La envidia tiene semejanzas con la homosexualidad en tanto
ambas condiciones avergüenzan a quienes las poseen y causan variados problemas
sociales.
A un armario empotrado le llamamos clóset o
placar. Es bastante conocida la expresión «salir del clóset» para definir la acción
por la que una persona homosexual decide publicar su opción.
Supongo que
esta forma de decirlo deriva de que la persona con esa particularidad sabe que
la sociedad acepta de buen grado a los heterosexuales que algún día se casarán
con alguien del sexo opuesto y gestarán hijos para alegría de la especie, de
los propios cónyuges y de los abuelos.
Asimismo
siente que la homosexualidad es rechazada por una mayoría y solo aceptada por
los demás homosexuales o por quienes gustan mostrarse como liberales.
Los
homosexuales que no ocultan su preferencia, ya saben que lo menos malo es
asumir la propia condición, aceptarse, tratar de organizar la vida con esa
realidad y, sobre todo, hacer el menor escándalo posible en un vano intento de
disimular las mortificantes dudas, inseguridades y angustia que acompañan esta
decisión crucial (compartir la información, aceptarse, «salir del clóset»).
Esta
introducción sirve para comentarles que algo similar deberíamos hacer con la
envidia (1).
La furia
contenida y mal disimulada que sentimos contra quien parece tan feliz con su
familia, con su cuerpo, con su trabajo, es moralmente comparable a la opción
sexual que anula la posibilidad de procrear.
Por otra
parte, las dificultades que tienen los homosexuales para publicar su forma de
desear, parece menor a la que tienen los envidiosos que en muchos casos ni
siquiera se dan cuenta que lo son.
No se
acostumbra decirle al «envidiado» cuanto lo envidiamos. El malestar que produce
su bienestar sólo alienta la muda esperanza de que le vaya mal, con o sin
nuestra ayuda.
(Este es el
Artículo Nº 1.594)
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12 comentarios:
Habría que envidiar de una forma muy grosera para desear que al envidiado le vaya mal.
Sospecho que aún los que al envidiar, no pareciéramos desear que a la persona envidiada le vaya mal, sentimos cierto alivio cuando eso les pasa. Es como si largáramos el aire y dijéramos ¨puff¨, al fin. Parece que sacáramos la siguiente conclusión: en realidad él/ella, no es tanto mejor que yo, como pensaba...
Pensando lo que dice Andrea, creo que ese ¨puff¨de expulsar el aire, tiene que ver con lo de ¨reventar de envidia¨. Cuando a la persona envidiada le va mal, podemos soltar un poco de aire: por un tiempito más no vamos a reventar.
Es mucho más fácil darse cuenta de que uno es homosexual, a darse cuenta que uno envidia. Muchos homosexuales somos envidiosos, pero esto último no lo queremos saber.
¿Cuál es la forma de desear del envidioso? Desea como todo el mundo, desea lo que no tiene o cree no tener. Quizás lo que haga la diferencia sea que en ese no tener, se asienta disminuído, inferiorizado frente a los demás.
Me pregunto si el envidioso desea cosas que no tiene o cosas que no es.
El envidioso no se pregunta demasiado acerca de su envidia. En primer lugar porque muchas veces la ignora, en segundo lugar porque si lo hiciera descubriría aspectos de si mismo que quizás no quiera conocer.
Lo que somos y lo que tenemos está muy interrelacionado. A veces es muy difícil de separar.
Algún tonto podría pensar que está comparando la homosexualidad con la envidia, Doc.
¿Y qué hay de malo en que se puedan comparar, si hacerlo nos ayuda a pensar?
La envidia está en todas partes.
Todos podemos sentirnos comparados.
Estoy de acuerdo con la propuesta de Mieres: sacar la envidia del closet. Pero sacarla con una actitud reflexiva y honesta, me refiero a que sacarla descargándola impulsivamente, nos hará sentir peor.
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