
La sugerencia de mi abuela de que usara polietileno trasparente la ponía de mal humor.
Años después salió este tema en una de mis tantas sesiones de análisis y entendí que ella necesitaba ignorar lo que guardaba, no quería verlo; un placar ordenado por ella mostraba prolijas bolsas negras y opacas, todas iguales.
En la lógica psicoanalítica esto puede interpretarse de varias formas. La que creo más acertada dice que ella prefería no saber de sí misma.
Por el contrario, mi abuela era partidaria de conocerse. Quería que las bolsas mostraran sus contenidos como también era partidaria de contar sus dudas, sus éxitos, sus deseos más ingenuos o más preocupantes. Hasta se reía de sí misma.
Mi mamá era casi triste y mi abuela era casi alegre. Mi mamá era pesimista y mi abuela optimista. Estar con mi mamá era más difícil que estar con mi abuela. Mi mamá aburría y mi abuela entretenía.
Toda esta historia contiene los fundamentos del psicoanálisis como técnica terapéutica.
Hablar y escribir sobre lo que pensamos nos aporta transparencia a nuestra propia vida, nos permite saber con quién estamos cuando estamos solos.
El refrán lo dice bien: «Más vale malo conocido que bueno por conocer». Adaptado a estos comentarios el refrán diría: «Más vale saber lo malo que haya en nuestra mente que lo bueno que podamos imaginar».
Aunque suene insólito, el sólo hecho de hablar (o escribir) nos permite saber quién somos y aunque no seamos tan maravillosos como nos imaginábamos, pronto empezaremos a querernos de nuevo, pero ahora sin maquillajes, tal cual somos. Sin ocultamientos.
●●●