domingo, 30 de enero de 2011

Una tormenta afectiva

Cuando tenía ocho años, mis padres se divorciaron y sentí que el cielo caía sobre mí, aplastándome.

Tuve la sensación de que la disolución de mi hogar significaba que mis seres más queridos me expulsaban a la calle.

Comencé a tener problemas digestivos y vomitaba todo lo que comía.

Como es obligatorio en nuestra cultura, ellos me llevaron al médico, por lo que me sentí aún peor.

No solamente porque imaginaba que las molestias y dolores de los chequeos eran un castigo por haber sido la causa del divorcio, sino porque los médicos me miraban como si yo fuera el culpable de sus fracasos terapéuticos.

Mis padres, acosados por los vómitos, se peleaban cada vez más y todo me hacía pensar en el fin de mis días.

Mis cuatro abuelos vivían en una misma ciudad de los Estados Unidos, eran amigos y estaban muy apenados por la situación de sus hijos y de su único nieto.

La madre de mi padre escribió un mail en el que conminaba a su hijo a que me enviara con ella cuanto antes.

Luego de interminables peleas y discusiones, se pusieron de acuerdo y fui enviado cual preciosa encomienda a cargo de una azafata.

Estos cuatro veteranos eran mucho más hospitalarios que mis padres y me pareció que todo podría empezar a ordenarse en mi caótica existencia.

Cierta vez que me llevaron de visita a la casa de unos norteamericanos amigos de ellos, se desató una imprevista tormenta con lluvia y granizo, que el dueño de casa filmó y que ahora puedes ver y oír:



Ese impresionante espectáculo audiovisual, nuevo para mí, me dio mucho miedo.

Mi abuela-sanadora lo captó y me invitó a sentarme en sus rodillas. Cuando el ruido arreció, padecí un brusco escalofrío que recorrió todo mi cuerpo y que ella compensó apretando más el abrazo.

Al finalizar esa avalancha de estímulos afectivos y sensoriales, sentí mucha hambre y no volví a vomitar.

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12 comentarios:

Liliana dijo...

Qué bueno el cuento con video incluído! Usted no deja de sorprendernos, Doc. Esa tormenta es espectacular! y el cuento está muy bien escrito.

René dijo...

Es lindo ser abuelo.

Elbio dijo...

El amor es más efectivo cuando se adelanta a los hechos de manera adecuada, como hizo esta abuela con su nieto.

Natalia dijo...

La tormenta empezó y terminó. Quizás observar eso, ayudó al niño.

Ma. Eugenia dijo...

Y el niño no sintió como un castigo que sus padres lo enviaran lejos?

Marisa dijo...

Qué bueno debe ser tener padres colaboradores en el rol de abuelos!

Yoel dijo...

Enamorarse puede vivirse también como una tormenta afectiva. Todo se te viene encima, de pronto te encontrás en la obligación de ser tú mismo y la vida se te desordena porque bajaste la guardia y estás vulnerable.

Macario dijo...

En los EEUU se solucionan todos los problemas.

López dijo...

Sí Macario; después de obtener la ciudadanía.

Anónimo dijo...

Su animosidad en contra de los médicos me resulta muy molesta.

Morgana dijo...

Me parece que los médicos nunca quieren que los demás sepan lo que escriben, por eso hacen una letra espantosa e incluso hacen su firma ilegible o anónima...

Alejandro dijo...

Los divorcios por la causal "riñas y disputas" , son los más misteriosos de todos. Nunca se sabe como viene la mano. No se sabe si en realidad discutían o si la causa era otra que de común acuerdo se la reservaban. Y en caso de que realmente riñeran, de seguro que ni ellos mismos conocían la causa.