La imprecisión del lenguaje nos ayuda a confirmar que los humanos adivinamos el futuro y que todo lo controlamos.
Para muchas personas es fácil
informar que todo eso que ocurrió era lo esperado, previsible, obvio: «el choque de trenes sólo confirma la pésima administración de la
empresa ferroviaria»; «esta lluvia torrencial era previsible porque ayer me dolían todos los
huesos»; «nosotros ya sabíamos que estabas embarazada
de una niña».
Según creo nuestro cerebro no maneja algunas cronologías, especialmente
porque la psiquis lo ayuda a equivocarse.
La psiquis se parece a un político experto en justificar sus actos de
gobierno de forma tal que siempre tenga razón y que nunca parezca equivocarse.
Ella, (la psiquis), funciona así porque está al servicio de que pasemos
bien, de que disfrutemos de la vida, porque probablemente sepa que sufrir es
inútil pues las cosas suceden por motivos ajenos a la responsabilidad de los
humanos. Hasta nuestros propios actos son fenómenos naturales tan
inmodificables como un terremoto o el cambio de estaciones.
Para disfrutar imaginando que tenemos libre albedrío y que podríamos controlar hasta la muerte, la
psiquis nos ayuda provocándonos confusiones cronológicas de tal forma que
podamos pensar que eso que ocurrió ya lo habíamos vaticinado, pero más aún, la
psiquis nos ayuda a pensar que cuando la Naturaleza nos obliga a realizar
cualquier acto podamos creer que esa fue una decisión tomada por nosotros con
la suficiente anticipación y autonomía.
Según este punto de vista, los humanos entendemos la historia ubicando
el conocimiento de los hechos que acaban de ocurrir como si hubieran sido
pronosticados o decididos de antemano.
El lenguaje nos facilita mucho la tarea de pensar retroactivamente
porque, por ejemplo, los vaticinios de Nostradamus son vaguedades que admiten
cualquier interpretación, aunque nada supera en sabia imprecisión a los textos
bíblicos.
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(Este es el Artículo Nº 1.848)
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10 comentarios:
La ambigüedad del lenguaje es lo que permite afirmar la inevitabilidad de las interpretaciones.
Al comunicarnos, cuando funcionamos como receptores, trabajamos de intérpretes del emisor. No somos intérpretes de todo lo escuchado porque no escuchamos todo, ni somos intérpretes literales porque no nos dedicamos a traducir otro idioma, sino que traducimos a nuestro idioma individual, a nuestro particular y único diccionario de lengua.
Si no damos por supuesto que cuando el otro dice libertad posee en su diccionario particular la misma definición de libertad que nosotros, no podríamos sostener la ilusión de mutuo entendimiento.
Existen interpretaciones socializadas que son bastante estables. Y en lo que a esto refiere, el lenguaje corporal es el más claro. Interpretamos que alguien nos escucha cuando nos atiende mientras hablamos; interpretamos que una persona es amable cuando sonríe; interpretamos interés cuando alguien se inclina. De todos modos el lenguaje corporal se puede fingir o sobreactuar.
Mucho más compleja e inestable es la interpretación de lo comunicado mediante el habla. No interpretamos un ¨te quiero¨, siempre de la misma manera, y no podemos saber el significado real que tienen esas palabras en la boca de distintas personas y en distintas circunstancias.
Los vaticinios de la ciencia se llaman predicciones. Las predicciones siguen un orden de consecuencias lógicas. De todos modos, según el falsacionismo de Karl Popper, todas las teorías pueden ser puestas en cuestión para comprobar su rigor, su solidez. Algo que dificulta la predicción en las ciencias, son las variables ocultas, es decir, las variables desconocidas y que pueden llegar a tener un peso determinante en el resultado final.
Y de mas está decir que las variables ocultas están presentes en todos los ámbitos, no sólo el científico.
Los humanos sabemos que estamos anclados en medio del misterio. Somos conscientes de que intentamos ponerle palabras a todo lo que podemos percibir... y que eso no alcanza. Ante esa realidad podemos optar por abrazarnos al misterio, a la magia. Crear certezas a partir de esa intolerable incerteza.
Esperamos la oportunidad para denunciar ¨la pésima administración de la empresa ferroviaria¨, y apenas encontramos un hecho que nos de la posibilidad de hacerlo, lo levantamos como estandarte.
Es muy probable que nuestra psiquis quiera cerrar los ojos ante determinados hechos. Le buscamos una causa y/o una justificación a lo que hacemos. Estamos convencidos de que esa causa que encontramos es la más cierta y honesta, hasta que un día viene otro que mira las cosas de otro modo y nos sorprende con una interpretación distinta. Tendemos a rechazar la interpretación intrusa. Si no lo hacemos es como abrir una puerta por donde puede entrar vaya a saber uno qué. Hay que ser fuerte y valiente para escuchar.
Digo que me enamoro... y es la naturaleza quien obra en mí.
Digo que hago... y es Dios quien obra en mí.
En el concepto ¨Dios¨ caben tantas cosas que es imposible entender lo que nos dice el otro cuando nos habla de Él.
El lenguaje nos estructura y nos ordena. Somos producto del lenguaje. Y el lenguaje o los lenguajes, no son más que creaciones humanas.
Nuestra memoria maneja a su antojo los sucesos más importantes de nuestra vida, y no hay foto o documento que nos persuada del error.
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