domingo, 9 de diciembre de 2012

El camino indirecto

   
La Naturaleza hace cosas que ponen en evidencia las contradicciones de la cultura.

Tengo cuarenta años y una mujer de veintiséis se enamoró de mí, es decir, el cuerpo de ella siente que el mío posee la genética adecuada para gestar los mejores hijos.

Su mamá tiene cuarenta y nueve años, es muy autoritaria y heredó gran cantidad de dinero de su esposo.

Cuando la joven le planteó a la madre su interés por mi cuerpo, la viuda comenzó una investigación idéntica a la que hacía su marido con los clientes cuando le solicitaban un préstamo: datos personales, situación patrimonial, últimos tres balances y tres referencias, una de las cuales debía ser de un profesional.

La situación no justificaba este esquema de comportamiento porque en realidad la viuda no iba a prestar a su hija para que después se la devolvieran acrecentada con los intereses, es decir, con uno o más nietos. Bueno, pensándolo bien, quizá sea lo que hacen muchos padres con sus hijos.

Pero la banquera pensaba de esa forma y su hija fue clara al describirla: «cambiar a mamá es imposible».

Sentí la intensa presión de la muchacha encelada bajo la forma de un arrollador enamoramiento que me desvelaba, alteraba las funciones digestivas y exacerbaba las genitales.

Los encuentros con ella eran sísmicos, mudos, cinematográficos. Cuando la visitaba me recibía mordiéndose el lado izquierdo del labio inferior y tomándome por la pechera de la camisa, cerraba la puerta y en pocos segundos se tiraba sobre mí utilizando toda su artillería buco-genital.

Nunca antes me había pasado que después de eyacular quedara profundamente dormido por varios minutos.

La desesperación por la imposibilidad social de unirnos en matrimonio nos hacía pensar frenéticamente.

De a poco nos fuimos serenando y hablamos durante horas. Ella describió detalladamente a su mamá, la historia que conocía y las opiniones que le inspiraba.

Perdidos por perdidos, imaginamos un plan: propiciaríamos un encuentro casual con la señora, fingiría una repentina fascinación con la esperanza de que la suerte nos ayudara a que la banquera me aceptara.

Tuvimos esa suerte porque todo lo que sabía de ella se lo presenté como un conocimiento intuitivo, a pura empatía. Por eso me dejó provisoriamente instalado en su corazón luego de atravesar la puerta mística, única que siempre mantenía sin llave.

Así fue como llegué a la cama de la madre de la joven que prefiere a mi cuerpo como gestor de sus hijos y a quien amo tanto como a mi madre porque a ambas les gusto. Reconozco que la señora mayor, convertida en mi esposa legal, también tiene semejanzas con mi mamá.

Para gestarle mis hijos la muchacha fingirá tener aventuras clandestinas contando con que intercederé ante mi esposa para que la perdone.

(Este es el Artículo Nº 1.772)


12 comentarios:

Carolina dijo...

jajaja!!!! Qué plan macabro, Doc.

Anónimo dijo...

Mi madre es igual a la del cuento. Mi única opción es mantener en secreto todo lo que hago o dejo de hacer. Si ella se enterara de algo, seguro íntentaría tomar las riendas de mi vida.

Gastón dijo...

Parece que los tres salieron ganando, pero se metieron en una situación medio complicada, diría yo.

Hugo dijo...

En realidad la madre no iba a entregar a su hija en préstamo. La iba a colocar en beneficio propio.

Álvaro dijo...

Sí, como dice Hugo, esa madre estaba dispuesta a cobrarse los intereses a como diera lugar.

CHECHU dijo...

USÓ A SU HIJA COMO INVERSIÓN

Mabel dijo...

Si lo único que le interesaban eran los nietos, no veo porque investigar la situación patrimonial del candidato.

Irene dijo...

Es importante que los hijos no intenten cambiar a los padres. Tenés los padres que te tocaron y lo mejor es aprender a quererlos como son.

Roque dijo...

La muchacha ¨alteraba las funciones digestivas y exacerbaba las genitales¨ del enamorado.
jajaja!!! No es muy romántico pero bastante exacto!

Mª Eugenia dijo...

¿Todos los ¨banqueros¨ y las ¨banqueras¨ son iguales?

Lola dijo...

Me gusta eso de recibirlo mordiéndose el lado izquierdo del labio inferior. Lo voy a adoptar pero con una modificación: en lugar de mordérmelo yo, se lo voy a morder a él.

Marina dijo...

A ustedes el sexo los deja dormiditos y a nosotras nos saca el sueño.