viernes, 1 de diciembre de 2006

El niño que superó al adulto

José María es un Ingeniero en Sistemas. Cursó esta carrera porque tiene fama de ser muy difícil, engorrosa y aburrida, pero sobre todo porque la madre siempre quiso tener por lo menos un hijo ingeniero aunque los demás fueran todos empleados públicos.

Cumple con casi todas las condiciones para ser un metrosexual prototípico, está bien informado, posee capacidad de mando, baila muy bien. Las mujeres lo miran y comentan ... no le interesa qué comentan porque sólo le preocuparía la indiferencia.

Con su novia es atento en público aunque un poquito violento y tiránico en la intimidad, ya que en su grupo de pertenencia se cultiva esta duplicidad. Ella lo maneja bastante bien porque sabe poner cara de «¡cómo te amo José María!» delante de la gente y cara de «¡cuánta lástima te tengo!» cuando él la molesta en la intimidad. El discurso gestual de María José es muy eficaz. En esto se parece a Meg Ryan.

Como hijo de padres divorciados es un gran negociador y sabe aprovecharse de las dificultades del otro. Desde su más tierna infancia comenzó a desarrollar el arte del chantaje emocional, pero su fuerte son el soborno y la extorsión. Si alguien me dijera que fue él quien provocó la separación de sus padres, no tendría argumentos para rebatirlo.

Desde el punto de vista laboral siempre mantuvo un bajo perfil ante sus pares aunque sabe ser muy seductor con sus clientes. Con María José suelen organizar reuniones con una o dos parejas más en su coqueto apartamento con vista al campo de golf, que en realidad pertenece a su padre —la mamá se encarga de pagar los gastos comunes—.

No es gracioso pero al contar ciertos chistes famosos los termina con una carcajada tan pegadiza como un bostezo.

También plagia algunas frases:

· La experiencia es un peine que te da la vida cuando ya estás pelado.
· Prefiero pedir disculpas antes que pedir permiso.
· La peor manera de perder el tiempo es llegar en hora.
· La guerra ha demostrado ser partera del progreso.
· Voy a vivir de mis viejos hasta que mis hijos puedan mantenerme.


Cuando yo era niño viví en un edificio de gente mayor. Todo quedó resuelto con José María, mi gran compañero imaginario. Ahora que soy adulto y vivo rodeado de gente, continúo necesitándolo, pero se ve que todo me cuesta más porque, aún así, no podría vivir sin mi compañera real.

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reflex1@adinet.com.uy

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