«La mujer», al igual que Dios, es
un personaje ficticio cuya existencia imaginaria resulta imprescindible para
sus creyentes.
«La» es un
pronombre determinante y «una» es un pronombre indeterminante.
Ellas son infelices por un error lingüístico,
pues cuando se habla de «la»
mujer correspondería decir «una» mujer.
En
farmacología se dice que «el veneno es la dosis». Quienes producen sustancias
químicas viven en la cuerda floja porque saben que sus productos pueden ser
venenosos si los pacientes (los clientes) los consumen en dosis muy elevadas.
No querría
estar en los zapatos de estos multimillonarios (la industria farmacéutica
compite por los primeros lugares junto con las industrias petroleras y la venta
de armas), enterado de que lo que fabrican es curativo y venenoso a la vez.
Algo de
esto es lo que ocurre con el psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1981):
dijo «verdades» tan verdaderas, que
nos duelen, nos intoxican, funcionan como una peste.
Este gran
psicoanalista maldito dijo «la mujer no existe».
Esta
«verdad» es tan concentrada que resulta venenosa y por eso, tanto el
psicoanálisis como el mismo Jacques Lacan, se han convertido en no-gratos,
detestables, odiosos.
Como digo
al principio, lo que les ocurre a muchas mujeres que no logran ser felices, que
viven frustradas, amargadas, resentidas y hasta con intensas ganas de ser
varones, es que quieren ser «la mujer» cuando lo cierto es que nunca pueden
pasar de ser «una mujer», porque, como dijo el fatídico francés «la mujer» no
existe, es una abstracción, es una idea imaginaria, algo parecido a Dios:
personaje ficticio que para muchos tiene que ser real porque si no lo fuera, se
sentirían bruscamente abandonados por la ilusión que los mantiene vivos.
Nota: Reflexionar sobre «el» hombre y
«un» hombre, requiere otro enfoque distinto, porque uno y otro sexo son
absolutamente diferentes.
Otras
menciones del concepto «la mujer no existe»:
(Este es el
Artículo Nº 1.639)
●●●
11 comentarios:
Espero ansiosa el artículo que hable sobre el hombre.
Queremos ser la mujer de fulano. Parece que eso nos enorgullece. Cambiamos de idea cuando nos damos cuenta de lo que en realidad significa.
La persona que se siente excluída daría lo que fuera por ser una mas.
Creo que todas las mujeres deseamos alguna vez ser varones.
No entiendo... un error lingüístico es un fármaco o se pasó de dosis y es veneno?
¿Por qué nos resulta imprescindible creer que somos la mujer? ¿Por qué no nos alcanza con ser una mujer?
Es maravilloso ser una mujer. Ser capaz de llevar un niño en el vientre y luego alimentarlo.
Los hombres quieren a su mujer, a la mujer de su vida, a la madre de sus hijos. Sin embargo luego resulta que quieren a las mujeres. Están embriagados por la belleza femenina.
Lo mismo nos pasa a nosotras, Agustina. Salvo que nos mintamos para ser obedientes.
El veneno está en la dosis de verdad que nos tiró Lacan.
No son sólo las mujeres quienes alientan la ilusión de ¨la mujer¨, también lo hacen los hombres. Y ellos también viven amargados.
Dios no es un personaje. Es algo mucho más inasible.
Publicar un comentario