Un psicótico debe ser tratado de forma especial porque de lo
contrario su conducta nos haría perder el funcionamiento armónico.
Todos tenemos nuestras creencias personales,
pero estas no están desorganizadas. Por el contrario, son coherentes entre sí,
entre todas conforman una «ideología» armónica.
Imagino que
nuestras creencias son tan afines entre sí, que si solo una de ellas
cambiara, todas las demás deberían hacerlo.
Acertadamente, algunos llaman a todo esto «sistema de creencias», quizá
evocando al «sistema planetario» que también funciona con tan alto grado de
sincronización que, para copiarlo y aprovechar su perfección, inventaron el
reloj: conjunto de piezas que siempre logran un mismo resultado final.
Este
resultado final es la réplica de lo que ocurre en el «sistema solar
[planetario]». A los geniales inventores del reloj se les ocurrió desarrollar
un complejo mecanismo cuyo único objetivo es que las piezas siempre giren a la
misma velocidad.
Nuestras
creencias también forman un complejo ideológico que terminan dando un mismo
resultado: que los pensamientos segregados por nuestro cerebro estén
armonizados con el resto del cuerpo al que pertenece ese cerebro.
Hasta el
psicótico más descompensado conserva esa perfecta armonía, aunque en su caso,
esta armonía está desfasada de la armonía de los demás integrantes del
colectivo al que pertenece el psicótico... por esto se lo considera enfermo,
simplemente porque los demás no estamos de acuerdo con él.
Es
imprescindible considerarlo enfermo e inadecuado para convivir con los demás,
porque la sociedad también funciona armónicamente.
Los
ciudadanos no tenemos una conducta libre sino que estamos condicionados por los
demás, por sus normas, por los agentes del orden, por la propia sanción social
cuando padecemos la reprobación por nuestra conducta.
Por esto el
psicótico tiene que ser tratado de otra manera: él es una pieza del «reloj
social» que se ha deformado.
(Este es el
Artículo Nº 1.637)
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10 comentarios:
El psicótico es una pieza del reloj social que se ha deformado o formado de otra forma, apenas distinta.
Estamos tratando de funcionar armónicamente, como sociedad y como individuos, incluyendo al psicótico.
Esos estados provisorios de armonía son los que nos producen el miedo al cambio. Efectivamente sabemos que si se cambia o corre una pieza, cambia todo. No somos como un reloj que deja de funcionar (en general), pero se nos arma tremendo lío.
Inventamos el reloj para independizarnos del sol. Creemos que eso es posible.
Puede que algún día sea posible, Érika. Pero falta... Mientras nos conviene darle bolilla.
El cuerpo y el cerebro armonizados. En definitiva el cuerpo armonizado. Pero a la cabeza le gusta mandonear. Por eso tiene tantos problemas.
Es interesante profundizar la idea de que hasta el psicótico más descompensado, está en armonía consigo mismo. Puede ser una armonía muy dolorosa por momentos. Pero es un funcionamiento que tiene lógica, tiene su propia lógica.
Así como es imposible adivinar las intenciones de los demás, es imposible o difícil, encontrar la lógica de un comportamiento y una forma de percibir que contradice a la de la mayoría.
Antes a los locos había que encerrarlos. Ahora hay que sacarlos afuera del manicomio. Hay que atenderlos, sí. Atenderlos para compensarlos y largarlos afuera en caso de que haya una red familiar o social sin demasiados agujeros, que pueda sostenerlos. Se están haciendo las cosas lo mejor posible. En el hospital se los compensa, fuera del hospital se intenta rehabilitarlos. ¿Volverlos a habilitar para qué? Para que sean lo más felices que puedan, como cualquier persona.
También sucedían otras cosas antes. Los que hoy llamamos locos, eran personas con súper-poderes. Seres especiales muy valorados. Hechiceros, brujos, conocedores del más allá. A ellos se los consultaba cuando las cosas iban mal. Para algunas cultruas ellos eran los sabios.
Con el mayor de los respetos y sin la más mínima intención de ofender a nadie. ¿Quién era Jesús? ¿El mesías o un hombre con terrible delirio megalomaníaco? No importa. Lo cierto es que fue un grande. Estemos o no de acuerdo con su prédica, fue un ser que condensó y catapultó muchos saberes, intuiciones, valores. Presentó con valentía y honestidad su punto de vista. No le dieron medicación. Quizás, en este caso, eso fue una suerte. Lo evaluará la Historia.
Jajaja, por fin entiendo algunas cositas del cristianismo!!!!!!!!!!
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