viernes, 1 de diciembre de 2006

Volver [1]

Yo soy de raza blanca, pero no soy blanco-blanco. Tengo el cuerpo de un color rosado pálido y la cara es casi roja. Cuando me ruborizo, se torna bordeau.

Mi vida es una novela ... o yo fabrico novelas con boludeces, pero fijate lo que me pasó ... y todavía me pasa.

Cuando tenía veintidós años, era el rey de la noche: auto, ropa, billetera y desenfado alcohólico.

Un sábado de joda muy salada, portaba yo un pedo celeste cuando se me ocurre entrar al Sudamérica, que a esa hora, explotaba. La Sonora Borinquen aflojaba el revoque, reventaba los vidrios, y la turba enloquecida.

Fue entonces cuando me agarré el segundo pedo consecutivo, pero esta vez con una negra divina que bailaba como los dioses. ¿Viste como baila Shakira? ¡Mejor que Shakira!

El desenfado alcohólico me permitió ignorar que habrían ochocientos tipos calientes con esa negra y voy y me pongo a bailar suelto con ella pero al ratito ya la tenía agarrada de la cintura con mis dos brazos y bailábamos la salsa al mango como si fuera un bolero de Armando Manzanero.

Te la hago corta. La terminé llevando a la casa en Piedras Blancas y se ve que la negra condensó en mí todo el franeleo que había recibido de los otros tipos y no sabés el polvo que nos echamos contra los trasparentes del jardín de la casa.

¡Ta! Rutina conocida, me fui para mi casa y cuando mi vieja me llamó cerca de las cuatro de la tarde, no recordaba ni de mi fecha de nacimiento.

Como al mes y medio: teléfono.

— Una voz femenina te requiere en el aparato telefónico —gritó mi madre con tono de secretaria irónica, y después murmuró: — ¡Qué raro!

¿Sabés quién era? La negra.

Bueno ahí, que pin, que pan, las introducciones de rigor y me zampa:

— Estoy embarazada de vos.

¡Ay mamita querida! ¡Qué jabón! ¿Y ahora para dónde agarro? ¿Me hago el sota? ¿Le pago un aborto? ¿Digo o no digo en mi casa?

Resumiendo: no sé de donde saqué fuerzas y muerto de vergüenza ... (o de miedo, no sé, lo de muerto estoy seguro), encaré a mi viejo.

¡Qué crack el loco! Vos sabés que casi no le tuve que explicar nada. Me hizo una entrevista psicoanalítica breve y me dijo con criterio conductista:

—Ayudá a esa muchacha en lo que precise y sentite orgulloso de ser fértil y responsable... así yo puedo seguir estando orgulloso de vos.

¡Ni el Dalai Lama te habla así!

Salí de ahí que me comía el problemón en dos panes y cuando llegué a la casa de la negra, parecía el barrio Palermo el día de las llamadas. Ella me vio venir y me alcanzó corriendo. Lagrimeaba pero sonreía. Nos abrazamos y besamos como dos hermanos que se reencuentran en el aeropuerto y me dijo:

— La cosa está que arde, pero quedate tranquilo que yo te defiendo.

Así fue nomás porque cuando ya estaba llegando a los trasparentes de la fecundación, salió del borbollón un negro furioso y se me vino a lo bifes. Vos sabés que ella pegó un salto como una pantera, se puso en el medio y le dio un rodillazo en los huevos que ni los Ángeles de Charlie. No sólo lo dobló en cuatro al negro comerrosados sino que también disuadió a otros caníbales más chicos y garroneros que estaban esperando aprovecharse del árbol caído.

El hecho es que terminó naciendo Romualdo Hernán Puig Gómez.

¿Querés creer que es cien por ciento negro? Sí, por supuesto, a ella no le hizo mucha gracia pero permitió la prueba de ADN. Es hijo mío; no tengas duda. Yo me lo imaginaba café con leche frutillado, pero no, es negro azulado como la madre.

El Dalai Lama de mi viejo me hizo dos favores más (con respecto a esto ... en total me hizo millones): Bancó a mi vieja, que no te podés imaginar cómo rompió las pelotas con el hijo negro de su único hijo varón rosado, y le consiguió un puesto en la Intendencia a la negra.

Cuando yo después me casé con Rosario, arreglamos que ella continuaba ayudando a sus padres así como yo continuaba ayudando a la negra y a Romualdo.

¡No sabés las horas de análisis que utilicé para tramitar en mi cerebro la historia esta con la negra del Sudamérica! Un día, se ve que lo tenía repodrido al analista y el loco va y me pregunta:

— ¿Cuál era el apodo de tu mamá?

Vos sabés que fue como si me cayera un meteorito en la cabeza. Empecé a reírme de los nervios y balbuceando le dije:

— «La Negra» ... Así que en mi inconciente, Romualdo es mi hijo y mi hermano!

— Exactamente. ¿La dejamos por acá?

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1
El título refiere a la película de Almodovar «Volver».

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[1] El título remite a la película de Almodovar «Volver»

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