La prohibición de incesto, impuesta sin ninguna
explicación, nos convence de que nuestra espontaneidad es siempre equivocada,
peligrosa, inadecuada.
A veces envidiamos a los niños por su vida
distendida, o a los jóvenes por su entusiasmo, energía y ganas de divertirse, a
los adultos muy jóvenes porque transitan la edad en la que se casan, forman una
familia, tienen hijos, están llenos de proyectos.
Para hacerla breve: muy a menudo decimos «todo tiempo pasado fue mejor».
Sabemos que
no es así: los niños padecen la falta de poder, la obligación de estudiar temas
absurdos, tienen que abstenerse de matar al hermano menor.
Los
adolescentes no saben qué quieren, repentinamente tienen ganas de llorar, se
siente incomprendidos, querrían cambiar el mundo y casi nadie los escucha.
A los
adultos jóvenes no les alcanza el dinero, no tienen ni la menor idea de cómo
criar el primer hijo, para el segundo están más duchos y del tercero en
adelante, se crían entre los mismos hermanos. Es la época en que tienen más
necesidades, más deseos, más obligaciones y, comparativamente, menos dinero.
Por lo
tanto: todo tiempo pasado fue más o menos como el presente, solo que hemos
olvidado los detalles más desagradables.
Hay un tipo
de inseguridad que agrava todas estas vicisitudes de los más jóvenes y también
de algunos adultos y ancianos: me refiero a la inseguridad que nos paraliza por
no saber cómo actuar con los demás, qué decir en cada ocasión, cómo tratar a
cada persona para que no se ofenda o se forme una mala imagen de nosotros.
La causa
número uno de tantas dudas sociales es la prohibición del incesto y su falta de
fundamentación, clara, concisa, pedagógica.
Tanta
arbitrariedad irracional (prohibición sin explicación) nos hace dudar de
nuestra espontaneidad, de nuestras intenciones. Nos llena de miedos.
(Este es el
Artículo Nº 1.627)
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11 comentarios:
Los etólogos han observado que entre los chimpancés -entre madre e hijo- no existe el incesto. Una posible explicación de esta conducta, la menciona Edgar Morin en su libro ¨Amor, poesía y sabiduría¨. Podría ser que el prolongado vínculo de apego e intimidad entre madre e hijo, desestimule el interés sexual. Se tendería a buscar lo nuevo, lo desconocido. A sumar otros vínculos al vínculo ya consolidado.
Si la explicación que cita Gabriela fuera cierta, podríamos pensar que los vínculos incestuosos tienen un componente de miedo a lo desconocido. Miedo hacia ese otro ser que no sabemos como reaccionará, qué pensará de nosotros, cómo nos interpretará.
Qué agradables son las personas frescas, espontáneas, transparentes!!
Y que inadecuadas a veces son!!
Cuando me persigo, mi espontáneidad desaparece. Estando en un ambiente confiable, puedo ser espontánea y lo disfruto mucho. Ese es un lujo que te podés dar con los amigos. Sabés que no te van a malinterpretar, en todo caso, entenderán de un modo distinto lo que les decís.
Es muy probable que tantas dudas sociales, tanto no saber como comportarse y qué decir, se deba en última instancia, como ud. dice, a que la prohibición del incesto nunca fue argumentada. De pequeños sentimos emociones que luego aprendimos que estaban prohibidas. Aprendimos que nuestras emociones más fuertes y nuestros comportamientos pueden ser muy inadecuados. Esa inseguridad de base, puede acompañarnos toda la vida.
Partiendo de que fuera cierta la hipótesis del incesto no practicado espontáneamente en los mamíferos superiores, el motivo de la inseguridad social no estaría allí. El incesto no se da porque no nos interesa. Se da un enamoramiento que no incluye el deseo sexual. Este se dirige de forma natural hacia otro miembro del grupo, o hacia otro grupo.
No sé... debo confesar que siendo adolescente fantaseaba con tener sexo con mi madre. Será que soy un anormal? O será que los chimpancés también lo fantasean pero por algún motivo, tampoco lo hacen?
Evidentemente entre los chimpancés existe el incesto padre-hija. No tengo idea si ellos saben cuáles son sus crías (los machos). Es de suponer que no. Ahora entiendo porque algunos autores dicen que el único incesto que existe como tal, es el de madre-hijo.
Hay un miedo muy profundo, un miedo sin explicación que nos acompaña a todos. Al menos eso creo. La base de ese miedo o angustia difusa, podría estar en la marca dejada por la prohibición del incesto. El miedo del que no entiende las leyes que todos parecen conocer y comprender. Una angustia que nos hace sentir muy solos, porque del tema tabú no se puede hablar. No podemos averiguar qué les pasa a los otros.
Somos muy envidiosos. Hasta envidiamos nuestro pasado.
Conozco personas a las que no les importa la imágen que causan en los demás. Son personas muy libres. En general son personas mayores. Les importa un comino lo que puedan decir otros de ellos.
Espero que con los años me pase lo mismo.
Lo que cuenta Gabriela sobre el aburrimiento entre madre e hijo de chimpancés, me explica por qué con mi esposa no tenemos ganas de nada. Ya somos como hermanos.
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