Para asegurarnos la máxima diversión como ciudadanos, elegimos candidatos cuya ineptitud nos asegure una gestión reprochable, criticable, ridícula.
Quien
administra un campo apto para la agricultura necesita saber de agronomía, es
decir, necesita poseer el «Conjunto de
conocimientos aplicables al cultivo de la tierra, derivados de las ciencias
exactas, físicas y económicas», (1) más técnicas
de comercialización, más técnicas de administración de los recursos humanos
habitualmente vinculados a esa actividad, más otra serie de saberes.
Quien
administra los espacios públicos necesita saber de una cantidad enorme de
cosas, aunque generalmente reciben esa responsabilidad personas que, directa o
indirectamente, fueron elegidas por votantes que se guían por la simpatía que
les inspira el candidato, ya sea como orador, como experto en el manejo de los
medios de comunicación o como cantante de arraigo popular.
Los psicólogos esperamos que ocurra lo que
siempre ocurre: que los electores no hagan una opción racional de quienes se
encarguen de administrar los asuntos colectivos, sino una opción emocional, es
decir, guiados estrictamente por el principio
del placer, guiándose estrictamente por la idea según la cual «todo lo que me gusta es bueno», «lo
lindo es útil», «la comida más rica es la comida más alimenticia».
Con este
esquema de comportamiento, tendremos la siguiente situación (con tono irónico):
— Una
mayoría (psicólogos incluidos) llevará al poder al candidato más agradable, sea
o no apto para la función, porque una vez en el cargo ya tendremos tiempo de
arrepentirnos, rasgarnos las vestiduras, discutir entre nosotros, blasfemar
contra la «gente que vota a estos incapaces». Es decir, ¡lo pasaremos de
maravilla!
— Para
asegurarnos de tener el fracaso más divertido, nunca dejaremos de tomar medidas
administrativas pensando en un ser humano ideal, perfecto, respetuoso, prolijo,
considerado, atento, inteligente, comprensivo, tolerante, que cuida los bienes
colectivos igual que cuida los propios.
(Este es el
Artículo Nº 1.628)
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7 comentarios:
Es imposible que los humanos hagamos opciones puramente racionales. Lo emocional pesa más, como dice Fernando. Lo que está bueno es tenerlo en cuenta, porque en algunos asuntos vale la pena ser más racionales.
Elegir de modo irracional, para después despotricar, es un mecanismo inconsciente bastante perverso.
Le aseguro Mieres, que si yo eligiera más cosas siguiendo el principio de placer, viviría mucho mejor.
Como en general no podemos elegir siguiendo el principio de placer, nos desquitamos haciéndolo de manera boba y sin darnos cuenta, con las cuestiones más serias.
Estoy muy de acuerdo con lo que expresa en el último párrafo. Esperamos que los gobernantes tengan todas las virtudes que el resto de los humanos no tenemos. No las tenemos ni todas juntas, ni al mismo tiempo. Nos falta a gritos autocrítica.
La comida más rica es la más alimenticia para el alma. Pena que como el cuerpo y el alma no se pueden separar, una igual engorda.
lo que me gusta no siempre es bueno, pero tampoco es malo.
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