendo decir que esté bien lo de las caricias en los muslos. En nuestra cultura eso no entra. Y esa niña creció en nuestra cultura. Evidentemente ese gesto amoroso iba a traerle problemas en el futuro.

Enrique dijo...

El ¨médico¨ estaba jugando un rol paterno, y estaba rompiendo con el tabú del incesto. Ahí está el problema. La niña sentía deseos hacia el padre-médico y este hacia ella, su ¨hija¨-esposa. Pero los satisfacían. Eso está prohibido en nuestra especie.

Natalia dijo...

Laura tuvo que vomitar. Tuvo que sacar afuera lo que no estaba del todo digerido. Una prueba de que no había terminado de procesarlo es que ante la pregunta de por qué no había tenido hijos, ella va y vomita.

Elena dijo...

Creo que esta viñeta nos puede ayudar a pensar el tabú del incesto. Se menciona a menudo, pero no sé si se trabaja mucho. Habrá que buscar información sobre el tema que nos ayude a pensar. Sin información para tomar como base, creo que me costaría mucho pensarlo yo sola. Es difícil pensar un tabú.