viernes, 7 de diciembre de 2012

Cuidado con las descalificaciones



   
En las polémicas es fácil escuchar cómo los oponentes se descalifican mutuamente, quizá porque desearían comerse, como hacemos con los animales que descalificamos.

Hablemos de animales.

Los humanos comemos casi cualquier «bicho que camine», pero en Latinoamérica y en España, los hispanoparlantes, comemos vacas, ovejas, cabras, cerdos, gallinas, pescados e iría cerrando la lista porque no necesito ser exhaustivo.

Los hispanoparlantes no comemos caballos, perros, gatos e iría cerrando la lista porque no necesito ser exhaustivo.

La opinión que tenemos de unos y otros animales es muy distinta.

Los animales que comemos parecen tontos, sucios, fríos y los que no comemos parecen inteligentes, trabajadores, compañeros.

Quizá exista algo de arbitrariedad en estas calificaciones, pues los animales comibles y no comibles son igualmente valiosos, pero es oportuno recordar que unos nos inspiran afecto y los otros no.

Es normal entre los humanos que cuando no queremos a alguien tengamos muchas ocurrencias para descalificarlo de forma similar: «Fulano es un tonto», «Mengana es una desprolija», «Perengano es egoísta».

Más o menos el mismo nivel de inventiva tenemos para las alabanzas: «A Sultán le falta hablar»; «La Manchada cuida al jinete más que a sus potrillos»; «El Barcino es más limpito que una persona».

Con la buena voluntad que nos caracteriza, podemos esbozar una breve teoría:

Los humanos cuando ponderamos a alguien es porque nos ayuda y no querríamos interrumpir esa colaboración comiéndolo, mientras que cuando criticamos a alguien, es porque no nos ayuda y en todo caso lo comeríamos como para que tenga la oportunidad de servir para algo.

Estas acciones son visibles, somos testigos de cómo nos comemos a los animales que no nos inspiran afecto y de cómo protegemos a los serviciales esclavos domésticos.

En las polémicas es fácil escuchar cómo los oponentes se descalifican mutuamente, quizá porque preferirían comerse.

(Este es el Artículo Nº 1.771)

7 comentarios:

Shanti dijo...

Comerse al oponente, como ud dice, es incorporarlo. Si incorporo a mi oponente me completo, es como que entro en una situación en la que el ying y el yang quedan equilibradas.

gastón dijo...

Cada cultura respeta y descalifica diferentes animales. Ahora, al menos en el mundo desarrollado, el perro y el gato, animales usados como acompañantes, y el primero además como guardián, son valorados. Algunas personas, incluso, me refiero a los vegetarianos, hace mucho tiempo que vienen entablando una lucha constante. Algún que otro adepto han logrado.

Evangelina dijo...

Nos comemos a los animales que no nos inspiran afecto. Y actuamos como animales cuando hacemos lo mismo con las personas; cuando las usamos.

Lorena dijo...

me dan ganas de comerme a besos a mi bebé, y la verdad es que no me ayuda mucho.

Natalia dijo...

Me pasa lo mismo que a Lorena pero con mi novio.

Leticia dijo...

Adoro a los caballos, por eso no soporto verlos tirando de un carrito. Entiendo que son valiosos para quienes los usan como instrumento de trabajo, y que muchos de ellos los cuidan bien, pero igual, en el único lugar que concibo a los caballos es en la pradera.

Lucas dijo...


Jesús dijo 'coman de mi carne, beban de mi sangre' , más allá de que obviamente sea en sentido metafórico, da para pensarlo