Aprendemos a vivir sabiamente en seis o siete décadas, excepto que una crisis nos enfrente a la muerte.
«Todos los días se aprende algo», dice el refrán y ahora lo complemento diciendo: «...y algunos días se
aprende más que otros».
Siempre debemos tener en cuenta que la
velocidad con la que incorporamos los nuevos conocimientos es mucho menor a la
que desearíamos.
Es probable que la ansiedad tenga como su
principal origen la diferencia que existe entre lo que deseamos y lo que
realmente ocurre.
Algunos hacen bromas con esto y dicen: «Esto lo quiero para ayer».
Por
ejemplo, cuando nos cortamos el cabello, tenemos que esperar muchos días para
recuperarlo. Algo similar ocurre con las uñas, pero no así con la barba: todos
los días tenemos que cumplir con ese rito aburridor. Las mujeres protestan por
el mismo rito pero referido a la depilación de su vellosidad excedentaria.
Para
encontrar la filosofía más sabia, algunas personas hacen retiros espirituales
muy costosos, complicados y hasta extravagantes.
La columna
vertebral de esas filosofías más sabias está en determinar con la mayor
precisión posible, cuánto importan, qué valor real tienen, cuánto deberían
preocuparnos algunos asuntos cotidianos: leer el libro de moda, no olvidarnos
del cumpleaños de la señora madre de nuestro cónyuge, cómo resolver los
horarios de los martes para poder ver la telenovela de la hora 19:00.
Determinar
el valor real de esos miles de detalles que colman nuestra existencia puede
llevarnos aproximadamente unos sesenta años. A veces setenta. Y todo porque
nuestra velocidad de aprendizaje, dependiente de nuestra velocidad de
comprensión, es exasperantemente lenta. ¡Lentísima!
Desafortunadamente,
algunas personas aprenden a valorar con sabiduría cuando tienen que pasar por
un trance en el que sientan la proximidad de su propia muerte.
Al salir de
la crisis, tendrán la sabiduría milagrosamente instalada.
(Este es el
Artículo Nº 1.590)
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14 comentarios:
Las etapas de la vida se separan, a menudo, de acuerdo a las crisis vitales. Un bebe pasa a ser un niño cuando aprende a caminar, ya que la solución de gatear deja de resultarle suficiente para todo lo que desea hacer. El niño pasa a ser adolescente cuando empieza a necesitar el protagonismo de su sexualidad. El adolescente se vuelve adulto cuando necesita separarse de los padres para trabajar, con la finalidad de sustentar a las crías. El adulto pasa a ser viejo cuando necesita descansar un poco más.
Hay un desfasaje entre la velocidad con la que acumulamos información y la velocidad con la que aprendemos. Este desfasaje nos genera ansiedad.
Pienso que la sabiduría se adquiere con la experiencia. El aprendizaje que proviene de la educación formal, nos brinda herramientas, pero el aprendizaje decisivo proviene de nuestras vivencias.
Algunos niños se ven enfrentados a la muerte propia, y maduran. Pero la sabiduría igual lleva más tiempo.
Muchas veces no valoramos la sabiduría de niños y jóvenes. Adoptamos una postura autoritaria, no los escuchamos, y complicamos su desarrollo natural.
Deseamos crecer, superarnos, avanzar, seguir adelante. Lo deseamos con mucha más ansiedad cuando tenemos la autoestima baja.
También pasa que no queremos crecer. Le tememos a los cambios y a las pérdidas. Preferimos quedar estancados a enfrentarnos con la realidad.
Cuando quiero algo para ayer, estoy desconociendo las posibilidades reales. Me estoy olvidando de que soy un ser en situación.
Las personas que han sufrido mucho a lo largo de su vida, a menudo son más sabias y humildes.
Ay! José... yo conozco personas que por sufrir tanto, se han vuelto cínicas y amargadas.
Las crisis que nos enfrentan a la muerte... ¿Tienen que ver con nuestros deseos de morir, o con cosas que nos pasan y que nos llevan a pelear para conservar la vida?
Determinar qué nos colma realmente, es difícil de descubrir. Nos autoengañamos, y recurrimos a metáforas de lo que en realidad nos colmaría. Pero a menudo no nos animamos a tomar, lo que de verdad nos dejaría satisfechos.
Mi cuñado decía que hay un primer paso: saber, en cada momento de nuestra vida, qué es lo que queremos.
Aprender a vivir, desarrollar nuestra inteligenica emocional, lleva tiempo... y es cierto, algunas experiencias límite, aceleran el proceso.
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