viernes, 30 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 17

“El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que tienen miedo, muy largo para los que se lamentan, muy corto para los que festejan. Pero, para los que aman, el tiempo es eternidad".
Esto lo dijo William Shakespeare, uno de los mejores psicólogos de la humanidad.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 16

He fracasado mil veces en mis relaciones de pareja porque todas me aman sólo cuando me lo merezco que justamente es cuando menos lo necesito.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 15

He reconsiderado la teoría evolucionista de Darwin y decidí que deseo emigrar a otra especie.

martes, 27 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 14

...y Dios hizo al hombre lleno de dudas para que se angustiara y tuviera que creer en Dios.

reflex1@adinet.com.uy

lunes, 26 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 13

No creo en la clasificación «buenos y malos» seres humanos, en todo caso me inclino pensar que somos todos igualmente malos disfrazados de buenos. Eso sí: desnudos o disfrazados, somos lo único digno de amor.

sábado, 24 de noviembre de 2007

La cinepatía de Edipo

Soy oriundo de la época en que se iba al cine por cantidad y no por calidad.

Según parece, el precio de la entrada a ese espectáculo de cinco horas era muy accesible porque mis padres (vendedor ambulante y modista) me daban el dinero para la entrada con buen humor, cosa que no sucedía con otras demandas de divisas que yo consideraba esenciales en mi canasta infantil básica.

Compruebo que otros hombres de mi edad tienen recuerdos tiernos de alguna maestra en particular, o de los postres y caprichos que le atendía una abuela, o de cierto seis de enero muy especial. Todos esos rubros los tengo en cero.

Mi enseñanza primaria estuvo a cargo de Doris Day y Rock Hudson. Los recreos se los debo a Jerry Lewis. A esos tres actores de los años sesenta quise parecerme. Inclusive a Jerry Lewis que siempre hacía de tarado.

Según mi propio diseño, el futuro incluiría tener una novia como Doris Day (rubia, simpática, siempre de buen humor, enamoradísima de Rock Hudson, a quien yo me parecería cuando fuera grande. Cuando murió de SIDA me enteré que era gay. ¡Qué desilusión!)

Las películas de cow-boys también recargaban mi afiebrada fantasía. A muy temprana edad me turbaba no poder comprender por qué el personaje más parecido a mí, el que al llegar al pueblo solucionaba todos los problemas, el que lograba enamorar justamente a la señorita que a mí más me apasionaba, cuando ya había solucionado todo y sólo le faltaba casarse con ella y tener muchos, muchos niños, se iba a solucionarle más problemas a otra gente y la dejaba a ella, pobrecita, empapada por las lágrimas.

Con mi fantasía de alta gama y mi cerebro de bajas revoluciones, tuvieron que pasar muchos años de análisis psicoanalítico para comprender en qué novela estaba actuando yo mismo, cuando me creía que en Hollywood actuaban para mí.

El dato que todavía no les pasé es que al llegar del cine, mis padres siempre estaban contentos y, sobre todo mi mamá —que era igual que yo, de piel muy blanca—, tenía las mejillas bien coloraditas.

Comprendí entonces que mi amor por el cine posibilitaba el amor entre ellos.

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viernes, 23 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 11

Los pobres son usados para que los médicos practiquen su destreza curativa y para que los bondadosos practiquen su destreza filantrópica.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 10

No se puede creer en quien se miente a sí mismo porque cuando falta a la verdad él supone que está siendo sincero.

Neurotransmisores - Gragea Nº 9

Los representantes que utilizan el plural mayestático lo hacen porque hablan en nombre de sus representados (el pueblo, Dios, etc.). También lo usan los veleidosos que imaginan representar a alguien.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 8

Las frases de autoayuda que comienzan diciendo «El secreto de la vida es...» son falsas porque si es un secreto, entonces no lo pueden conocer ni el autor ni el lector.

Neurotransmisores - Gragea Nº 7

El zorro quiso darle una zurra a la zorra con una cachiporra porque dice que ella no ahorra. Al ver este drama, la cotorra salió de su modorra y lo golpeó con una porra en la morra, haciéndole saltar la gorra que tuvo que ir a buscar —con mucha pachorra— pensando que no debió haber iniciado la camorra. Esta triste historia a la zorra ya no se le borra.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Ranking

«Este niño piensa demasiado» le dijo la maestra a mi madre cuando la llamaron porque yo no quería jugar a la hora del recreo.

Esa tarde me sirvió la merienda, se sentó con actitud de confidente, pero sobre todo, sin prestarle atención a la comedia en la que participaba diariamente como televidente.

— ¿Por qué no tenés ganas de jugar a la hora del recreo mi querido?

Recuerdo que esa pregunta para mí fue como si hoy me exigieran una opinión concluyente sobre la Teoría de la Relatividad. Supongo que habré levantado los hombros sin quitar los ojos de las tostadas.

— ¿Por qué la directora tuvo que llamarme la atención sobre tu conducta? ¿Qué está pasando contigo mi querido?

Ahora que ya soy grande y con experiencia entiendo que ella no me preguntaba a mí sino que se preguntaba a sí misma por qué tuvo que ser madre abandonando la diversión juvenil que no paraba de recordar con nostalgia o bronca.

Las preguntas que me hacía a mí hubieran sido difíciles para Sartre y habrían impulsado a Freud a que se mandara una dosis extra de cocaína (de Parke-Davis que, por si no lo saben, era su marca preferida).

¿Me quería o no me quería?

Con los años tuve que ir rectificando mi ubicación en la jerarquía de su corazón. Al principio creía que me quería más que a nadie. Después pensé que lo amaba más a mi papá y ahora que ya soy grande pienso que en el podio de sus preferencias estaban: primero ella, después ella otra vez y en un cómodo tercer puesto, ella.

Esto parece pesimismo made in Uruguay, pero no: es experiencia y muchas horas de mirarme en el espejo, porque estoy en condiciones de afirmar que yo también ocupo los tres primeros lugares de mi ranking. ¿Será genético? ¿Será que el ser humano es así?

reflex1@adinet.com.uy

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Neurotransmisores - Gragea Nº 6

El carácter placentero de la comunicación genital es aprovechado por la naturaleza para la reproducción de la especie.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 5

Una forma de reprimir la homosexualidad en los hombres consiste en preferir colectivos masculinos y despreciar lo femenino en general, incluyendo su propia mujer interior.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 4

Una forma de reprimir la homosexualidad en la mujeres consiste en verse feas.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 3

Quienes han resurgido de por lo menos un fracaso importante, podrán sobreponerse a otros, tomarán precauciones más sabias para no repetir errores, y sobre todo, serán tolerantes con mis errores.

martes, 13 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 2

¿Por qué tanta gente siente horror hacia los roedores domésticos [ratas y ratones]? Porque su inconciente lo impulsa a comerse a sus objetos de amor (padres, hijos, cónyuge). Ese impulso amoroso-comilón-homicida es fácilmente simbolizado por un roedor doméstico, el que irracionalmente nos provoca el temor de que se comerá aquello que es aún más amado que los objeto de amor, es decir, a nosotros mismos.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Neurotransmisores - Gragea Nº 1

Los monopolios matan el afán de superación por falta de competencia. Por eso con mi mujer decidimos autorizarnos mutuamente a tener amantes y ahora ella es una de mis predilectas.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Amor ciego

— Si, a vos te lo puedo contar porque sos mi mejor amiga, pero me tenés que prometer que no se lo vas a contar a nadie. Ni siquiera a Matilde. ¿Me lo jurás?

— Por supuesto, pero ¡cuánto suspenso che!, parecemos jovencitas noveleras. ¿Cómo es la cosa?

— El marido que tengo ahora es ciego.

— ¿CIEGO?

— Ciego. Desde que era niño. No sé qué problema tuvo. Nunca me lo quiso contar.

— ¿Y cómo hacen? ¿Cómo es estar casada con un tipo ciego? ¿Cómo te enamoraste de él?

— Cuando me divorcié de Ricardo, casi voy a la cárcel porque si no me lo sacan, te juro que lo mato. Era un mujeriego insoportable. Vivía de aventura en aventura, ¿y vos viste que yo soy terriblemente celosa?

— Bueno Ricardo era alguien que nunca le dio mucha importancia a tus celos. Siempre decía que exagerabas, que la cosa no daba para tanto, que él te era fiel. Pero yo te pregunté cómo te enganchaste con un tipo que no ve.

— Viste cómo son estas cosas. La vida te presenta situaciones más increíbles que la propia ficción. Resulta que en una reunión que hicieron en la casa de él, —yo estaba recién separada— justo me senté al lado suyo y quedé maravillada de cómo interactuaba como si viera. Con los lentes oscuros que siempre usa, no te das cuenta de su particularidad.

— ¿No podés ir al punto? ¿Cómo es estar con un ciego? ¿De qué viven?

— Te estoy contando ¡dame un poco de tiempo! ¿Te acordás de aquella película en la que Al Pacino hace de un militar retirado y ciego, que hasta llega a manejar una Ferrari roja?

— Si, me acuerdo: Perfume de mujer. Le dieron un Oscar. Hacela corta.

— Él tiene su misma destreza. Baila maravillosamente, es brillante, tierno, cariñoso. Hasta podría decirte que en muchos aspectos, él es mi lazarillo. Fijate lo que te digo.

— Está todo bien, pero ¿qué querés que te diga? Estar con un hombre que no ve nada, no sé, no me cierra. ¿Tiene fortuna por lo menos?

— Fortuna fortuna, no. Es una familia adinerada y seguro que cuando muera la madre —que ya está muy viejita pobre—, él se va a forrar. … Pero ¿sabés por qué me enamoré de él? Precisamente porque estoy segura de que no va a mirar a otras mujeres.

reflex1@adinet.com.uy

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sábado, 3 de noviembre de 2007

Sabor a mí

Este vino me está soltando las neuronas y puedo pensar con más libertad. ¿O con más coraje? Sí, debe ser coraje.

A mis 56 años soy el número uno de los Pérez-Martinelli en cuanto a nivel de fracaso. El mejor diagnóstico es el que me hizo el hermano de copas Pocho Funes: «Vos administraste mal la falta de escrúpulos», me dijo el domingo de tarde.

Cuando esperaba mi turno en la penumbra de la sala de espera del quilombo, creí reconocer a quien fuera el cocinero jefe de un restorán lujoso que tuve cuando era alguien.

Me cambié de silla y le hablé.

— Vos sos «El Gitano» De Luca ¿No?
— Sólo mis amigos me dicen «Gitano». ¿Usted quién es señor?
— Evaristo; el dueño de La Posada del Puerto. ¿No te acordás de mí?
— ¡Ah, sí! El que me despidió a los gritos tratándome de ladrón delante de todo el mundo.
— Buenos Gitano, vos sabés que me estabas robando. No sigas negándolo.
— Por lo que veo su inteligencia sólo le dio para estar esperando junto conmigo en este mísero prostíbulo. ¿Qué pasó?
— ¡Pero qué recoroso! ¡Seguís agrediéndome! ¡Se ve que no aprendiste la lección!
— Soy rencoroso porque usted no quiso saber lo que yo quise decirle cuando me echaba a los gritos de su local. ¿Se acuerda que en mi vergüenza le juré que su negocio quebraría en poco tiempo?
— Sí, más o menos me acuerdo, pero si tuve que cerrar fue porque me empezaron a bajar las ventas, No sé qué bicho les picó a mis clientes que dejaron de venir. ¿Vos qué tenés que ver con mi fracaso? ¿Me hiciste algún maleficio?
— Mientras yo fui el cocinero jefe de su restorán, utilizaba sin que usted lo supiera los condimentos que mi padre boliviano me enseñó para que nunca me faltara trabajo como cocinero. Como usted no podía saberlo y los ingredientes me costaban mucho dinero, tenía que recuperar el dinero de la manera que usted llama robo. ¡Ya voy Lucía! Señor Evaristo: me alegro por su fracaso y lamento su estupidez, porque del fracaso puede recuperarse.

… y se fue casi corriendo al encuentro de su prostituta preferida. Tuve el mismo sentimiento de cucaracha que sentí el día que ya no pude abrir La Posada.

— ¿Vamos papito? ¡Llegó tu turno! Vení que yo te puedo maquillar la cara desde adentro.

— No Rosaura. Se me fueron las ganas. Quizás otro día. Perdoname.

reflex1@adinet.com.uy

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