Las personas que exageran
describen sus experiencias actuales ubicadas desde la pequeñez corporal que
tenían cuando eran niños.
En
algunos lugares turísticos incluyen la presentación de una vivienda donde todos
los elementos lucen enormes: las puertas, los muebles, los artefactos del
sanitario (toilette, baño).
El
atractivo de esa exhibición consiste en mostrarnos cómo veíamos las cosas cuando
éramos bajitos, niños, pequeños.
Cuando
teníamos seis años muy probablemente suponíamos que pensamos con la boca,
porque asociábamos ideas con la voz que las pronuncia. Un par de años después
quizá podíamos suponer que pensamos con la cabeza pero entonces las ideas eran
las palabras que salen por la boca.
En
la adultez la situación cambia, pero no demasiado. Es muy probable que si
alguien habla o escribe correctamente, se lo evalúe como inteligente (que
piensa bien).
Podríamos
decir que el psicoanálisis tiene una deuda con los hijos de Jean Piaget y
Melanie Klein porque estos hicieron muchos descubrimientos observando a sus
propios hijos.
El proceso de educación consiste en que los adultos les
inculcamos a los pequeños todas nuestras creencias.
La educación podría parecerse a un adoctrinamiento
(político, religioso, filosófico), en el que los más grandes, (y poderosos), no
podemos soportar convivir con gente que piense distinto. La irritación nos
lleva a descalificarlos y a imponerles nuestras ideas.
En otras palabras: la vida entre adultos y niños contiene
fuertes dosis de intolerancia porque decimos que los pequeños ignoran cuando en
realidad lo que ocurre es que tienen una explicación para casi todo, solo que
es distinta a la de los adultos.
Más aun, es motivo de diversión cuando observamos la
seriedad con que los niños exponen sus explicaciones sobre muy variados
asuntos.
Volviendo a la casa enorme para turistas, quienes
acostumbran exagerar también son graciosos porque piensan desde la pequeñez
corporal.
(Este es el Artículo Nº 1.781)
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10 comentarios:
La emoción que transmite en el videocomentario me conmovió.
Es cierto que los adultos somos intolerantes con los niños. A veces porque no los comprendemos, otras veces porque nuestra intolerancia es necesaria. Esas veces nos duele a nosotros tanto como a ellos.
El adoctrinamiento que implica la educación es un tema delicado porque no es posible establecer límites claros. Me refiero a que, por un lado es necesario que nuestros hijos o alumnos sepan lo que pensamos, y por otro no es bueno limitar sus posibilidades de escuchar otras campanas y elegir cuando estén en condiciones de hacerlo.
No entendí bien lo que usted dice sobre los adultos que exageran. ¿POr qué piensan desde la pequeñez de la niñez? Los sentimientos de los niños son muy intensos, ¿cómo que exageran?
Me parece Euge, que está dicho en el sentido de que los niños a veces se ahogan en un vaso de agua. Se les cae el helado al piso y es como si se terminara el mundo. A nosotros los adultos nos pasan cosas parecidas.
Es buena la idea de mostrarnos el mundo como lo ven los niños. Si nos agrandan los objetos nosotros percibimos como ellos. Capaz que nos ayuda a comprender algunas cosas.
Decididamente no pienso con la boca. la boca se me independiza y dice cosas de las que luego me arrepiento.
Me quedé pensando que las ideas y sobre todo, los sentimientos, son siempre más grandes que las palabras dichas por la boca.
No siempre Gabriela. Si conocieras a mi madre me entenderías.
Creo que hay cierta correlación entre hablar o escribir bien y ser inteligente. Aunque no es una correlación completa. Hay muchas personas inteligentísimas que nos saben expresarse bien.
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