Como tantos
desearían ocupar ese lugar querremos saber qué hicieron los mejores para
imitarlos.
Las personas
vulgares creemos que podríamos ser gobernantes, líderes, campeones, pero en el
fondo tememos no poder resistir tanta alegría. Tememos estallar. Por eso se
habla tanto de la hipertensión arterial.
Los campeones
no serán los que jueguen mejor sino los que soporten una emoción tan grande.
Como no podemos admitir nuestro límite a la satisfacción nos aferramos a la
creencia de que ganan los que juegan mejor.
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