La Naturaleza hace cosas que ponen en evidencia las contradicciones de la cultura.
Tengo cuarenta años y una mujer de veintiséis
se enamoró de mí, es decir, el cuerpo de ella siente que el mío posee la
genética adecuada para gestar los mejores hijos.
Su mamá tiene cuarenta y nueve años, es muy
autoritaria y heredó gran cantidad de dinero de su esposo.
Cuando la joven le planteó a la madre su
interés por mi cuerpo, la viuda comenzó una investigación idéntica a la que
hacía su marido con los clientes cuando le solicitaban un préstamo: datos
personales, situación patrimonial, últimos tres balances y tres referencias,
una de las cuales debía ser de un profesional.
La situación no justificaba este esquema de
comportamiento porque en realidad la viuda no iba a prestar a su hija para que
después se la devolvieran acrecentada con los intereses, es decir, con uno o
más nietos. Bueno, pensándolo bien, quizá sea lo que hacen muchos padres con
sus hijos.
Pero la banquera pensaba de esa forma y su
hija fue clara al describirla: «cambiar a mamá es imposible».
Sentí la
intensa presión de la muchacha encelada bajo la forma de un arrollador
enamoramiento que me desvelaba, alteraba las funciones digestivas y exacerbaba
las genitales.
Los
encuentros con ella eran sísmicos, mudos, cinematográficos. Cuando la visitaba
me recibía mordiéndose el lado izquierdo del labio inferior y tomándome por la
pechera de la camisa, cerraba la puerta y en pocos segundos se tiraba sobre mí
utilizando toda su artillería buco-genital.
Nunca antes
me había pasado que después de eyacular quedara profundamente dormido por
varios minutos.
La
desesperación por la imposibilidad social de unirnos en matrimonio nos hacía
pensar frenéticamente.
De a poco
nos fuimos serenando y hablamos durante horas. Ella describió detalladamente a
su mamá, la historia que conocía y las opiniones que le inspiraba.
Perdidos
por perdidos, imaginamos un plan: propiciaríamos un encuentro casual con la
señora, fingiría una repentina fascinación con la esperanza de que la suerte
nos ayudara a que la banquera me aceptara.
Tuvimos esa
suerte porque todo lo que sabía de ella se lo presenté como un conocimiento
intuitivo, a pura empatía. Por eso me dejó provisoriamente instalado en su
corazón luego de atravesar la puerta mística, única que siempre mantenía sin llave.
Así fue
como llegué a la cama de la madre de la joven que prefiere a mi cuerpo como
gestor de sus hijos y a quien amo tanto como a mi madre porque a ambas les
gusto. Reconozco que la señora mayor, convertida en mi esposa legal, también
tiene semejanzas con mi mamá.
Para gestarle mis hijos la muchacha fingirá tener aventuras
clandestinas contando con que intercederé ante mi esposa para que la perdone.
(Este es el Artículo Nº 1.772)
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12 comentarios:
jajaja!!!! Qué plan macabro, Doc.
Mi madre es igual a la del cuento. Mi única opción es mantener en secreto todo lo que hago o dejo de hacer. Si ella se enterara de algo, seguro íntentaría tomar las riendas de mi vida.
Parece que los tres salieron ganando, pero se metieron en una situación medio complicada, diría yo.
En realidad la madre no iba a entregar a su hija en préstamo. La iba a colocar en beneficio propio.
Sí, como dice Hugo, esa madre estaba dispuesta a cobrarse los intereses a como diera lugar.
USÓ A SU HIJA COMO INVERSIÓN
Si lo único que le interesaban eran los nietos, no veo porque investigar la situación patrimonial del candidato.
Es importante que los hijos no intenten cambiar a los padres. Tenés los padres que te tocaron y lo mejor es aprender a quererlos como son.
La muchacha ¨alteraba las funciones digestivas y exacerbaba las genitales¨ del enamorado.
jajaja!!! No es muy romántico pero bastante exacto!
¿Todos los ¨banqueros¨ y las ¨banqueras¨ son iguales?
Me gusta eso de recibirlo mordiéndose el lado izquierdo del labio inferior. Lo voy a adoptar pero con una modificación: en lugar de mordérmelo yo, se lo voy a morder a él.
A ustedes el sexo los deja dormiditos y a nosotras nos saca el sueño.
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