A veces perdemos eficacia negociadora cuando hacemos afirmaciones que, si fueran cuestionadas, no sabríamos cómo fundamentar (explicar, justificar, defender).
El portavoz de los manifestantes, cuando logró
llamar la atención de los medios que cubrían la bulliciosa marcha en reclamo de
una mejor gestión de los gobernantes, pudo desarrollar ante las cámaras,
micrófonos y celulares, una larga lista de insatisfacciones, que en definitiva
podían resumirse en que «los
gobernantes no están haciendo lo que tienen que hacer».
Infortunadamente,
uno de los periodistas hizo una pregunta fatal, inoportuna, quizá
desproporcionadamente agresiva. Preguntó: «¿Qué entienden ustedes que los
gobernantes deberían hacer y no hacen?».
¡Cundió el
estupor! El portavoz enmudeció. Los manifestantes más cercanos, los que pudieron
escuchar la pregunta a pesar de la gritería, se miraron sin saber qué hacer,
aturdidos por el traicionero golpe de la interrogación.
Este
fenómeno que padecieron cientos de personas que dejaron sus ocupaciones para
concurrir a la convocatoria que se hizo por medio de las redes sociales, no fue
tan inútil porque nos permite sacar algunas conclusiones:
1) No es
cierto que muchas personas piensan mejor que pocas personas;
2) Además
de que los grandes grupos no pueden pensar porque se molestan recíprocamente,
se distraen unos a otros, todos creen algo así como «los demás [todos menos yo]
sabrán por qué estamos acá»;
3) Nuestro
cerebro no necesita pensar nada para echarle las culpas a otros de que «a mí me
vaya mal». La persona menos inteligente y más desinformada buscará culpables
antes que revisar sus propias acciones y omisiones;
4) Un
eslogan expresa una idea que se vuelve subjetivamente indiscutible cuando se lo
oye dicho por varios, especialmente en voz muy alta o a gritos;
5) Por
falta de disciplina intelectual, solemos hacer afirmaciones que, como en el
ejemplo del periodista, no sabríamos fundamentar.
(Este es el
Artículo Nº 1.581)
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11 comentarios:
Qué bueno que los artículos de este blog se puedan escuchar! Yo pongo la opción de escuchar y es como si estuviera oyendo a alguien por la radio, así que mientras puedo hacer otras cosas.
No sé, yo necesito concentrarme mucho mientras escucho y seguir la lectura de Mieres con mi propia lectura. De lo contrario me resulta muy difícil opinar. Las ideas que acá se presentan siempre me dejan descolocado.
Ahora que Tiago habla de eso de la concentración, se me ocurre vincularlo con lo que dice el artículo. Los grupos masivos actúan sin pensar, o mejor dicho, actúan habiendo pensado antes (eso en los casos más favorables, porque los bándalos o los hinchas que agreden después de un partido de fútbol, no creo que hayan pensado nada antes). Cuando los grupos masivos pensaron antes y luego largan una proclama, se movilizan, actúan: suman fuerzas. Frente a quienes los miran de afuera se comportan como un organismo, una sola cosa. Sin embargo, cada una de esas personas tiene sus matices, no piensan todos exactamente lo mismo.
Si nos concentramos en los reclamos, en lo que necesitamos y deseamos que nos brinden otros, podemos perder de vista la situación global en la que estamos inmersos. Sabemos lo que queremos y lo exigimos, pero no sabemos qué puede realmente hacer el exigido, ese a quien van dirigidos nuestros reclamos. Por ese motivo perdemos eficacia negociadora.
Para tener eficacia negociadora, es necesario ponerse, en la medida de lo posible, en el lugar del otro. Por eso hay que pensar, hay que hacer un gasto de energía, tenemos que estar motivados.
Creo que los grandes grupos tienden a actuar a la defensiva. Se oponen a otros grupos, siguen una lógica de acción y reacción, que termina desvirtuando sus objetivos.
El eslogan para ser eslogan tiene que ser repetitivo. Dicen que una mentira repetida cien veces se convierte en verdad.
Los eslóganes nos dificultan pensar. Se instalan en nuestra mente de manera cómoda, sin que podamos llegar a advertirlo. Nos bloquean cuestionamientos, razonamientos, incluso nos bloquean la posibilidad de apoyar de manera convencida, comprometida y profunda, una causa.
Me falta disciplina para todo!
Como dicen por ahí: sólo soy una víctima de la pereza!!!
Fundamentar a favor y en contra de una misma idea, es un buen ejercicio. Termina por generarnos fértiles dudas.
Los grandes grupos se manejan con un fuerte grado de emoción. Eso no es de extrañar; a cada uno de nosotros nos mueven más las emociones que las razones. Somos más afectivos que racionales. Eso no está mal porque permite que no perdamos conección con nuestros instintos.
Levantar el tono de voz parece amedrentar al que escucha. Otras veces lo enfurece o deja pasmado. Difícilmente los gritos promuevan una actitud negociadora, de diálogo, que permita co-pensar.
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