domingo, 24 de marzo de 2013

El padre severo



 
Pedro Honorio se debatía en un conflicto imposible: solo sentía orgullo por su única hija, Mariana, pero los hijos que ella gestara no llevarían su apellido.

Lo más grave provenía de sus dos hijos varones porque eran despreciables, una ofensa de la naturaleza, vagos, viciosos, impúdicos, irresponsables.

Don Pedro no sabía mucho de la hija porque su moral le impedía hablar demasiado con ella. «De las hijas se encargan las madres», aseguraba y cumplía.

Mariana tenía los rasgos físicos, incluida la voz, que convencían al padre sobre «qué maravillosa mujercita le había concedido la Gracia de Dios», decía con una fugaz mueca de satisfacción.

La muchacha y su madre, cuando estaban ante la figura del hombre, hablaban en voz baja. Eso gratificaba al señor Honorio porque entendía que todo funcionaba según el orden natural, el respeto al patriarca, la veneración al responsable de todo lo que pudiera concernirles a ellas.

Esa consideración no existía en los dos hijos varones que vivían burlándose de todo y de todos. La autoridad policial tenía orden expresa de ser particularmente severa con los inservibles hijos del mejor contribuyente económico de la iglesia, del hospital y de la comisaría.

Esta política familiar lo mantuvo alejado de lo que realmente estaba ocurriendo. Lo que él pensaba de la hija y de la esposa era bastante diferente de la realidad.

Mariana amaba, deseaba físicamente y soñaba con el hijo menor de un rico hacendado conocido de Don Pedro.

Las dos mujeres sabían que Honorio jamás habría tolerado esa relación porque el muchacho tenía todo el aspecto de una hermosa mujer. Objetivamente, poseía una belleza femenina superior a la de Mariana.

Sin embargo, la madre y la hija sabían que el joven correspondía apasionadamente al amor de Mariana. El mutuo apoyo que se brindaban permitió que Mariana tuviera varios hijos que fueron siendo entregados para su crianza a una confiable compañera de estudios de la feliz abuela.

El hermoso muchacho se afeaba, con maquillaje y vestimenta, para concurrir a la casona donde, supuestamente, hacía tareas de jardinería con la complicidad del capataz general que respondía fielmente a las órdenes de la patrona.

Algunos aseguran que el cura habría confesado que su padre fue tan débil como Don Honorio y que por eso comprendía a los muchachos descarriados. Parece que, de no haber sido rescatado por Dios, nuestro padre superior, él también habría sido un malviviente.

Quizá los padres débiles generan la necesidad de ser remplazados por un imaginario padre omnipotente.

(Este es el Artículo Nº 1.847)

11 comentarios:

Selva dijo...

Mariana tuvo un padre debil, pero en el relato, por lo que sabemos de ella, no cometio ningun error.

M. Eugenia dijo...

¿Por que Pedro Honorio no quiso darle el apellido a los hijos de Mariana? No comprendo.

Cecilia dijo...

Yo tampoco entiendo, ¿por que Honorio consideraba a Mariana una maravillosa mujercita?

Lucas dijo...

Ahora somos nosotros los que hablamos en voz baja en presencia de ellas.

Gloria dijo...

¡Ay que nostalgia! Me imagine al novio de Mariana igualito a Alain Delon.

Natalia dijo...

A mi no me queda claro que Honorio fuera debil. Al contrario, me lo imagino como un hombre de caracter fuerte.

Jorge dijo...

Para mi que el de la foto es Alain Delon, Gloria.

Maruja dijo...

Esta claro que Honorio era debil; sus hijos eran malvivientes.

Celina dijo...

Es terrible que la pareja no pudiera criar a sus hijos!!

Laura dijo...

Me gustaria que el muchacho hermoso del relato tuviera nombre.

Octavio dijo...

Las complicidades entre madre e hija son de temer...