— ¡Hola! ¡Hola! ¿Malena? Soy Beatriz.
— ¿Qué pasó Beatriz a esta hora? Acá son las doce de la noche.
— Disculpame, no me acostumbro a la diferencia horaria, pero necesito contarte que me estoy divorciando de Ruben.
— ¡No puede ser, si es un tipo fenómeno! ¿Qué les pasó?
— Lo de siempre: me engaña con una compañera de trabajo.
— Bea, ¿podemos hablar el sábado por el chat? Te juro que estoy muerta de cansada y no puedo atenderte como te merecés. ¿Puede ser?
— Sí, disculpame. Nos hablamos el sábado.
—¡Suerte Beatriz! Y realmente te juro que lo lamento muchísimo. Por vos y por él que me parecía flor de tipo.
— Un beso. Chau! Y disculpá la hora, eh!
—¡Vale! Un beso.
…………
—¡Hola! ¿Papá? Soy Beatriz, ¿podés hablar?
— Justo empezó el informativo, pero decime ¿qué necesitás?
— Empecé los trámites para divorciarme de Ruben.
— ¡Uuuh! ¡Qué macana! ... ¿Te puedo pasar con tu madre que me está haciendo una señas que no le entiendo nada?
— Sí, dame con ella.
—Bueno, te paso y lo lamento mucho. ¡Suerte!
— (Alarmada) ¿Qué pasa Nena?
— Empecé el divorcio, mamá.
— (Con voz quebrada) ¡Qué horrible! ¿Qué sucedió?
— Lo clásico. Excepto papá, todos los hombres son iguales. Lo pesqué saliendo con una compañera de trabajo y tuvo que confesarme todo.
— (Ahora con furia incipiente) Yo nunca te quise decir nada, pero ese muchacho no era para vos. Tiene toda la pinta de ser flor de zorro. ¡Hacés bien nena! ¡Ese sujeto no te merece!
— Bueno ma, quería que fueran los primeros en saberlo. Veremos cómo me arreglo. Te mando un beso.
— Ya sabés que siempre podés contar con nosotros para lo que sea. ¡Suerte nena! ¡Te queremos mucho!
— Gracias, mami. Mañana la seguimos. Te mando un beso grandote.
— Otro para vos. Chau.
………
— ¡Hola! ¿Ruben?
— ¿Y quién va a ser boluda? Me estás llamando al celular.
— Escuchame Ruben, ¡lo nuestro no da para más! Me quiero divorciar de vos.
— (Furioso y reivindicativo) Pero decime una cosa, ¿vos me viste cara de imbécil a mi? ¿Te crees que yo me divorciaría de una tipa que tenga tu cuerpo? ¿Tenés alguna idea de cuánto valen tus piernas, tus caderas, tu culo, tu cintura? Con la calentura que tengo contigo, yo y todos los del edificio y los de la cuadra y los de la manzana, sin distingo de edades o género, ¿pensás que yo te dejaría en banda para que te enganches con algún idiota, que se comporte como un cura pero que no valore lo genial que sos como mina? (Aún más agresivo) Y aunque a la postre no me importe, también te lo tengo que decir: con ese maridito modelo, te doy poco tiempo para que te conviertas en una gorda celulítica y chancletuda. Así que mi respuesta es: ¡No! ¡Ni loco! ¡Antes muerto! Ahí está, ves, te hago un ofrecimiento razonable e inteligente: ¿por qué no me pedís la viudez en lugar del divorcio? (En tono ligeramente más conciliador) ¿Por qué no te venís con todas las armas que tenés y tratás de matarme y que parezca un accidente? ¡Jugatelá chiquita! Subí ahora y liberate de mí con todo tu arsenal. Pero eso sí: venite preparada porque me voy a defender como gato entre la leña. Acá tenemos un ring de dos plazas, ideal para este tipo de homicidios.
………
Beatriz entra al dormitorio sin ropa y el cuerpo de Ruben reacciona antes que él. Aún más demoledor que el primero, el segundo golpe se produjo cuando el perfume irrigó su cerebro.
………
(El lector podrá recurrir a su álbum de imágenes visuales y acústicas para insertar aquí aquellas que mejor se adecuen al contexto sugerido)
………
Dieciséis años después, Ruben hacía un tiempo que había constatado empíricamente que «Beatriz es la mina» y ya no tenía necesidad de continuar tan concienzuda prospección. Por su parte Beatriz, se sintió habilitada para realizar sus propias investigaciones de campo, aunque para llegar a la conclusión de que «Ruben es un divino», le resultó suficiente el relevamiento de una casuística menos numerosa.
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