domingo, 27 de mayo de 2012

Cambio de actitud


— Sabes lo que ocurre, tío?, ella es muy delicada, tiene la piel finísima, blanca, suave, y a mí me da miedo lastimarla—, dijo mi sobrino, perturbado porque su enamoramiento lo atormenta.

Esta jovencita de su misma edad pertenece a un grupo de religiosos laicos que se dedican a hacer obras de caridad para la parroquia a la que pertenecen.

Se conocieron en esa tarea, ambos son muy devotos y parecen dotados de una gran santidad, lo que en psicoanálisis interpretamos como «una gran ingenuidad puesta al servicio de ocupar la mente en otros asuntos que los hagan olvidar de los intensos deseos que poseen» ..., o de los que son poseídos, correspondería decir.

— Ella dejó a su anterior novio porque era un mal hablado y fumaba—, continuó diciendo mi angustiado sobrino.

Su tono de voz me encendió una luz roja porque algo estaba presentándose «patas arriba» y, para entenderlo, tuve que imaginármelo al revés.

— María es muy responsable y por todo se amarga la vida. Está preocupada porque la madre a veces discute con su padre, no sabe cómo hacer para que su hermanito haga los deberes de la escuela, desearía tener un mejor empleo para ayudar en la economía de su casa, …—, continuó el enamorado.

Ahora la cantidad de «luces rojas» empezaron a encandilarme. Acá hay gato encerrado, pensé para mis adentros.

— Yo siento veneración por ella, quiero respetarla, adorarla, tenerla en un pedestal, complacerla en todo lo que insinúa que le gustaría tener—, continuó.

Ya sé que cuando los dichos del consultante me obligan a que cambie el cruce de mis piernas, es porque el cuerpo exige que «me ponga en marcha» con alguna interpretación enérgica, audaz, estimulante.

— Así que te inspira mucho respeto, veneración, adoración; pero a vos, ¿qué te gustaría hacer?—, le pregunté sin más vueltas.

— Por eso te consulto, tío. Yo quiero ser un degenerado, avasallarla, penetrarla como un salvaje, morderle esa piel casi transparente que ella tiene—, aulló mi sobrino, casi perdiendo el control.

— Pues bien, querido sobrino, existe la posibilidad de que eso mismo sea lo que María te está pidiendo. Ella quiere que la trates como a una hembra y quiere cambiar sus re-mordimientos hacia la familia por mordiscos tuyos que le dejen marcas que luego pueda admirar cuando se baña. Probá empezando de a poco y después me contás.

Ya a la siguiente sesión no vino y por teléfono me dijo, radiante:
— ¡Tío! Sos el mejor!! ¡¡Acertaste!!

(Este es el Artículo Nº 1.585)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Usted sigue escribiendo cuentos que me encantan. Y eso me encanta de usted.

Gabriela dijo...

Los cambios de actitud son mágicos. No sabemos porqué ocurren, ni como ocurren, pero de pronto se dan y nos sorprenden. Ahí es cuando nos cambian la vida.

Luján dijo...

Creo que la forma de vivir mi religión, no me ha desconectado de mis deseos. Fui una jóven alegre, con montones de amigos, tuve varios novios, me gustaba salir y divertirme. Pertenecer a una comunidad religiosa me dio la oportunidad de conocer mucha gente y reflexionar sobre los temas trascendentes de la vida.

Anónimo dijo...

Me hizo acordar a una novia que tuve. Ella era muy seria, responsable, correcta, amable.
Lo raro era que estaba que se partía! Porque las minas así, casi siempre son feas, pero ella no. Fue la novia más linda que tuve. Igual la historieta no tuvo final feliz. La tipa se puso a estudiar idiomas y se recibió de traductora. Dejó de hablar por si misma; sólo repetía lo que otros decían, pero en otro idioma. Entonces dejó de gustarme.

Rulo dijo...

Lo que pide María es verle la cara de Dios.

Natalia dijo...

Lo del cruce de piernas está genial! Ahora me doy cuenta de que a mí también me pasa. Cuando tengo que decir algo importante, cambio el cruce de piernas.

Tiago dijo...

Si tuviera un tío así, le pago igual la mitad de mi sueldo con tal de que se quede a vivir en casa.

Yoel dijo...

Andá a saber por qué tenía remordimientos María! Capaz que se sentía muy culpable por no parecerse a la Virgen María... Pero eso no es demasiado problemático. Para sacar el remordimiento nada mejor que volver a morder, pero ahora en el lugar adecuado.