lunes, 31 de octubre de 2011

La sublimación por miedo

Los personajes más admirados, famosos y triunfantes, son personas con un cierto talento pero, sobre todo, un fuerte temor a no recibir el amor que todos necesitamos.

«Sublime» es un adjetivo, un modificador del sustantivo, un calificativo caracterizado por significar algo excelente, insuperable, maravilloso.

Estaremos de acuerdo en que cuando algo o alguien se merece el rótulo de «sublime», está dependiendo de una opinión totalmente subjetiva de quien o quienes la pronuncien.

En nuestra cultura vergonzosa, amante del dolor, los suplicios y los mártires, cazadora de quienes disfrutan de la vida, tienen dinero o parecen felices, suele decirse genéricamente que las pasiones personales o colectivas son sublimaciones del deseo sexual.

Dicho de otro modo, subjetivamente tendemos a pensar que un gran cantante, un admirable deportista o un Premio Nobel de química, son personas que han sublimado sus deseos sexuales, derivándolos hacia las actividades que no son condenadas por nuestra moral contraria al disfrute.

Cuando usamos el refrán «las apariencias engañan» estamos refiriéndonos a este retorcimiento de nuestras pasiones básicas hasta convertirlas en otras que reciban la aprobación colectiva.

Y la satisfacción de las expectativas colectivas es obligatoria porque la sanción social para quienes la frustran es muy difícil de soportar.

Bajo una apariencia de libertad en los hechos condenamos a personas de otras razas, idiomas, vestimenta, creencias, opciones.

Y la amenaza mágica que profieren nuestros vecinos parece infantil: «no te quiero más», lo mismo que suelen decirnos los niños cuando se enojan por haber sido molestados por nuestras normas (comer en hora, bañarse, abandonar el parque de diversiones).

En suma: los sublimes personajes que nos llenan de admiración y de envidia, suelen ser personas dotadas de un talento especial pero sobre todo, son individuos que abandonan sus placeres instintivos por temor a perder lo que todos necesitamos: amor, aprobación, compañía.

Artículos vinculados:

Los insultos sexuales alivian frustraciones

Lo bueno y lo malo de la agresividad

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domingo, 30 de octubre de 2011

La medallita

«...cuando sale la señora de su lujoso edificio, el portero le brinda una ceremoniosa reverencia, a la que ella responde con un leve movimiento de cabeza que parece copiado de la sobria solemnidad japonesa.

Sube a una suntuosa limusina de vidrios polarizados que la esperaba y parte.

Minutos después llega a la confitería que visita diariamente acompañada de un elegante caballero, notoriamente menor que ella y toman la mesa que tiene reservada desde hace años.

Sin esperar su pedido llega el camarero con un servicio de té completo.

Una vez servidos, el camarero se retira tres pasos sin darles la espalda y la pareja se dedica a merendar.

Las miradas son intensas, la conversación en voz baja despierta algunas sonrisas en ella y gestos de picardía en él.

El atento camarero retira el servicio y los amantes quedan mirándose, hablando y acariciándose las manos. Seguramente la conversación es de un fuerte erotismo porque él intercala algunos gestos de agresividad, atrevimiento, combate, avasallamiento, dominio, al compás de apretones de manos con diferentes presiones.

Quizá hayan acordado algo porque él la invita a retirarse de la confitería y así lo hacen. Los empleados saludan con exagerada adulonería, de esa que suele provocar una generosa propina.

Suben a la limusina pero al llegar a destino baja ella sola. Ingresa al edificio acompañada por similares manifestaciones del portero, entra al apartamento, cierra la puerta tras de sí y todas las ventanas.

Se quita la ropa, acaricia la medallita de oro que lleva en el cuello y ahí aparece el mismo joven de la confitería, quien comienza a desvestirse, ... »

— Puaj, que historia tan estúpida —, dice Verónica, tirando al suelo nuevamente este trozo de libro que le había traído el viento.

Suspira, mira el reloj de la iglesia, pone un gesto de fastidio. Algo no está saliendo bien.

Cuando estaba por irse, lo ve llegar. Es un hombre alto que por su aspecto podría tratarse de un bancario recién salido de una maratón.

Antes de acercarse, Verónica supo del antisudoral vencido y de un par de medias que convendría tirarlas.

— Disculpame, che, se me complicó —, y le golpeó la mejilla con un beso transpirado que ella pudo soportar acariciándose la medallita de oro.

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sábado, 29 de octubre de 2011

La frustración como objetivo sexual

Aunque suena paradójico, algunos gozan del placer sexual satisfaciéndolo mientras otros lo gozan frustrándolo después de haberlo estimulado eficazmente.

A pesar de mi indisimulada aversión a los libros y a cualquier otra forma de pensamiento estático, estancado, definitivo y concluyente, hago una excepción con el diccionario, que si bien padece esos vicios de «fijedad», se corresponde bastante bien con el uso del idioma que hacemos para comunicarnos.

En este caso quiero dejarles un comentario sobre el verbo «joder», el que, según la Real Academia Española (*) tiene los siguientes significados:

joder.
(Del lat. futuĕre).
1. intr. malson. Practicar el coito. U. t. c. tr.
2. tr. Molestar, fastidiar. U. t. c. intr. y c. prnl.
3. tr. Destrozar, arruinar, echar a perder. U. t. c. prnl.
joder.
1. interj. U. para expresar enfado, irritación, asombro, etc.

Una expresión campera rioplatense, dice: «Joder es muy lindo, pero mucho más lindo es dejarse de joder [no seguir molestando]».

Si tomamos en cuenta que «joder» significa «fornicar», nos encontramos con que la acción fundamental para cumplir la única misión (1) de cualquier ser vivo (conservar la especie), está asociada lingüísticamente a una molestia.

Las incomparables sensaciones voluptuosas con las que la naturaleza nos paga (2) nuestra tarea de conservar la especie se enfrentan (contradicen) a esta evocación de una molestia.

Aparece aquí una característica humana (quizá no compartida por ningún otro ser viviente), según la cual nuestro menú deseante incluye una atracción y un rechazo por la misma acción (fornicar).

Corresponde entonces tener en cuenta estas evidencias para no olvidar que los humanos gozamos con el placer y con la frustración del placer.

No deberíamos sorprendernos que una actitud seductora, en la que cualquier desprevenido podría suponer que tiene por objetivo gozar sexualmente, en realidad tiene por objetivo gozar frustrando ese desenlace.


(*) Diccionario

(1) La única misión

(2) El orgasmo salarial

El grato oficio de fornicar

Las fantasías sexuales y el dinero

Menos orgasmos y menos salario

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viernes, 28 de octubre de 2011

Comprender equivale a legislar

Comprender el egoísmo y la prohibición del incesto nos libera la energía que gastamos en reprimirlos.

Si analizamos brevemente las únicas misiones (1) que tiene todo ser vivo, podemos establecer un orden:

1ª – La primera misión es conservarse a sí mismo, con el inalcanzable objetivo de ser inmortales;

2º - La segunda y última misión es conservar la especie, la cual sí es inmortal (2).

No olvidar que este es el orden de prioridades en nuestra existencia nos permite saber en todo momento que el egoísmo es natural, imprescindible, infaltable.

Expresado en forma más coloquial, un ser humano abstracto, representante imaginario de todos nosotros, podría decir: «Primero estoy yo y después están los demás».

Por razones de convivencia esta fórmula no puede ser expresada libremente así como por razones económicas (3), tampoco podemos satisfacer el deseo de hacer el amor con personas de la familia (prohibición del incesto).

Estos hechos nos causan un conflicto interno que nos quita fuerza, energía, productividad.

Efectivamente, nos debilita pensar, sentir y desear algo y simultáneamente tener que reprimirlo.

Sin embargo este conflicto puede ser menos costoso, puede causarnos menos gasto inútil en reprimirnos, si logramos entenderlo en su lógica.

Dicho de otro modo: cuando alguien comprende la conveniencia de las leyes, puede cumplirlas sin contrariedad porque esa comprensión hace que el ciudadano que debe obedecer también se sienta legislador.

Comprender las dificultades de la existencia nos genera el sentimiento de aprobación, de concordancia, de asentimiento, pues todos cumplimos mejor las normas en cuya implementación podríamos haber participado.

En suma: aunque siempre sentiremos alguna molestia causada por las normas que nos restringen la libertad, nuestra calidad de vida mejora sensiblemente cuando las comprendemos, cuando entendemos que constituyen la mejor solución, cuando podrían haber sido legisladas e impuestas con nuestra aprobación, si hubiéramos tenido esas responsabilidades de gobierno.

(1) La única misión

(2) El espíritu en realidad es la sexualidad

(3) Las mujeres pacificadoras

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jueves, 27 de octubre de 2011

La maternidad frustrada

Es probable que el mal carácter femenino sea causado generalmente cuando no pueden expresar su instinto maternal libremente.

Para que una mentira sea próspera debe contener algo de verdad y, de modo semejante, para que un insulto cumpla su innoble propósito de ofender, también debe contener algo de verdad.

En otras palabras, la verdad es un ingrediente necesario para que las mentiras y los insultos resulten eficazmente creíbles.

Alcanza con que la verdad participe en una pequeña dosis pues, como les he comentado otras veces (1), nuestro cerebro produce «metonimias», esto es, que se desorienta rápidamente creyendo

— que una parte es igual al todo («tiene muchas cabezas de ganado» para significar, «tiene muchos vacunos»), o suponiendo

— que la causa es igual al efecto («ganarse el pan» para significar «ganarse el dinero suficiente para alimentarse»); o confundiendo

— que el contenido es igual al continente («tomar una copa de vino» para significar «tomar el vino contenido en una copa»), y así por el estilo.

Algunas veces anteriores he reflexionado sobre el insulto (2), pero desde un punto de vista diferente al que comentaré ahora.

Al menos en los pueblos rioplatenses, es enojoso que alguien le diga a una mujer que está «mal cogida».

La circunstancia propicia para que aparezca este diagnóstico silvestre se corresponde con un estallido de mal carácter de la ofendida.

En principio parece que se trata simplemente de una sobrevaloración del varón, de su pene capaz de dulcificar cualquier frustración femenina, como si ese órgano fuera una varita mágica que da serenidad a cualquier mujer indignada.

Algo de cierto hay en esto pero indirectamente.

Si aceptamos que las mujeres desean instintivamente ser madres (3) siempre y cuando tengan la ayuda y los recursos suficientes, es verosímil que una mujer frustrada (irritable) se calmaría si pudiera tramitar su instinto maternal libremente.

(1) Las noticias de nuestra infancia – 3
«Hoy comienzan mis éxitos»
La felicidad tiene que ser breve
(2) El insulto provoca autoagresión
(3) Blog con artículos sobre nuestra Única misión de conservar la especie.

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miércoles, 26 de octubre de 2011

Imposición o diálogo de magias o religiones

La magias (blanca o negra) y las religiones, son recursos que tenemos los humanos, de cualquier nivel cultural, para resolver dificultades resistentes a los procedimientos racionales.

Personas cultas e inteligentes hacemos cosas que parecen raras.

Cuando las dificultades normales de existir parecen superar nuestra tolerancia a la frustración, acudimos a ciertas prácticas para torcer el curso de los acontecimientos adversos.

La magia consiste en contratar la colaboración de forzudos cuyos poderes lograrán imponer nuestra voluntad para que la realidad deje de molestarnos.

La idea es que estos profesionales actúan como guardianes, es decir, protectores que mediante el uso de la fuerza mental, mejoran una cosecha, curan una enfermedad o vuelven a enamorar a un cónyuge fugado para que retorne con su familia y se deje de hacer tonterías por ahí.

La magia es blanca cuando los objetivos son beneficiosos para la persona que habrán de influir o es negra cuando los objetivos son perjudiciales.

En general, tanto profesionales como clientes, consideran que siempre están haciendo el bien, pues la magia negra, en todo caso, castiga a quien hizo un daño (según el usuario). Por lo tanto, cuando la magia negra tiene por objetivo matar, enfermar, volver impotente, hace algo similar a lo que hace nuestro sistema judicial cuando impone que un culpable vaya a la cárcel, perdiendo la libertad, la familia, el trabajo.

Las religiones hacen lo mismo pero de forma mucho más delicada.

El usuario de una religión está afiliado a ella por largo tiempo, es como si fuera el socio de un servicio de salud pre-paga y su accionar no es violento como la magia sino que trata de persuadir con distintos ritos al Dios a quien rinde culto, para que lo ayude.

En suma: los magos exigen, imponen, actúan directamente y los religiosos solicitan, persuaden, prometen, sobornan.

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martes, 25 de octubre de 2011

¡Cuidado, estalló la paz!

Las personas que dependen de conservar las necesidades y los deseos, combaten activamente toda solución o satisfacción, en defensa propia.

Mariana es una mujer noble, educada, trabajadora y desconforme. Casi nunca está contenta y lo primero que ve es «el medio vaso vacío».

José es un hombre tranquilo, resistente, acostumbrado a trabajar, complacer, proveer y quiere a Mariana.

El gran desvelo de José es lograr que ella exprese algún grado de conformidad duradero.

Cuando la oye quejarse, protestar, criticar, automáticamente acuden a la mente de José una cantidad de argumentos de por qué lo que ella dice «no es incorrecto, pero tampoco es para tanto».

Él se especializa en relativizar las trágicas ineficiencias del ser humano, de la sociedad y de la naturaleza, que ella señala, denuncia, critica y parece que siempre está pronta a romper todo para rehacerlo bien de una vez por todas.

En más de doce años, el único resultado de su empeño ha sido lograr que ella duplicara la apuesta. Cualquier intento de calmarla, de edulcorar sus opiniones corrosivas, sólo ha logrado exacerbarla más y más, hasta que él decide salir a caminar, aunque sea de noche y esté lloviendo.

Les he comentado (1) que las personas podemos funcionar según dos criterios:

— Tratar de saciar las necesidades y deseos; o
— Trabajar para que nunca nos falten ni las necesidades ni los deseos.

Esta última opción es tan opuesta al sentido común, que sus partidarios ni están enterados de que viven disgustados porque esa es su forma de mantenerse activos, vivaces, sanos.

Para estas personas, toda solución es un problema y toda saciedad es una amenaza.

Si hace doce años que conviven en este modelo, lo recomendable sería que José continúe tratando de calmarla inútilmente sin abandonar sus paseos catárticos (tranquilizadores, refrescantes, descompresores).

(1) La escasez como fuente de vida

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