Desde que
prohibieron fumar en locales cerrados me acostumbré a pasar el comienzo de mi
insomnio en el casino.
No sé si
Fernando Díaz Plaja escribió algo sobre esa población noctámbula. Me interesaría
leerlo.
Mariana,
que siempre anda con poco dinero, me vendió y me explicó su celular. Quedé
maravillado.
Tiene una
diminuta webcam que se puede configurar con diferentes criterios. Como soy paranoico
la programé para que grabe a cada persona que me mira más de diez segundos.
Cuando llegué a mi casa con el resto del insomnio, me dediqué a mirar las
grabaciones. Ocho mujeres y tres hombres. Todos ancianos, con poco cabello,
pero teñido, aspecto indefinido, con muchas arrugas en torno a los ojos.
Algo me
inquieta: juraría que nunca vi a esas personas que me estuvieron observando.
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