domingo, 6 de mayo de 2012

La cara de Paul McCartney


Llegamos demasiado temprano porque a mí se me metió en la cabeza que la gente se atropellaría para sentarse lo más adelante posible a pesar de que teníamos sillas numeradas y que habíamos pagado una fortuna por ellas.

Para mi sorpresa, no fue así. Todo estaba muy ordenado, la gente parecía civilizada y tengo que reconocer que me equivoqué.

No sé por qué estaba nervioso. En general los espectáculos en vivo me producen ansiedad y tengo miedo de que en medio de la función sienta deseos desesperantes de orinar.

Yo la miraba a Lilián más que a la infinita cantidad de estímulos visuales, móviles, luminosos y coloridos que nos rodeaban. Le miraba el perfil. ¡Estaba preciosa!

Cuando empezó el espectáculo apenas miré al cantante para seguir mirándola a ella y empecé a «irme» de lo que me rodeaba, a tal punto que sólo aplaudía cuando ella lo hacía, para seguir mirándola.

«Volé» a un cumpleaños de 15, cuando la conocí y quedé fascinado con su cara, la sonrisa, el pelo y la maravillosa forma de bailar.

Yo tenía fama conmigo mismo de que las que me gustaban a mí gustaban de otro, pero milagrosamente comenzó a hablarme, la invité a bailar y me aceptó, empecé a levitar con las canciones de los Beatles que estaban en pleno furor.

Otros muchachos la invitaban a bailar, ella me miraba a mí y les decía que estaba conmigo.

Luego fuimos novios. Recuerdo que para una Noche Buena me gasté todo el aguinaldo para comprarle un vestido fantástico, brillante, hasta el suelo, escotado adelante y atrás, que parecía diseñado para ella.

Los hombres más altos y elegantes que yo le decían piropos y ella seguía conmigo. Yo me preguntaba «¿Por qué a mí?» y hacía esfuerzos para no ilusionarme con que mi suerte había cambiado.

Luego de aquella Noche Buena, nos fuimos a bailar y luego a un hotel. Seguía mirándola y era tan hermosa como Paul McCartney. Yo estaba enamorado de la cara de Paul y en la cama, haciendo el amor con ella, la miraba y era idéntica.

Ahora, en el concierto de Paul McCartney, no quiero ni mirarlo porque su rostro ha cambiado. La miro a ella porque sigue tan divina como antes. ¡El dolor! El maldito dolor me sacó del éxtasis, me retuerzo, ella se dio cuenta y pone su mano sobre mi rodilla, ¡qué feliz llegué a ser y ahora esta maldita enfermedad! ¿por qué a mí?

(Este es el Artículo Nº 1.564)

9 comentarios:

Emiliano dijo...

jajaja!! Tener fama con uno mismo. Está bueno.

Carolina dijo...

Me gustó mucho el cuento, Doc!!!

Gabriela dijo...

Le presté atención a eso de que la cara de Paul había cambiado pero la de ella seguía tan hermosa como antes. Seguramente tanto ella como el músico habían cambiado, envejeciedo. Pero el amor nos provoca eso. Vemos hermosas a las personas que amamos.

Leticia dijo...

Lo más lindo de un recital es compartirlo con amigos.

Blanca dijo...

Qué lástima enfermarse justo cuando se está feliz!

Gloria dijo...

Hay personas que aunque no estén, simpre van contigo.

Alba dijo...

Yo también me acuerdo cuando los Beatles hacían furor. Qué lindas épocas aquellas!!!

Diana dijo...

A mí también los espectáculos en vivo me emocionan mucho.

Grabriela II dijo...

Por lo que dijo Grabiela, me di cuenta que el relato alude a El retrato de Dorian Gray.