Lo más adecuado es ayudar, apoyar y defender a aquellos ciudadanos que sean tan capaces, productivos y generosos como la buena tierra.
En otro artículo (1) les comento que los humanos con deseos de progreso, especialmente material, tendrían que tener en cuenta que nuestro mayor esfuerzo debería estar destinado a favorecer el enriquecimiento de personas productivas o muy productivas.
A los efectos de explicar esta idea imagino que las personas estamos dotadas de diferentes niveles de productividad de manera similar (comparable) a lo que ocurre con la potencialidad agroeconómica de los distintos terrenos según su espesor, consistencia, porosidad y composición química.
Un agricultor que trabaje sobre un suelo fértil y generoso tendrá mayor rendimiento de su esfuerzo mientras que otro, con similar esfuerzo pero en un terreno de baja productividad, podrá cosechar menos frutos.
Es posible afirmar que las personas son generosas o mezquinas según cuánto esfuerzo tengan que realizar para obtener lo que necesitan para vivir dignamente. Quienes tienen la habilidad o la suerte de ganar dinero cómodamente, padecen menos resistencias para compartirlo.
Los avaros son un caso aparte y felizmente son los menos.
Usted y yo también podemos ser comparados con el suelo cultivable:
— algunos aman el trabajo, les encanta participar, colaborar, no están obsesionados con las ganancias, confían en los demás y disfrutan dando lo mejor de sí;
— otros —por el contrario—, no disfrutan trabajando, han tenido malas experiencias asociándose o cooperando y desconfían de la honestidad ajena, temen ser robados, abusados, explotados, burlados, estafados.
Así como es apasionante luchar por una ideología, una creencia, una convicción, también es posible hacer eso mismo procurando el enriquecimiento de quien demuestre capacidad productiva, generadora de riqueza y se complazca en repartir sus utilidades con los colaboradores que sean tan dadivosos como la tierra fértil.
(1) La fertilidad humana y agrícola
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8 comentarios:
El enriquecimiento de los que demuestren capacidad productiva, desbordará como leche hervida, y alimentará a toda esa manga de inútiles que lo único que saben es quejarse o aprovechar el mejor momento para encajarte un balazo y llevarse lo que es tuyo.
Ya está.
La tierra fértil es la que ha soportado más muerte.
Está bien, está bien, ya veo que no se esforzarán por mí.
El auto que tengo lo compré con sangre, sudor y lágrimas. Si alguien pretende que lo arrime a su casa, tendrá que hacer de cuenta que paga un remís.
Cuando la agricultora trabaja sobre un suelo fértil y generoso, acaba preñada.
En mi terreno predominan
las tierras arcillosas.
Así que tomaré arcilla
y haré una linda osa.
Mi tío precisaba tantas, tantas cosas, para vivir dignamente, que el día no le alcanzaba para trabajar. Trabajó en las minas, a cientos de kilómetros bajo tierra. Trabajó en las montañas, a varios grados bajo cero. Trabajó todos los veranos, de sol a sol y sin descanso. Hasta que un día cayó en la cuenta de que en poco tiempo no le permitirían trabajar más. Fue entonces que aprendió a vivir con la dignidad herida, como la mayoría de los jubilados.
Los incas asumieron que parte de su territorio era poco generoso, así que le hicieron terrazas. El territorio se puso contento: ahora tenía una vista maravillosa!, y empezó a fructificar.
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