viernes, 10 de junio de 2011

La cuestionada propiedad de sí mismo

Los criterios de conveniencia personal pueden estar sometidos al criterio de los «seres queridos» al punto de recibir presiones para obedecerles.

Tengo una pregunta para hacerle: ¿Usted es suyo o ajeno?

Para ser suyo usted debería ser capaz de tomar las decisiones personales que se le ocurran siempre y cuando eso no causara perjuicio a otros.

Por ejemplo:

— debería tener el derecho a consumir los alimentos de su preferencia;

— si condujera una motocicleta debería tener la opción de tomar las medida de seguridad que considerara más oportunas y no quedar expuesto a que la policía lo obligue a usar un casco protector del cráneo;

— si usted padeciera una enfermedad no contagiosa, debería tener el derecho a buscar la solución que considere más conveniente (incluyendo la autocuración) en vez de verse compulsivamente obligado a utilizar los recursos de la medicina clásica.

Estas obligaciones no siempre provienen del Estado. Muchas veces vienen de los seres queridos que se sienten con el derecho a evaluar con espíritu crítico si usted está tomando o no las medidas que ellos consideran las mejores para su bien.

Observe este fenómeno lingüístico curioso: cuando escribo con letras rojas «las medidas que ellos consideran las mejores para su bien», son posibles dos interpretaciones:

1º) «su bien» se refiere a usted mismo, a quien está tratando de cuidarse como le parece mejor, pero también

2º) «su bien» se refiere a ellos, a quienes deciden por usted, como si usted no fuera propio sino que fuera una propiedad compartida e inclusive, solamente de los demás.

En suma: Los humanos necesitamos profundas horas de estudio, meditación, reflexión y análisis para darnos cuenta de algo aparentemente tan sencillo como es determinar quién debe decidir sobre la propia conveniencia aún cuando esa decisión no perjudica ni beneficia más que a uno mismo.

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16 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que me mata de la vejez es eso; que probablemente decidirán por mí mismo.

ulo dijo...

Si la conveniencia propia perjudica a otro, se nos arma terrible conflicto.

Rulo dijo...

Perdonen gente, me comí la R. El post anterior es mío.
Aprovecho para agregar que hay que ser muy civilizado para respetar los derechos ajenos; y ni así.

Filisbino dijo...

Además de civilizado, Rulo, hay que ser (como dice Fernando) muy autocrítico. Ser analítico con uno mismo o redondamente pagarle a un psicoanalista que colabore.

Marcia dijo...

A mí me subleva que siendo adulta, hayan otros adultos que se supongan con derecho a protegerme.

Tatiana dijo...

Lo único clásico que me gusta es la música, aunque no sé muy bien cuál es. Se me confunde con la barroca y otras que no les sé el nombre.

Ma. Eugenia dijo...

No será que la mayoría de nosotros le estamos pidiendo a las autoridades-padres que nos cuiden y se hagan responsables de nuestros actos?

Nito dijo...

Ta comprobado que las horas más profundas de estudio son las del sueño.

Nahuel dijo...

El personal de la salud dice al paciente que haga esto o aquello por su propio bien, pero está claro que no es así. Ellos tienen que cumplir con su rol, es decir, por su bien, cumplen con su rol.

Natalia dijo...

Nahuel tiene razón, la prueba está en que los profesionales que más fuman son los médicos y los enfermeros.

Chapita dijo...

Yo nunca usaría un casco. Tengo la esperanza de que un buen golpe en la cabeza vuelva a poner las cosas en su lugar. Y si no, me convertiré en un ángel y tendré colchón de nubes.

Olga dijo...

Mal pensado Chapita. También puede suceder que te veas obligado a subir rampas en silla de ruedas.

Mirna dijo...

Si nos vamos a poner a pensar en los accidentes, al final no hacemos nada, porque desde que existís corrés el riesgo de que el corazón deje de latir.

Laura dijo...

Pobre Guille!
Qué vida tan ajena...

la gordis dijo...

Tengo derecho a consumir los alimentos de mi preferencia, pero sé muy bien que no debo.

Lola dijo...

Y yo tengo derecho a ser feliz... pero hay tipos que no me dan bola.