Los beneficios de «saber»
(adquirir conocimientos) son parciales pues debemos enterarnos de que también
tiene contraindicaciones (inconvenientes).
Decimos con mucha convicción que «El saber no ocupa lugar» queriendo
significar que «estudiar no tiene límites», que «no hay impedimentos físicos
para saberlo todo», que «la ignorancia no está objetivamente justificada».
Es tan
fuerte esta convicción que ni se nos ocurre averiguar qué efectos secundarios
indeseables tiene «saber».
Una lejana
mención respetable a esta duda se remonta al Antiguo Testamento (Libro del
Génesis - Biblia) donde, haciendo mención al Jardín del Edén se nos cuenta que
Dios le habría prohibido a Adán y Eva comer los frutos del Árbol del
Conocimiento del Bien y del Mal.
Como los
muy desobedientes comieron esos frutos prohibidos, Dios los expulsó del
Paraíso, no para castigarlos sino por temor a que también comieran del Árbol de
la Vida y esos humanos se convirtieran en dioses.
Otra lejana
mención respetable a las consecuencias indeseables de «saber» podemos hallarla
en el mito de la Caja de Pandora.
Según
cuenta esta leyenda, la mencionada diosa recibió el encargo de trasladar un
ánfora de un lugar a otro, con la expresa recomendación de que la conservara
cerrada. Como ella no pudo controlar su deseo de saber, la abrió y se
esparcieron todas las enfermedades que aún nos afectan.
La
curiosidad es una expresión de angustia.
Queremos
saber por temor a lo desconocido. Buscamos las causas de lo que nos afecta
suponiendo que mientras estas causas sean desconocidas no podremos atacarlas
para destruirlas y terminar con el malestar que nos preocupa, al que suponemos
ser el comienzo de lo que terminará matándonos.
Es el
inevitable temor al dolor y a la muerte lo que estimula nuestra curiosidad y
nos «obliga» a conocer hasta lo que no desearíamos saber.
(Este es el
Artículo Nº 1.555)
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11 comentarios:
Tenemos la ilusión de que todo, o casi todo, tiene una explicación. Si no nos la da la ciencia, la buscamos en la religión o en creencias esotéricas. Creemos que nuestro cerebro puede adueñarse del universo, conocerlo hasta en sus más mínimos detalles. Hemos progresado tanto,en lo que es ciencia y tecnología, que esta creencia tiene su lógica. Lo que nos cuesta ver es que nuestra visión del mundo sólo puede ser antropomórfica.
Cuando no queremos saber, habitualmente es porque preferimos creer que las cosas son mejores de lo que parecen, pero también pasa lo contrario, aunque parezca raro, creo que también buscamos no saber para creer que las situaciones son peores de lo que pensamos.
Si ocupará lugar el saber!! Lo que sabemos puede angustiarnos mucho, dificultarnos la toma de decisiones, hacer que tengamos grandes dudas para determinar lo que está bien y lo que está mal.
No pienso como Margarita. Creo que cuanto más sabemos, mejor capacitados estamos para tomar decisiones, juzgar y eliminar dudas.
Qué poder Álex!!!
Puedo entender que Dios no quiera competencia, pero que no podamos saber lo que está bien y lo que está mal... la verdad que me supera.
La humanidad puede ser atacada tanto por el mal como por el bien. Hacerle el bien a alguien, puede significar sobreprotegerlo, anularlo, impedirle crecer, subestimarlo, e incluso, ¨hacer el bien¨, puede significar -para algunos pocos- genocidio.
Siempre que alguien se cree dueño de la verdad, se vuelve peligroso cuando quiere hacer el bien.
La curiosidad es una expresión de angustia, tal como ud dice, y a su vez, esa angustia es el motor para continuar vivos, para movernos tras la busqueda de la satisfacción, el alivio y el placer.
De pronto tendríamos que tenerle un poco más de fe al inconsciente. Muchas veces el solito soluciona las cosas.
El saber que proviene de nuestro desarrollo cerebral, nos ha permitido adaptarnos a distintos climas y condiciones de vida. Parecería que somos la única especie que ha cometido la necedad de poblar el mundo entero, haciendo cosas como vivir en el Polo o en Siberia.
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