Lucía - ¿Quién habla?
Lucrecia – Vos no me conocés pero soy la compañera del Luis.
Lucía (En tono áspero) — ¿Qué Luis?
Lucrecia — Luis es mi compañero desde hace once años y hoy le diste el número de
tu celular cuando estaban trabajando.
Lucía (Luego de un silencio y con el
mismo tono áspero) — Ah, ¿qué querés?
Lucrecia – Como te decía, hace once años que formamos una pareja, tenemos dos
hijos, una de 9 y otro de 5, y me contó que cuando lo abordaste esta tarde
sintió algo muy fuerte por vos.
Lucía (En tono menos áspero) — ¿Esto es una broma? ¿Sos Estela? ¡Dejate de
hacer bromas con tus cambios de voz, Estela! (En tono nuevamente áspero) Hoy no
estoy para bromas. ¿Cómo sigue tu papá? ¿Está mejor?
Lucrecia (Con voz serena, casi maternal) — Escuchame, Lucía, empecemos de
nuevo. No soy Estela, me llamo Lucrecia y tendríamos que juntarnos los tres
para hablar un poco de tu deseo de Luis.
Lucía - ¡Qué cosa tan extraña! ¡Nunca había recibido una llamada como esta!
Lucrecia — No te han ocurrido muchas cosas, apenas tenés veintidós años. Yo
tengo 38 y Luis 29, por si no lo sabías.
Lucía (En tono educado aunque tenso) —
Bueno, veo que va en serio. Es cierto: hoy cuando vi a tu compañero mi cuerpo
se electrizó y no pude evitar invitarlo a salir, él se puso muy nervioso, se
agarraba el estómago, casi no me miraba. Al final le puse esa tarjetita en el
bolsillo de su uniforme.
Lucrecia – Nos estamos entendiendo. Él me contó eso mismo y debo decirte que
cuando me habló de vos tuvo una erección que alivió conmigo.
Lucía (Casi gritando) — ¡Cóoomo! ¡Esto no es normal! ¿Cómo puede ser que me
hables así de tu compañero, de mí, de la vida íntima de ustedes?
Lucrecia – Yo sé lo que te está pasando y sería tapar el sol con un dedo
intentar evitar lo que va a ocurrir, me guste o no me guste. Desde ya te digo
que esto «no me gusta»,
pero muchas otras cosas de la vida que no me han gustado y tuve que tragármelas.
Lucía – Es cierto, tu compañero me atrajo
desesperadamente. Muy pocos hombres me han provocado esa reacción. No te quiero
causar un problema, pero te juro que querría tener un hijo de Luis.
Lucrecia – Te entiendo. Le contaré que
hablamos. ¡Ojalá vuelva conmigo! ¡Chau! —, y cortó la comunicación que había
iniciado.
(Este es el
Artículo Nº 1.636)
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13 comentarios:
¡¡Qué profundo el tema!! ¡¡Qué verdadero!! ¡¡Qué genial!!! PERO...., qué difícil! Es algo así: si yo elegí al padre de mis hijos, debe ser porque lo consideraba de lo mejor. Así que si otra mujer desea tener hijos con mi marido (pareja, lo que sea) yo debería estar orgullosa de la elección de ella, y decirle: "Te felicito, anda, te llevas lo mejor". Pero, ¿por qué me cuesta tanto?Lo razono, y listo.Que tenga hijos con otra. Pero, me hierve la sangre de solo pensar que puede ser posible.
El relato me ha dejado en un mar de dudas y conflictos.
Sigo, porque algo se me ha aclarado.
Parto de la idea que elegí el mejor hombre para padre de mis hijos. Una razón para compartirlo con otras potenciales madres: para que la generación donde le toque vivir y desarrollarse a los míos sea excelente, de calidad. Para que mi hijo sienta felicidad al vivir con iguales: inteligentes, lindos, exitosos.
(sigo...)
Sigo...
Una razón para no compartir con otras potenciales madres el padre de mis hijos: como yo elegí el mejor hombre, mi hijo tendrá una excelente genética. Al no compartir el padre, me aseguro del éxito, del triunfo, del destaque de mis retoños: en suma, ser egoísta con mi hombre es porque soy egoísta como madre. Si mis hijos tienen destacada genética, triunfarán.
Las mujeres deseamos hombres monógamos por el futuro bienestar de nuestros hijos.
No me parece, Gladys, que en la necesidad de tener una pareja monógama influyan tanto los hijos. Lo que uno quiera para el futuro de sus hijos, no tiene nada que ver con la monogamia. Tampoco nos importa que otra mujer se lleve lo mejor porque lo elegimos nosotras. Ese orgullo no corre para estos asuntos. Si se tratara de elegir el mejor coche, podría ser.
Para mí que el asunto va por otro lado. Creo que cosificamos al otro. Vemos a nuestra pareja como una pertenencia. Vemos a nuestros hijos como partes nuestras. Somos abusadores, no hay otra.
Muy bueno ese diálogo!!! Natural y creíble a pesar de lo infrecuente (creo).
Pobre Luis... Como jamoncito entre Lucía y Lucrecia.
Para qué hacerse problema!
Con lo lindo que es compartir!
Yo a Lola no le creo nada. Se hace la superada pero me gustaría conocerla personalmente. Sí me gustaría conocerte y ver hasta donde las cosas son como vos decís.
Tapar el sol con un dedo es bastante práctico. Te permite hablar con otra persona sin que te moleste el sol. Usar el dedo es gratis y los lentes de sol salen caros.
Esa Lucrecia es una samaritana del amor. Le alivió a su esposo la erección que tuvo pensando en Lucía!
Y bueno... cuántas veces haremos algo así sin darnos cuenta.
Jamás haría una broma de ese tipo!!! Yo tengo un límite. Hay cosas con las que no se juega.
Las cosas desagradables que en la vida uno se traga, hacen intragables las desgracias ajenas.
A mí los momentos duros me han servido para ser más comprensiva y compasiva con otros.
Somos distintos Norton.
Tengo 22 años y le aseguro que me han ocurrido unas cuantas cosas. No todos llegamos a los 22 de la misma manera.
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