En un futuro nuestras hembras elegirán al varón que prefieren como padres para sus hijos sin tener que llevárselo para su madriguera.
Habitualmente sostengo el punto de vista según
el cual los humanos somos mamíferos mucho más parecidos al resto de los
animales de lo que estamos dispuestos a tolerar.
La mayoría de las culturas están empapadas en
soberbia, en orgullo étnico, en la insolencia de creernos superiores porque
somos los únicos que hablamos. Estas manifestaciones tan poco simpáticas y
radicalmente carentes de humildad, nos fuerzan para que vivamos en dos
movimientos:
— por un lado hacemos el esfuerzo por amar al
resto de los animales, intentamos imaginarlos con tantos derechos sobre el
planeta como nosotros y tratamos de comprenderlos para, en todo caso, imitar
algunas características que nos parecen más sabias que las humanas;
— por otro lado incrementamos todo aquello que
nos diferencia del resto de los animales. Quizá el rasgo más distintivo que no
paramos de exagerar es la tecnología, especialmente estimulada por una vocación
de inmortalidad que no hay filosofía ni religión que logre desangustiar.
Los mamíferos entran en celo y los machos
concurren hasta donde está la hembra para copular con ella. Luego se alejan
para buscar agua, alimentos o atraídos por la fragancia de otras hembras en celo.
Esta conducta tan normal para ellos pero tan
exasperante para nosotros, está tratando de ser admitida por «los reyes de la creación», (los
humanos).
Efectivamente,
las prácticas que denominamos:
— encuentro furtivo;
— reunión de índole carnal;
— sexo casual;
— “toco y me voy” («touch and go»);
— sexo experimental;
— sexo recreativo;
imitan a nuestros hermanos que injustamente
tratamos de «inferiores»
sin admitir que podría ser al revés (1).
Es posible
que en un futuro nuestras hembras elijan al varón que prefieren como padres
para sus hijos sin tener que llevárselo para su madriguera.
(Este es el Artículo Nº 1.773)
●●●
11 comentarios:
Puede pasar también que el varón escogido por la mujer para tener hijos, o simplemente para ¨hacer el amor¨con él, quiera tomarla de la mano e ir con ella a su madriguera.
El touch and go es natural, sí. Una pareja puede tener relaciones sexuales para pasar un momento grato, divertirse, o porque se gustan y tienen ganas, sin que eso implique más que un hecho circunstancial. El tema está en que esos vínculos efímeros no cubren las necesidades afectivas de ninguno de los dos.
Es cierto que podría ser completamente natural, si nuestra cultura fuese distinta, decirle a alguien ¨me gustás mucho¨, ¨te veo y me dan ganas de abrazarte¨, ¨qué hermosa es tu figura¨, ¨tienes una sonrisa muy bonita¨. Todo esto, dicho a un perfecto desconocido, es algo no aceptado en nuestra sociedad. Si te dice algo así una persona a la que te cruzás por la calle y no viste nunca, lo interpretás como una cargada, como que con fineza te están invitando a tener sexo. En el contexto de una fiesta, un baile, o algo así, pasa, se puede considerar esperable o normal, pero si te lo dicen por la calle no. Mucho menos si quien lo dice es una mujer.
O sea, el miedo me parece que está en que alguien quiera meterse con tu cuerpo. O que alguien de quien desconfiás porque no sabés nada de él quiera preguntarte cosas importantes, como ¨¿sos feliz?, en lugar de decirte ¨parece que esta lluvia va para rato¨. Por qué somos así, vaya uno a saber.
Pensando en lo que dice Sofía, creo que vivimos con miedo. Miedo de los otros seres humanos. Proyectamos en ellos todas nuestras maldades, de modo que nosotros nos quedamos con las bondades. Las maldades son del otro.
No te podés acostar con cualquiera porque entre otras cosas no sabés si es un psicópata, un degenerado, o si va a usar preservativo. Son miedos lógicos, pero... exagerados. Además hay extraños y extraños. Distinto es alguien que te cruzás por la calle a un compañero de trabajo. A ese o esa más o menos lo conocés. Sin embargo, a causa de nuestra especial agresividad (la agresividad humana es mucho más peligrosa que la del resto de los animales) tenemos miedo, desconfiamos. Como dice Sofía, no sabemos lo que el otro es capaz de hacer. De pronto lleva a cabo nuestras fantasías más atroces: deseos de lastimar, de matar, de violar.
Los encuentros causales, experimentales o recreativos están muy bien. Aunque si siempre nuestros vínculos sexuales son de ese tipo, me surge un tufillo a desinterés, desapego, miedo a la pérdida, horror al vínculo, a tener que dar y admitir que también necesitamos recibir. En definitiva, una filosofía de vida basada en el ¨no quiere deberle nada a nadie¨.
qué sola la madriguera
sin tus manos
sin tu sonrisa
sin tu voz
Tal como están planteadas las cosas, preferimos mentir antes que sincerarnos y decir lo que precisamos, lo que sentimos.
La baja autoestima te puede llevar a pensar que tuvieste suerte: al menos encontré a alguien que quiera tener sexo conmigo. Ni se te pasará por la cabeza que alguiem más pueda desearte, por lo tanto el deseo buscará otros carriles a través de los cuales manifestarse.
A algunas mujeres, y me consta que también a algunos hombres, les gusta vincularse sexualmente con una sola persona. Y eso también tiene sus encantos.
Me parece muy acertado el significado que le da a la tecnología. Por supuesto no es el único, pero es uno de ellos. Nuestro deseo de trascender, incluso nuestro deseo de inmortalidad, es muy fuerte. No sólo nos cuidamos, defendemos y huimos, como los demás animales, sino que también buscamos prolongarnos en nuestra descendencia y nuestras obras. Deseamos acercarnos a la perfección divina, cuidando nuestro cuerpo, embelleciéndonos, tratando de dejar cosas tangibles o intangibles que perpetúen nuestra presencia. Es natural en el humano.
No hay tecnología ni religión (¿ni religión?) que logre desangustiarnos. Saber que vamos a morir es una enorme fuente de angustia. De todos modos he visto que algunas personas mueren en paz. Llegado el momento, puede que en algunos casos, la angustia desaparezca.
Mucho más angustioso es sobrellevar la muerte anunciada de un ser querido y su posterior ausencia.
Publicar un comentario