sábado, 21 de enero de 2012

La intolerancia popular - (Artículo Nº 1.458)

Los criterios médicos para cuidar la salud son casi idénticos a los criterios utilizados para cuidar nuestra seguridad ciudadana.

Las amígdalas son un tejido ubicado en la parte trasera de la boca. Intentan ejercer una especie de «medicina preventiva» contra los agentes patógenos que procuran invadirnos.

Fuera de nuestros cuerpos existen muchos seres vivos interesados en habitarnos, comernos, succionarnos, sin preocuparse si nos causan algún malestar, incluida la propia muerte.

En esta característica (como en tantas otras actitudes), los humanos nos parecemos a nuestros enemigos.

Es frecuente y normal, aunque generalmente ilegal, que los humanos intentemos habitar el terreno o la casa de otra persona, que los pueblos peleen por un territorio, que el esfuerzo realizado por nuestro cuerpo (trabajo) intente ser explotado por quienes adhieren a la esclavitud, al abuso o al robo, sin preocuparse si causan algún malestar incluida la propia muerte.

La medicina es una de las técnicas, artes o ciencias más populares. Convive con el pueblo día a día, nos acompaña al nacer, al crecer, al reproducirnos y al morir.

Esta popularidad de la medicina explica por qué sus criterios también son populares.

Por ejemplo, podemos encontrar un paralelismo entre cómo la medicina trata a los agentes agresores del cuerpo y cómo la ciudadanía trata a los demás agentes agresores, más concretamente a los delincuentes, antisociales, vándalos, agitadores, revolucionarios, y demás ciudadanos que, por alterar el bienestar de la comunidad, son considerados enemigos, patógenos, indeseables.

Si la medicina estimula al pueblo para que extreme los cuidados de la salud (radiación solar, higiene, alimentación) es porque este pueblo posee una idiosincrasia que le reclama tal estímulo.

Conclusión: una medicina intolerante con la condición naturalmente enfermable de todo ser vivo, seguramente pertenece a una cultura donde encontraremos similar intolerancia popular hacia los ciudadanos que molestan (delincuentes, psicóticos, drogadictos).


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11 comentarios:

Eduardo dijo...

La tolerancia a la mentira puede llevar el nombre de apatía.

Norma dijo...

Exactamente.
El asunto parece que es liquidar, más que educar o reencauzar.

Jacinto dijo...

Es una pena que todos esos seres vivos, tan interesados en habitarme, comerme, succionarme... sean tan chiquitos que terminan por pasar completamente inadvertidos para mí.

Morgana dijo...

Es real la similitud que ud. señala entre los criterios médicos para cuidar la salud, y los criterios para cuidar la seguridad ciudadana, pero no perdamos de vista un detalle fundamental: si bien nos precionan para que cuidemos nuestra salud, podemos autogestionarnos. La seguridad ciudadana no puede autogestionarse. ¿O sí?

Ernesto dijo...

De su lista de agentes agresores, yo quitaría a los revolucionarios. Es cierto que los cambios pueden implicar destrucción, pero a veces esa destrucción es beneficiosa.

CHECHU dijo...

TOLERANCIA CERO

Martina dijo...

Si la destrucción es sinónimo de violencia, sólo nos lleva a más violencia.

Fabricio dijo...

Me pregunto si cuando se destruye el mal, muere también el bien que lo habita. O si el bien y el mal pueden separarse con un bisturí, de un corte limpio.

Beatriz dijo...

La tolerancia es como la paciencia, llega un día en que se acaba o se desvorda. Hay límites para todo.

Sandra39 dijo...

Revolucionarios patógenos son los que terminan por perseguir a sus aliados y luego a sus amigos.

Omar dijo...

Quienes hablan de tolerancia cero deberían recordar las veces que desearon un poco de clemencia para consigo mismos.