Desde cierto punto de vista, la
intolerancia a las nuevas ideas tiene una justificación biológica.
No todo el mundo cree en el «dualismo cartesiano» (1), es decir,
es probable que los seres humanos seamos solamente orgánicos, sin componentes
espirituales, inmateriales e inmortales, como propuso René Descartes.
Si somos
tan animales mamíferos como los demás, aunque tan diferentes del resto como
también lo son las diferentes especies (una jirafa es distinta de un gato),
podemos llegar a comprender que nuestro cerebro segrega ideas porque algunas de
sus funciones específicas, son: pensar, percibir y percibirse, razonar.
Una de las tantas técnicas médicas que nos
maravillan son los trasplantes o injertos (2).
Si suponemos que somos 100% biológicos también
podemos suponer que la psiquis es una función biológica más.
Con estos pocos elementos podemos suponer que
las dificultades médicas que existen para que los injertos sean exitosos son
similares a las dificultades psicológicas que existen para que alguien acepte
una idea ajena.
En otras palabras, podemos suponer que las
dificultades de un injerto de tejido se parecen a las dificultades de un cambio
de opinión, de creencia, de punto de vista.
Sin ir más lejos, quienes están convencidos de
que el «dualismo
cartesiano» es verdadero, tendrán serias dificultades «orgánicas» para
aceptar que somos todo materia. De
manera similar a lo que ocurre con un injerto de tejido cuando es rechazado por
razones inmunológicas por el organismo receptor, la propuesta materialista será
olvidada y desestimada por quien la esté leyendo ahora mismo.
Tanto en
los injertos de tejido ajeno como en la aceptación de ideas desconocidas,
existen rangos de tolerancia: algunos tejidos ajenos son fácilmente aceptados
por el organismo receptor y algunas ideas desconocidas son fácilmente aceptadas
por el organismo receptor.
En suma: la intolerancia a las nuevas ideas tiene
una justificación biológica.
(Este es el
Artículo Nº 1.567)
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9 comentarios:
Se me ocurre un paralelismo entre la prohibición del incesto y el rechazo del organismo a los injertos y transplantes. Si un órgano es donado, por ej, de padre a hijo, en general, hay más probabilidades de que el transplante resulte exitoso. No siempre sucede esto, porque a veces es necesario que el grado de deterioro del órgano transplantado mantenga cierta cercanía con el del órgano que fue estirpado, porque el cuerpo funciona como una unidad, y no podemos ponerle a una persona de 60 años, los pulmones de una persona de 20, porque el de 60 tiene un corazón de 60 años, no un corazón de 20.
De todos modos puede decirse que en cuanto a transplantes de órganos y tejidos, el incesto funciona bien. Del mismo modo ocurre que somos más propensos a aceptar las ideas y costumbres que provienen de nuestros padres y de nuestros ancestros, que las ideas y costumbres de culturas foráneas.
Estoy de acuerdo con Mieres, somos cuerpos, nuestra psiquis es tan parte del cuerpo como pueden serlo los riñones. Cada órgano y sistema tiene funciones diferentes, pero todos son interdependientes.
La globalización no sólo alude a la lenta tendencia a uniformizar las distintas culturas, sino también a la interdependencia de las naciones.
Las nuevas ideas del S. XVII, el llamado Siglo de las Luces o Ilustración, hizo tambalear la hegemonía religiosa y puso sobre el tapete la importancia de la razón. Los griegos habían encontrado un buen equilibrio entre religión y razón, pero la Europa de la Edad Media, época denominada por algunos historiadores como Oscurantismo, no se parecía a la cultura griega. ¿Por qué fueron aceptadas Las Nuevas Ideas? Probablemente eran necesarias para una porción de la humanidad que corría el riesgo de eclosionar si no cambiaba. ¿Fueron motivos económicos? Quizás sí. En la Época Medieval los estamentos sociales estaban organizados de tal modo que una mayoría de campesinos pobres, trabajaba para una minoría de nobles y sacerdotes.
Puede suceder que cuando alguien plantea una idea nueva (no una idea innovadora, sino una idea que se opone a otras ideas dominantes), la primera reacción de nuestro organismo sea defenderse. El organismo se defiende del precario equilibrio que con tanto esfuerzo, tantas renuncias y privaciones, ha logrado establecer. Si bien este equilibrio no es definitivo, pues pasamos de un equilibrio a otro, el pase nunca es violento, son pequeños matices que con el pasar del tiempo podrían llegar a convertirse en grandes cambios. Pero los cambios violentos de paradigma, nos violentan. Es como si nos exigieran un transplante de manos, cuando ya teníamos educadas a las manos nuestras para manejarse con eficacia.
Me acuerdo que mi abuelo siempre decía: ¨no me vengan con ideas raras¨.
Más que aceptar ideas nuevas, creo que se trata de comprender ideas nuevas. Pensamos con nuestras ideas viejas y a las ideas nuevas las oímos como ideas viejas pero malformadas, absurdas. Muchas veces no podemos alcanzar a discernir que se trata de ideas nuevas.
Para poder escuchar ideas nuevas, tenemos que vencer el miedo a la incertidumbre, a quedar sin referencias.
No podemos quedarnos sin referencias. Eso es imposible. Lo que sí podemos tratar es de incorporar nuevas referencias, haciendo los cambios que nuestro inconsciente entienda necesarios, en nuestras ideas viejas.
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