Los libros son fetiches usados
por quienes prefieren la televisión y los deportes populares, pero se
avergüenzan por ello.
La
realidad tiene dos caras o, mejor dicho, el cerebro humano percibe que la realidad
tiene dos caras o, mejor dicho, el cerebro humano percibe que la realidad tiene
dos caras pero tiende a eliminar una de las dos para solo ver una cara.
En suma: la realidad no tiene ninguna
cara, pero el cerebro percibe dos de las cuales, a una la ignora.
Pondré
un ejemplo: Fulano es una buena persona, pero es un ignorante.
Fulano,
con toda seguridad es una persona complejísima, que ni un grupo
interdisciplinario (psicólogos, sociólogos, médicos, religiosos) podría llegar
a conocer plenamente. De más está decir que Fulano mismo, no se conoce, pero quienes creemos conocerlo, decimos que
es bueno e ignorante. Es como decir que un avión para doscientos pasajeros
consta de cuatro motores y una cantidad de ruedas de goma negra.
Por
esta característica cerebral de considerar que conociendo una parte lo
conocemos todo (metonimia) (1) es que existen los fetiches: Ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes
sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos (2).
Si bien no me estoy ciñendo
estrictamente a los significados académicos de «metonimia» y «fetiche», cuento con
vuestra flexibilidad intelectual para que pensemos lo siguiente:
En la actualidad ¿A quién le importan realmente los libros? Respuestas
tentativas: a los escritores, a las editoriales, a los libreros, a unos pocos
lectores y a nadie más.
En la actualidad ¿A quiénes les importan los libros como fetiche
elegante y prestigioso? Respuesta breve: a casi todos los no mencionados.
En suma: Los libros son fetiches usados
por quienes prefieren los programas de televisión con mayor audiencia y los
deportes populares, pero se avergüenzan de ello.
(Este es el
Artículo Nº 1.640)
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10 comentarios:
jajajaj!!! Muy bueno. ¿Sabe que tiene razón? Pero tengo que hacer un alegato a favor de los bibliotecarios, a nosotros también nos importan los libros, vengan en el formato que vengan.
Lo que dice Natalia es cierto, pero hay excepciones... Tengo un amigo bibliotecario, (aclaro que no es bibliotecólogo) al que no le importan nada los libros. Es más le fastidian. Pero se llena la boca diciendo que es bibliotecario. Accedió a ese puesto de trabajo gracias al favor que le hizo un amigo.
El fetiche libro a veces da buenos resultados. Yo quería una novia intelectual, no sé por qué. Entonces me iba siempre a la biblioteca por si las moscas. Ahí conocí a Dalia. Un bomboncito de lentes con unos rulos maravillosos y una cola esculpida en mármol.
Me importan un carajo los libros, me apasiona el fútbol y nunca me pierdo a Tinelli. Para mí el libro no es un fetiche. El libro llevado abajo del brazo me genera desconfianza.
Para algunos, una persona que anda con libros ya nos da un signo de credibilidad. De pronto el tipo lo único que quiere es reciclar el papel. La metonimia instantánea nos lleva a cometer grandes errores. Aunque a veces, a partir de una suposición falsa se hacen grandes amistades.
La realidad tiene dos caras. Nosotros vemos sólo una, porque la otra nos da la espada. Aunque en realidad la realidad tiene una sóla cara pero nosotros somos ciegos para verla. En suma: la realidad no tiene ninguna cara. La realidad es como un fantasma deforme.
Fulano es una mala persona, pero sabe un montón. Con toda seguridad es una persona muy simple, que ni siquiera se da cuenta que lo es. Podríamos poner a su disposición todo un equipo interdisciplinario que diría: fulano es una persona muy compleja, parece simple, pero eso es sólo una fachada. Es como decir que una silla cuenta con aire acondicionado, alas y bayestas en los apoya brazos.
Conozco a Fulano y les puedo decir que no es una persona mala. En realidad no es ni mala ni buena. Es una persona. Los que no la conocen gastan saliva en elucubraciones.
Las Biblias poseen poderes sobrenaturales. Yo tengo una siempre en la mesa de luz. Todos los días la abro en una página cualquiera y obtengo mi guía para ese día. Gracias a mi Biblia nunca me equivoco. Actúo de manera sabia. Cuando ella duerme a mi lado, sobre la fría mesa de luz, piensa. Ella busca lo que va a decirme a la mañana. Cuando la abro ella dialoga conmigo, me aconseja. Es más que un libro de cabecera, es la palabra de Dios que día a día se me revela.
Cada uno de mis libros es una metonimia. Un libro de Galeano es una metonimia de Galeano, un libro de Borges es una metonimia de Borges. Y así con cada uno de mis libros.
Aunque tengo un problema: los libros de Freud no son una metonimia de Freud. No sé qué son. Parece que en sus páginas hablara el diablo.
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