
La idea consiste en tomar como dato definitorio de «perfección humana» el simple hecho de conservar la vida. Si una persona está viva, está equilibrada, compensada. Dejamos de lado ciertas condiciones de vida como por ejemplo si está postrado en una cama o si es un deportista de alto rendimiento. Propongo partir de un supuesto mínimo: Quien está con vida, está en un punto de equilibrio. La falta de equilibrio es la muerte.
Si ubicamos en este punto el criterio de equilibrio, podríamos decir que todos los seres vivos son perfectos, aludiendo a que están «en perfecto equilibrio».
Este punto de partida es legítimo así que podemos instalarnos en él para pasar al segundo punto interesante.
Éste consiste en determinar que lo que hacen los seres vivos puede afectarme de alguna manera o no. Pueden perjudicarme o beneficiarme. Cuando observamos a los semejantes desde el punto de vista de nuestra conveniencia, cambiamos de actitud. Antes los observábamos objetivamente pero ahora los observamos subjetivamente.
Teniendo en cuenta las consideraciones expuestas hasta aquí, la observación subjetiva podría expresarse por ejemplo así: «Fulano es perfecto (porque tiene vida) pero el ladrido de su perro no me deja dormir».
Con esta mentalidad las cosas se encararían de otra manera muy diferente. Trataríamos de modificar un problema acústico que nos afecta y no como hacemos ahora que tratamos de alterar algo (la conducta o forma de ser del vecino) que está funcionando en armonía lo cual cuenta con las mismas resistencias que tendría quien quisiera modificar el equilibrio gravitacional que conservan los planetas y el sol desde hace millones de años.
●●●