Cuando los ciudadanos nos sentimos muy seguros nos
volvemos irresponsables.
En otro artículo titulado La inestabilidad humana les
comentaba que, por ser bípedos (apoyados en dos patas), padecemos una sensación
de inestabilidad generalizada, con un difuso aunque persistente temor a caer,
no solo al suelo sino también en una tentación, en la ruina económica, en la
enfermedad y demás infortunios.
Observemos que los niños se caen a menudo sin consecuencias.
Es posible explicarnos esta característica infantil pensando
que aun no aprendieron a caminar, que sus huesos y cartílagos son tan flexibles
que amortiguan con mucha eficacia cualquier caída. Podemos decir también que
ellos, por ser de pequeño tamaño, están más cerca del piso e inclusive
podríamos suponer que, al ser livianos, cuando caen se golpean más suavemente. Todas estas podrían ser explicaciones aceptables de por qué los niños
tropiezan más frecuentemente que los adultos.
Sin embargo, podríamos agregar
una causa adicional, menos obvia.
Los niños tienen menos
responsabilidad que los adultos. Los pequeños sobrentienden que no deben
preocuparse por sí mismos y pronto entienden que son otros quienes debemos
ocuparnos de resolver sus problemas.
En otras palabras: los niños
se caen más a menudo que los adultos por varios motivos, inclusive porque son
menos responsables de sí mismos.
Esta situación explicaría por
qué los adultos, cuando vivimos en un régimen paternalista, protector,
garantista, genera adultos irresponsables, indolentes, negligentes. También así
podemos comprender por qué las burocracias son tan ineficientes.
Conclusión: Cuando los ciudadanos nos sentimos
muy seguros nos volvemos irresponsables.
(Este es el Artículo Nº 2.123)
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