Hay quienes sostienen que las enfermedades aparecen porque
no logramos aceptar las leyes naturales.
Hasta la teoría más desmelenada posee la suficiente coherencia como para ser tenida en
cuenta.
En otro artículo (1) decía que ... «Hasta el psicótico más
descompensado conserva esa perfecta armonía, aunque en su caso, esta armonía
está desfasada de la armonía de los demás integrantes del colectivo al que
pertenece el psicótico... por esto se lo considera enfermo, simplemente porque
los demás no estamos de acuerdo con él.»
Por lo
tanto, es posible decir que algunas ideas, teorías, ideologías, son más
populares que otras, quizá por una cuestión de moda, de conveniencia, de pura
casualidad. De esto se desprende que el compromiso que podemos asumir con
alguna de ellas, el intento de ponernos en actitud de soldados combatientes que
la defiendan con su vida, no deja de ser una triste tontería.
Este
preámbulo viene a cuento porque el comentario que haré lo necesita.
Algunas
personas sostienen que la naturaleza crea individuos de todas las especies, del
reino animal y vegetal, con un genoma (2) que provoca el envejecimiento y la
muerte.
En otras
palabras: todos los seres vivos estamos programados para envejecer y morir, con
total naturalidad y normalidad, en algún momento.
Sin
embargo, según esta teoría (3), a veces este envejecimiento y muerte no llegan
a producirse por acción del gen correspondiente ya que el individuo (repito: de
cualquier especie), padece algún accidente o enfermedad que anticipa el final
de la vida.
Estos teóricos creen que los humanos
enfermamos y nos morimos prematuramente porque mentimos. Mejor dicho: nos
mentimos a nosotros mismos.
Ellos dicen:
— que si no aceptamos la realidad tal cual es,
enfermaremos para alinearnos con las leyes naturales; y
— que en este intento natural de sincerarnos,
sufrimos y a veces morimos prematuramente.
(3) Para ampliar el tema puede bajarse de Internet el libro La
enfermedad como camino.
(Este es el
Artículo Nº 1.644)
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10 comentarios:
Me gustan los colores de ese dibujo. Esos, justo esos, son mis colores. Son los que algún día pueden sacarme del camino de la enfermedad y ayudarme a asumir la verdad. El verde, el rosa, el naranja, incluso el marrón. Esos colores de algún modo me definen, no sé por qué. Si me mantengo en contacto conmigo misma, sabré que en esos colores está mi verdad. Me gusta la alegría, necesito los colores cálidos. Cuando algo interfiera en eso que necesito espero darme cuenta. Recordaré estos colores para estar alerta.
A mí también me sirve el dibujo para decirles que necesito los contornos definidos. Me gusta ver donde termina una cosa y donde empieza otra. Aunque la realidad no sea así. Un profe de dibujo nos decía en el liceo que los contornos no se dibujan con lápiz negro, que son los mismos colores los que marcan los límites, límites además que no son del todo precisos. Para mí no es así. Me gusta dibujar los contornos, las formas, pero no tanto con lápiz negro, prefiero un rosa subido o un verde o un naranja estridentes. Sé que el límite entre la enfermedad y la salud no se delimita con una línea, pero mi fantasía es lograrlo.
¿Qué tiene que hacer uno para sincerarse consigo mismo? ¿Ir a un retiro espiritual? ¿Pedir un año sabático?
La fantasía de Lucía, esa de dibujar un límite entre la salud y la enfermedad, intuyo que es una fantasía peligrosa, que puede llevarla justamente, a enfermar.
Entonces alinearnos con las leyes naturales supondría aceptar el envejecimiento y la muerte.
Algunos visualizan la vejez como algo tan terrible, que morir prematuramente es lo que más desean.
En el caso de los accidentes, o al menos en alguno de ellos ¿podría ser que ese intento por sincerarnos sea : no soporto más?
Por algún motivo hoy me cuestan sus artículos. Puede que sea una combinación de mi dolor de cabeza, con cosas que me pasaron ayer y el contenido de sus opiniones. Estoy algo trancada. Me cuesta pensarlos. Sólo quería decir eso. Agradezco tener la oportunidad de expresarlo.
Me doy cuenta que han sido tantas las veces en la vida que me he mentido.
El planteo de ese libro que ud menciona me pone alerta.
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