viernes, 31 de enero de 2014

El cuerpo de un ser querido nos pertenece

Creemos que el cuerpo de nuestros seres queridos, (cónyuge, hijos, padres...), nos pertenece. Por eso nos preocupa tanto cuando nos parece que no lo cuida adecuadamente.

«¡Cuidado, abuela!», dijo el joven al ver que la anciana había tropezado y él no podía evitar la caída.

Todos comprendemos esta reacción instintiva, aunque no podríamos fundamentar su verdadera utilidad.

¿Por qué este joven, o cualquiera de nosotros que hubiese estado en su situación, emite una advertencia tan demorada como innecesaria?

Respuestas (probables):

1) El nieto procuró no hacerse responsable del accidente de su abuela. Si alguien le recriminara no haberla cuidado lo suficiente, él podría alegar algo así como: «¡Le dije que tuviera cuidado!»;

2) Aunque al muchacho le importa muy poco la salud de la anciana, su moral lo obligó a tener un impulso humanitario;

3) En muchas culturas, (y el nieto podría pertenecer a una de ellas), las personas acostumbran despedirse de otra recomendándoles algo tan innecesario como «¡Cuídate!», sin tener en cuenta que todos nos cuidamos, respiramos, nos alimentamos...

4) Solemos pronunciar exclamaciones, tales como ¡Ay!, ¡Noo!, ¡Detente!, porque el susto o la sorpresa de una hecho inesperado nos provoca esa reacción refleja, como la de parpadear, retroceder o mover las manos defensivamente. Si el joven estaba muy identificado con la abuela, sintió que él mismo había tropezado y quiso decir: «¡Cuidado, abuela! Me harás caer».

Observemos cómo el amor filial incluye actitudes que limitan la libertad y la privacidad del ser querido.

La principal causa de estas intromisiones es la mencionada identificación con el otro. Si tenemos el sentimiento de que el cuerpo del otro nos pertenece, precisamos cuidarlo con más cuidado que el nuestro pues no siempre confiamos en que el otro cuide las cosas ajenas tanto como las propias.

Lo digo de otro modo: Generalmente cuidamos más los bienes propios que los ajenos. Si asumimos esta característica como nuestra, intuimos que los demás también tienen esa característica. Si al cuerpo del otro lo queremos como propio, entonces el otro anda con un cuerpo ajeno (porque es nuestro). Por esto necesitamos decirle expresamente que lo cuide.

(Este es el Artículo Nº 2.127)


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