Las culturas determinan qué es
bueno y qué es malo para sus integrantes. Aceptar que algunas mujeres no
quieren ser madres, evitaría muchos abortos.
¿Cuántos
dolores nos evitaríamos si pudiéramos vencer algunos pequeños temores que nos
mantienen inmovilizados, incapaces de reaccionar?
La
naturaleza parece recurrir a dosis de dolor y de placer para que los seres
vivos dotados de Sistema Nervioso Central, hagamos o dejemos de hacer aquello
que posibilita la conservación de la vida y de la especie.
Nuestra
forma de reaccionar ante los estímulos agradables y desagradables está asociada
a qué entendemos por bueno y por malo en cada cultura.
Seguramente
existen motivos para que los hindúes consideren que es malo matar a una vaca;
los religiosos se sentirían mal si no cumplieran sus ritos; los creyentes en la
medicina occidental se controlan unos a otros, con actitud policíaca, para ver
si el enfermo tomó o no tomó la medicación.
Algunas
prácticas son universalmente mortíferas: comer alimentos en mal estado, no
detener una hemorragia, caer desde cierta altura.
Algunas
prácticas son universalmente beneficiosas: evacuar sólidos y líquidos con
cierta regularidad, beber agua, proteger a los niños pequeños, dormir.
No
hace mucho leí un artículo (1) que me llamó poderosamente la atención.
En
él se expone que en Alemania, han instalado dispositivos especiales (imagen)
para que las madres que deseen abandonar a sus hijos recién nacidos puedan
hacerlo sin poner en riesgo su libertad y la salud del pequeño.
Esos
receptores envían una señal a un centro especializado al mismo tiempo que
encienden un sistema de calefacción para que el niño pueda esperar a que
lleguen quienes se harán cargo de él.
Si
nuestras culturas aceptaran que algunas madres necesitan abortar, quizá serían
menos las que recurrirían a tan terrible solución si contaran con esta otra
alternativa salva-vidas.
(Este es el
Artículo Nº 1.620)
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8 comentarios:
Siento, al igual que ud. que el aborto no es una buena alternativa. No le hace bien a la mujer que aborta, creo que es una situación difícil de elaborar, y pensar que una nueva vida humana en formación sea eliminada, es difícil de aceptar; al menos desde el corazón.
La solución que encontró Alemania me parece muy buena. La mujer puede vivir la satisfacción de dar vida, evita la culpa de matar ese hijo que comenzaba a crecer en sus entrañas. El niño probablemente estará agradecido a quienes le han dado la posibilidad de existir (madre y padre biológicos, padres adoptivos).
Entregar un hijo en adopción mediante este sistema, parece proteger a la madre en su intimidad y anonimato.
No sé cómo será en otros países. Aquí en Uruguay, la mujer que da a su hijo en adopción tiene un año para reclamarlo si se arrepiente de la decisión tomada. Esto puede que ayude a la madre biológica, pero es traumático para el niño y muy doloroso para los padres adoptivos. Con el sistema instalado en Alemania, se evitan estos problemas, porque el niño se entrega en forma anónima.
El sistema uruguayo tiene la ventaja de que se trabaja con la madre biológica para ver por qué deja a su niño. En muchas ocasiones, la mujer decide finalmente quedarse con su hijo. Comprende que las dificultades no eran tan insalbables, se siente comprendida y respaldada.
Entiendo las ventajas que tiene el sistema uruguayo y también sus desventajas. Me pregunto si en ese trabajo que se hace con la madre biológica, no se ejerce subrepticiamente, presión sobre la mujer.
Es posible que los niños asesinados por sus madres al nacer sean muchos más de los que suponemos. Son datos casi imposibles de rastrear.
Los niños que llegan al mundo sin haber sido deseados, es probable que se encuentren luego con grandes dificultades en su desarrollo.
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